La zona más comercial de Conde de Peñalver es un inventario de multinacionales de la moda y del ocio, una avenida tan impersonal y homologable como cualquier calle de cualquier ciudad. Por eso destaca tanto la burbuja espacio-temporal de Deportes Cóndor, cuyos escaparates y espacios interiores se resisten a la tiranía de los negocios modernos.
Podría rodarse dentro de la tienda una película de época de Garci. Los mostradores de madera relucen en su propio desgaste. La decoración de las paredes es un inventario de fetiches. Y no se utiliza la antiquísima caja registradora, pero seguramente funciona como lo hizo a mediados del siglo XX, cuando Deportes Cóndor abastecía de balones y de equipación a los clubes españoles y a las selecciones de baloncesto y de fútbol.
Ya se había registrado en el “laboratorio” de la tienda la patente de la válvula de inflado, un pequeño (y gigante) avance de la Humanidad que patentó Blas Pardo en 1950. Él mismo había fundado Deportes Cóndor en 1935, exactamente en el mismo lugar donde el templo se encuentra ahora. La oferta de material deportivo se añadía a los artículos de viaje, aunque la especialidad de los últimos años –de las últimas décadas– consiste en el boxeo y en los deportes de contacto.
Lo demuestran las propuestas del escaparate, la fidelidad de los clientes, la extraordinaria variedad de la oferta y la exposición de un calzón negro y blanco que perteneció a Whitaker. Resiste Deportes Cóndor como una tienda de barrio, o como la única tienda de un barrio que ha dejado de ser un barrio. Quiere decirse que la originalidad la preserva de la competencia circundante.
Cóndor, así sobrevive la pequeña tienda española que inventó el balón de fútbol
Ulises Sánchez-Flor
Han hecho a los propietarios toda clase de ofertas para comprar el local, pero los herederos de la estirpe de Blas Pardo resisten con firmeza en sus mostradores. Y se relacionan con los clientes con una profesionalidad y una calidez que ya solo pueden encontrarse en situaciones y espacios minoritarios de la gran urbe.
Y ha sabido modernizarse Deportes Cóndor. No por haber cambiado la idiosincrasia de la tienda, ni haber tocado las fotos de época, sino porque la marca pionera de balones, de equipación, de pasión pugilística, se desdobla en una magnífica tienda online que garantiza las inquietudes de quienes no pueden desplazarse a Conde de Peñalver número 15. Deberían hacerlo tarde o temprano.
Y no porque Deportes Cóndor esté en peligro de extinción ni corra peligro frente a las multinacionales al acecho, sino por la experiencia que supone encontrarse en un negocio de época cuyo almacén es un potosí y cuyos dependientes se desempeñan tan eruditos como eficaces.
Me sucedió adquiriendo unos guantes de boxeo. Me hice aconsejar por el criterio de un experto que acostumbra a despachar a profesionales y noveles, sabiendo qué necesita cada uno y cuánto presupuesto es razonable. Y se marcha uno de la tienda deseando volver, más o menos como si personarse en el 15 de Peñalver fuera un acontecimiento.
Cuestión de historia. Cuestión de historias. Incluida la esfera de cuero y la válvula revolucionaria del balón Cóndor con que se disputó el Mundial de Brasil de 1950. La patente está enmarcada en el altar mayor de la tienda, como el acto fundacional de una tienda que resiste con la tenacidad del las piernas y las manos de Pernell Whitaker.
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