Por qué en Madrid las guarderías te eligen a ti y no al revés

Por qué en Madrid las guarderías te eligen a ti y no al revés

Martín es un niño de provincias que esta mañana ha estado dando una vuelta por ahí con sus padres. La vida le sonríe. Está en la edad en la que solo quiere andar y jugar y, además, cuando se cansa, los mayores le montan en el carrito para volver hasta casa. Entretanto, quizá le caiga alguna chuchería antes de comer y, después, hora de echar la siesta. Se podría decir que vive como un marqués. Además, es verano. Poco más se puede pedir.

Cuando llegue septiembre, le tocará volver guardería, será su último año antes de dar el salto al colegio. Y en este punto, y como no vamos a hacer todos los artículos de esta serie de crónicas de agosto sobre bares, entra algo que a los de provincias en Madrid nos llama mucho la atención: el proceso para encontrar una guardería en la capital. ¿Por qué en la gran ciudad las guarderías eligen a las familias y no pasa al revés?

La respuesta, aunque muy sencilla, desafía los esquemas de los que somos de sitios donde falta gente: en Madrid hay más niños que plazas. En consecuencia, llama la atención cómo en primavera, después de presentar la pertinente documentación, hay unos días en los que en el foro no se habla de otra cosa: las listas de admitidos para los centros de Educación Infantil.

Esteban Hernández

Año tras año y antes del verano, suele ser a finales de mayo o principios de junio, contrasta cómo los padres cuyos hijos han sido admitidos en las guarderías públicas que querían brindan con champán; mientras que aquellos -los más- que no han conseguido plaza en los centros públicos, se resignan a poner a parir al sistema en el bar o en las redes sociales. No es para menos: quedarse sin una de estas codiciadas plazas, si además no tienes una red familiar cercana que amortigüé el golpe es motivo de pánico.

Eso en provincias no pasa. Hay menos niños y también, como es lógico, menos plazas, pero como explican los padres de Martín, "suelen ser más que suficientes", por lo que la fórmula, al contrario que en Madrid, no está rota. El único problema con el que se pueden encontrar los padres de provincias en este trance es que, quizá, les toque una guardería que no fue su primera opción y que, por ende, no está tan cerca de casa. Eso sí, como mucho será la segunda de sus alternativas preferidas.

Paradójicamente, si esto mismo le pasara a una pareja en Madrid, no podrá decir que ha triunfado, pero sí que ha ganado la partida al sistema, ya que al menos han sido admitidos en el sistema público, con las consiguientes ventajas económicas que conlleva. En provincias, no tener plaza en el centro del barrio supone, en el peor de los casos, un paseo de 15 minutos. Paradójicamente (bis) es lo que se tarda en la capital en llegar hasta una guardería que está cerca de casa.

Enrique Delgado Sanz

Así que, esas familias que no son lo suficientemente ricas como para vivir sin mirar la cuenta corriente, pero tampoco son lo suficientemente pobres como para conseguir todos los puntos posibles por nivel de renta y se han quedado sin plaza en las guarderías públicas, tienen que buscarse la vida. Se trata de un eufemismo que no significa otra cosa que rascarse el bolsillo.

Como expone otro padre, en este caso con hija madrileña, es en este punto en el único que se tiene la libertad para elegir: "Nos han hablado muy bien de las públicas, pero de nuestros conocidos, solo han entrado ahí los hijos de familias numerosas. Además, estamos contentos con la guardería privada y se adapta mejor al ritmo profesional".

No deja de ser curioso que, salvo excepciones, en la gran ciudad sean las guarderías las que elijan a las familias y no pase al revés. Será porque allí estamos más acostumbrados a que cierren los colegios porque faltan niños.



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