Diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta… contar el número exacto de periodistas acreditados para la segunda cita judicial de Begoña Gómez es casi imposible. La mujer del presidente estaba llamada a declarar como imputada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, aunque finalmente optó por no responder a ninguna pregunta. La Plaza de Castilla estaba repleta de profesionales de la información –arrinconados en un minúsculo carril bus– y varios manifestantes frente al 100 montaditos. La última vez, tuvieron que celebrar su protesta en la boca del Metro; esta vez, en cambio, les han desplazado a otra zona de la plaza.
Sombrillas, agua, gorras y suspiros. “¡Nos han puesto aquí aposta!”, dice en alto uno de los protestantes. Este hombre está convencido de que el dispositivo de seguridad busca conseguir que pasen calor. Lo cierto es que las previsiones meteorológicas para este viernes, al margen de la cita judicial, ronda los 40 grados. “Traemos botellas de agua y gorritas”, explican los organizadores de la protesta. Algunos asistentes llevan camisetas de la Selección Española recicladas del pasado domingo. Otros tantos, la mayoría de avanzada edad, defienden que "España está perdida". Lo cierto es que, al inicio, apenas rondaban las 50 personas. Como viene siendo habitual, también estuvieron presentes los parroquianos frente a la sede del partido socialista, el punto neurálgico de las protestas contra el presidente del Gobierno. Los últimos de Ferraz han cambiado los abrigos que vestían en noviembre por pantalones cortos y paraguas con la bandera nacional.
Los primeros en llegar a las inmediaciones de la plaza lo hicieron con ganas de guerra: llevaban pancartas, megáfonos y un cartón pluma de Begoña Gómez con un birrete de Catedrática de la Universidad Complutense de Madrid. Su ánimo fue evolucionando según pasaban los minutos. La mujer del presidente estaba llamada a declarar a las 10 de la mañana, entró a la sala a las 10:10 y, a las 10:30, se conoció la noticia de que se había acogido a su derecho a no declarar. El pescado se vendió en menos de media hora. "¡Normal, para ella es mejor callar a mentir!", dice uno de los presentes anti-Sánchez que vocea en el megáfono.
"Haga sol o nieve, de aquí nadie se mueve", coreaban. 10 minutos más tarde, recorrieron toda la Plaza de Castilla en busca de una sombra. Lo hicieron gritando a pleno pulmón a los vehículos que circulaban por la carretera, insultando a viva voz al Gobierno central y sin tener del todo claro si la prensa es cómplice o enemiga. Este periódico escuchó declaraciones sobre "la manipulación de los medios de comunicación" y, poco después, cánticos a favor de la "libertad de información".
Una vez más, Begoña Gómez llegó al juzgado por el garaje. Esto le permitió, al igual que a principios de julio, evitar el paseillo de las críticas. La entrada de la mujer al edificio era una de las grandes expectativas de la jornada. Cabe recordar que el juzgado cuenta con multitud de entradas: una pequeña en una esquina, una principal, otra trasera y dos accesos para los vehículos.
Además, media hora antes del arranque de la declaración, en torno a las 9:30 de la mañana, Vito Quiles -Jefe de Prensa de Alvise Pérez- aguardaba en la parte de atrás del juzgado junto a dos compañeros. Iban de punta en blanco, mirando el móvil y pendientes de quienes paseaban alrededor. Quiles protagonizó una polémica jornada el pasado cinco de julio por colarse en el interior del edificio. Esta vez, volvió a acceder a la sexta planta del juzgado, pero fue expulsado inmediatamente.
El despliegue policial vuelve a protagonizar la cita. Este periódico contó más de siete furgonetas de la Policía Nacional y agentes en cada esquina. “Es un dispositivo acorde a las circunstancias y a las personalidades”, señalan fuentes del cuerpo de seguridad. De hecho, y puesto que la prensa tuvo que ocupar el carril bus, se desviraron ligeramente los trayectos de las líneas 147 y 5 de los autobuses de la EMT. Nada de esto sentó bien a una de las mujeres que esperaba en la parada del transporte público: "Pero a ver, ¿va a pasar o no?", decía en alto desesperada. La Delegación del Gobierno ha preferido no dar detalles concretos del dispositivo precisamente para mantener "la seguridad" del mismo.
Quienes paseaban por la zona no salían de su asombro. "¿Qué pasa ahora?", preguntó un joven francés desorientado. El chaval desconocía por completo las razones del revuelo en Plaza de Castilla. Quienes viven su vida más allá de la actualidad no tiene ni idea de qué está ocurriendo en la sexta planta del juzgado. Al otro lado de la calle también hay un puesto de cafés y bollería latina. El encargado escucha Marc Anthony, sirve a los clientes y resopla: "Otra vez hay lío", dice mientras canturrea 'Ahora Quien' del artista.
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