Cuando baja del escenario, la drag queen Pitita (Cerdanyola del Vallès, 29 años) solo piensa en su sofá y en poner una serie en la televisión para desconectar de un mundo hiperconectado. Escoge el elegante Hotel Cotton House de cinco estrellas de Barcelona para charlar con EL PAÍS. “Ayer trabajé con ellos y fue un éxito”, comenta mientras se abanica y pide un daiquiri a un camarero. El drag es la única expresión que ha encontrado para sentirse libre. “Ha cambiado la vida de muchas personas que estaban perdidas”, afirma tras dar un sorbo al cóctel.
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