La brecha de género de la adicción: los hombres consumen cocaína y las mujeres beben más y tardan en pedir ayuda


         La brecha de género de la adicción: los hombres consumen cocaína y las mujeres beben más y tardan en pedir ayuda

Mujer, de 42 años, con un consumo problemático de alcohol y con trastorno de ansiedad severa. Es el perfil de las mujeres que suele atender Proyecto Hombre...

Mujer, de 42 años, con un consumo problemático de alcohol y con trastorno de ansiedad severa. Es el perfil de las mujeres que suele atender Proyecto Hombre por problemas de adicción. Una atención que reciben, además, 18 años después de desarrollar un consumo problemático. La entidad, que ha presentado este jueves su informe de 2023 sobre las personas con problemas de adicción en tratamiento, advierte de un consumo "normalizado y banalizado" entre la sociedad y vinculada a sustancias que son legales, como el alcohol o las benzodiacepinas, y que son más consumidas por mujeres que por hombres.

Las cifras revelan que la edad media de las mujeres que acuden a los centros es de 41,6 años, dos años superior a la de los hombres. El informe muestra diferencias entre ambos sexos, pues, mientras entre los varones el principal consumo problemático es la cocaína (42%), seguido del alcohol (34%); entre las mujeres ocurre al contrario: la sustancia que mayor protagonismo adquiere es el alcohol (47%), y la segunda la cocaína (35%). Aunque es destacable que, por primera vez, la cocaína ha alcanzado el 35% de referencia en los ingresos de mujeres, una tendencia ascendente desde 2018.

"Este es un dato que nos ha impactado. El hecho de que el alcohol sea una droga legal y cuyo uso esté aceptado socialmente, hace que la percepción de riesgo disminuya y que estas mujeres normalicen su consumo y tarden más tiempo en pedir ayuda", afirma Ángeles de la Rosa, coordinadora de la Comisión de Evaluación de la Asociación Proyecto Hombre.

También hay grandes diferencias entre los ingresos por sustancias de uso legal, como las benzodicepinas y otros sedantes: el tratamiento por el consumo de estas sustancias se mantiene comparativamente superior entre las mujeres (1,4%) que entre los hombres (0,6%).

Además, ellas suelen empezar a consumir de forma regular o problemática cuando son más mayores. Por ejemplo, en el caso del alcohol, las mujeres empiezan a tomar grandes cantidades cinco años más tarde que ellos (a los 26 años); y, en el caso de los opiáceos o analgésicos, se inicia también cuatro años más tarde en mujeres (28,6 años).

Salud mental, estigma y los cuidados

Según De la Rosa, la "normalización" del consumo del alcohol o las benzodiacepinas, su "baja percepción del riesgo", el "temor al estigma" o que las mujeres suelen priorizar el cuidado de los demás, hace que en la mayoría de casos ellas tiendan a silenciar o a ocultar su consumo y tarden, de media unos 18 años en pedir ayuda. "En muchos casos tienen miedo a perder la custodia de sus hijos e hijas al hacer pública su adicción y suelen contar con menor apoyo familiar, económico y social", añade la coordinadora de la Comisión de Evaluación, que recuerda también que un 10,2% viven solas con sus hijos, frente a un 1,6% de los varones que tratan en Proyecto Hombre.

Además, la salud mental influye mucho más en las mujeres a la hora de desarrollar un consumo problemático. De las mujeres que trató Proyecto Hombree el año pasado, el 41,7% padecía problemas de salud crónicos en su día a día, diez puntos más que los hombres. La ansiedad severa es uno de los trastornos más frecuentes (84,9% ellas frente al 71% de ellos); seguida de los trastornos del estado de ánimo, como la depresión (75,4% frente al 55,5% de los hombres).

En esa línea es determinante también la situación socioeconómica, pues mientras en casi seis de cada diez mujeres (el 58,4%) la principal fuente de ingresos procedía de los subsidios, ayudas sociales o apoyo económico del entorno; en el caso de los hombres esa proporción es del 36,6%, pues la fuente principal de ellos sigue siendo el empleo.

Para Jesús Mullor, director del Observatorio Proyecto Hombre, es crucial reducir esas brechas de género en el acceso y la atención a las personas con adiciones, así como asegurar recursos que se adapten a las necesidades de las mujeres con hijos menores, como por ejemplo, que los programas asistenciales tengan horarios flexibles o que haya servicios de guardería.

Los datos, según Proyecto Hombre, demuestran también la importancia de asegurar un enfoque integral que aborde las adicciones de forma unida a la¡s problemáticas legales y familiares a las que se enfrentan las personas que se encuentran en tratamiento. "Es necesario la colaboración entre los servicios de salud mental y los programas de tratamiento de adicciones, así como la capacitación adecuada del personal que está en primera línea", añade Mullor.

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