La voz afónica de Soraya Sáenz de Santamaría, entonces vicepresidenta del Gobierno, defendiendo por mayoría absolutísima en el Senado la aplicación del artículo 155 en Cataluña, el 27 de octubre de 2017, uno de los momentos más graves de nuestra democracia, contrasta con la levedad de la votación parlamentaria de este jueves, en el que un Congreso roto por la mitad ha aprobado la amnistía para todos los delitos relacionados con el procès. Otra jornada histórica más que, lamentablemente, se ha resumido en la dialéctica habitual entre fascistas y demócratas, con bronca incluida entre diputados de Vox y de los partidos del Gobierno, que la presidenta de la Cámara no supo controlar.
La aprobación de la norma, todavía sin haber entrado en vigor, ha permitido a ERC y Junts cantar “victoria” y hacerse una foto de reconciliación, que no es tal. Y de momento poco efecto más, a la espera de lo que digan los jueces.
Los diputados independentistas se han buscado y abrazado en el patio del Congreso al finalizar la corta sesión. Oriol Junqueras y Jordi Turull han posado amistosos ante una nube de cámaras, dejando al lado su guerra civil particular. “Próxima estación: referéndum”, ha repetido Gabriel Rufián, el diputado que más ha defendido la solemnidad del momento al pedir a sus compañeros que no entraran en bronca con Vox, que gritó repetidamente “¡traidor!”.
Desde la tribuna de invitados, Junqueras seguía muy serio el pleno flanqueado por la expresidenta del Parlament Carme Forcadell, de riguroso amarillo chillón, y Dolors Bassa. Los tres pasaron por la prisión, igual que Jordi Turull, quien se sentó a diez butacas de distancia y tres columnas en medio, con la delegación de Junts. Curiosamente, Carles Puigdemont sobrevoló la Cámara al ser mentado por Rufián, para incomodidad general. “Gracias por tu gobierno valiente”.
Pero lo cierto es que el debate de la amnistía ha sido para muchos un mero trámite, repetido además por el veto del Senado, que les ha pillado en la resaca del concierto de Taylor Swift. Por ella se le ha preguntado al ministro Óscar Puente antes de acceder al pleno. “Toda España lo sabe”, ha respondido sobre su condición de fan. La diputada socialista Mercedes González, exdirectora de la Guardia Civil y exdelegada del Gobierno, se confesaba otra gran ‘swiftie’: “Es la Madonna de nuestra época”, comentaba divertida.
El jefe del Ejecutivo esperó a que terminara Alberto Núñez Feijóo para entrar en el hemiciclo y cumplir con su voto. “¡Cobarde!”, le gritaron desde la bancada del PP, que le recriminó que no defendiera él personalmente la ley ante la Cámara. Pedro Sánchez, como hizo en su investidura, envió a un diputado raso, Artemi Rallo, a defender la ley que le llevó a la Moncloa. “Filonazis” y “neofascistas”, les dedicó a los de Vox, que no paraban de gritar a la bancada del PSOE "¡traidor!" y "¡corrupto!". Y el pleno se encendió.
"Yo no vengo aquí a llamar neofascistas o filonazis a nadie. Vengo a hablar sosegadamente a los españoles", arrancó Feijóo su intervención, muy dura. El PP ha movilizado estos meses a miles de españoles, la última vez este domingo, aunque hoy no hubo presión en los alrededores del Congreso con la excepción de una docena de personas que increparon al ministro Marlaska cuando llegó: "¡Vendepatrias!".
Feijóo pronunció una frase que pareció hacer mella en los rostros de algunos diputados del PSOE, por lo demás bastante distraídos, como todos, con sus teléfonos móviles. "La historia será mucho más generosa con el señor Lambán que con ustedes", soltó en alusión a que el expresidente de Aragón fuese el único senador socialista que se ausentó de la votación en la Cámara Alta de una ley que no comparte. A Santos Cerdán nadie le agradeció su papel en la negociación, como sí hizo la portavoz de Junts a Gonzalo Boye y a otros dos asesores de Puigdemont.
Por los demás, solo el ministro Jordi Hereu se puso el pinganillo para entender lo que decía en euskera el diputado de Bildu, Jon Iñarritu, que intervino también en catalán luciendo su naturaleza políglota: domina el inglés, el francés y el hebreo. En la tribuna asistía un grupo de alumnos de Primero de Bachillerato, del colegio Villamadrid, a los que les había traído su profesora de Filosofía. Emocionados por estar en tan solemne lugar y encantados con la trifulca entre sus señorías.
Santiago Abascal, que cerró con un “¡Viva España!”, aprovechó para hablar casi más de política internacional tras su reunión con Netanyahu en Israel. Gerardo Pisarello, diputado de Sumar, calentó los humos a Vox y cinco de estos respondieron dando la vuelta al sillón del escaño mientras hablaba el portavoz socialista en modo de protesta.
Hubo un serio runrún cuando, durante la votación, se le llamó a la diputada de Podemos y secretaria general en Andalucía, Martina Velarde, ausente en el pleno de hoy. Pero la ley quedó aprobada, como se esperaba, por 177 a favor, 172 en contra y ninguna abstención.
Al finalizar el pleno, los periodistas preguntaron a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, sobre el impacto que tendrá la amnistía para la estabilidad de la amnistía. “Para la traición, la amnistía sí que es cojonuda”, le interrumpió el diputado de Vox Hernández Quero. Fuera, sus compañeros comentaban orgullosos otra escena inédita que ha tenido lugar en la cafetería reservada para los parlamentarios, a donde ha ido Junqueras antes de empezar el pleno. “Tú no puedes estar aquí, tú deberías estar en la cárcel”, le ha espetado Manuel Mariscal, según fuentes del grupo.
Mientras tanto, Turull y Junqueras daban ruedas de prensa multitudinarias para celebrar el éxito de la amnistía, eso sí, ya fuera de la sede de la soberanía nacional.
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