Pasamos 24 horas como los concursantes de 'Supervivientes': "Nos tiene que atender el médico"


         Pasamos 24 horas como los concursantes de 'Supervivientes': "Nos tiene que atender el médico"

Todo comenzó como una broma y se convirtió en un ‘no hay huev…’ de manual. Acabó siendo la noche más mágica, más dura y más esclarecedora, una...

Todo comenzó como una broma y se convirtió en un 'no hay huev…' de manual. Acabó siendo la noche más mágica, más dura y más esclarecedora, una noche de esas que muy pocos viven y que te reconcilian con esta profesión.

Pero empecemos por el principio. Mediaset ha invitado a un pequeño grupo de periodistas a pasar una semana en los Cayos Cochinos, en Honduras, para ver cómo se graba y emite Supervivientes. En la agenda, asistencia a una gala, al control de realización en directo, probar los juegos, reuniones de escaleta, entrevistas… Acceso ilimitado y sin restricciones.

- ¿Sabéis qué molaría? Pasar una noche en una de las playas, en las mismas condiciones que los supervivientes, dijimos los periodistas.

- ¿Queréis? Sin problema, dijeron desde producción.

Producción de Supervivientes, del primero al último del equipo, son la Capilla Sixtina de las producciones. Las miles de cosas (con helicópteros, lanchas, material técnico y coordinar a 200 personas por medio, entre otras) no les impidió cumplir nuestros deseos. ¿Magia? Chúpate esa, Mago Pop.

Un día después tenemos lista la aventura. Nos dan sacos de arpillera con nuestros nombres y podemos meter lo que está permitido a los concursantes del reality de aventura extrema (lo de extrema lo certifico ahora sin duda alguna): ropa, chubasquero y un objeto personal. En nuestro caso y de manera excepcional, pues hay que documentar la experiencia, es el móvil. De poco sirve en Playa Uva, en Cayo Menor, que será nuestro destino y hogar por 24 horas. No hay cobertura.

La cosa comienza con un traslado pesaroso en lancha del continente a los Cayos. Hay mala mar y la barca salta, en un viaje de marca Rompehuesos. Por detrás, la cicatriz blanca que la embarcación le hace al mar. Lo bueno del mar es que las heridas se le cierran rápido y te olvida. Mar, 1 – Tu ex, 0.

Por delante, incertidumbre. ¿Saben ese momento en el que llegas a lo alto de una montaña rusa y te preguntas para qué leches te subiste? Es la misma sensación.

Llegamos a nuestra playa, Uva, al suroeste de la isla. Los concursantes la acaban de abandonar y está tal cual la dejaron. Nos explican las reglas: fuego solo se puede hacer en el lugar designado, pues debajo hay una placa de metal que protege la arena y no dejará rastro cuando se acabe el reality. No podemos pescar pulpos, ni erizos, ni tiburones, ni barracudas, algunas especies de peces protegidos y por supuesto, tampoco iguanas, lagartos ni pájaros.

La dotación de playa incluye kit de pesca, gafas de buceo, un vaso para cada uno, una lata, solo una, de jamón cocido, media pastilla de jabón, algo de gel, cepillos de dientes, machete, navaja, dos pequeñas sartenes, dos cocos, una olla, esterillas, lona y sacos de dormir. Ah, y un chisquero, que es otra excepción respecto a los supervivientes, que han de hacer fuego por sus propios medios.

Muy bien avenidos, nos distribuimos los trabajos en cuanto la barca se da media vuelta dejándonos en la orilla. Cogemos caracolas y lapas y conseguimos carnada. El olor de esos animalillos tardará horas a irse de las manos. La sensación incómoda de la suciedad nos da su oloroso hola. Destripe un boquerón, ponga las manos al sol un rato y se hará una idea. No, no lo haga, en serio, créame, es un asco.

Vamos a pescar. Vemos un centollo enorme. Muy grande. La proporción de la sensación de acojone y las ganas de comérselo son de 125 a 1. Lo intentas cazar y te hace una llave de judo. Paso. Me conformo con un pez incauto que pica, medianito, amarillo rayado, con largas espinas dorsales. Ya antes de cocinarlo sabe a triunfo, a vuelta a la supervivencia primitiva, aunque hemos empleado un anzuelo y sedal modernos. Ahora quiero ir en taparrabos todo el rato a lomos de un mamut.

A la vuelta de semejante acopio de mercancía, que haría palidecer a los cazadores de ballenas japoneses, los compañeros han hecho fuego y colocado la lona a pie de playa. Llevamos apenas hora y media en Playa Uva y ya se va la luz, sobre las seis y media.

Antes de caer la noche nos visita el inspector de playa que estará de guardia en el cayo (ellos garantizan la seguridad y el cumplimiento de las normas por parte de los concursantes y deciden si surgen imprevistos. En la playa son los únicos autorizados a hablar con los concursantes y solo lo imprescindible). Nos recuerda las normas y explica el uso del walkie, nuestra única comunicación. Nos desea suerte. Él sabe bien como son las noches aquí. Se va y es como ver alejarse a una madre.

Hacemos la cena en la rudimentaria cazuela de hierro. Lentejas en agua dulce y, al rato, arroz. Está soso. No hemos tenido tiempo de hacer sal y no caímos en usar agua de mar. Abrimos un coco. No sabe a nada. Nos lo co... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}

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