El incontrolable auge de los neochulapos en Madrid: "Hay letras de Zarzuelas que son rap"

El incontrolable auge de los neochulapos en Madrid:

"Hola chicas, ¿al final cuándo vamos a hacer la quedada?", pregunta una joven en un grupo de mensajería instantánea. "¡El 12 y el 15 de mayo!", responde otra. Dentro de la comunidad de Telegram Chulapeando, los nervios están a flor de piel. Más de 100 personas fanáticas de San Isidro se han unido para ir en comunidad a la pradera del santo durante las fiestas. No lo harán de cualquier forma; la idea es compartir la pasión de ir vestidas de chulapas a la celebración. Si bien esta tradición siempre ha quedado relegada a los mayores y las escuelas, de un tiempo a esta parte se está incrementando el interés juvenil por lo castizo. Pero, ¿por qué ahora todas quieren convertirse en la emperatriz de Lavapiés?

La explicación tiene multitud de aristas. El boom de la cultura del eventillo, la promoción de los influencers –María Pombo, familia y compañía– y la efervescencia por intentar recuperar lo nuestro empiezan a hacer mella en una generación hasta ahora desligada de los mantones de Manila y el clavel. La popularidad y el éxito de las últimas ediciones de la Feria de Sevilla son el espejo en el que se mira una capital que presume mucho de todo, pero que no tenía arraigada la costumbre y el folklore como los vecinos del sur.

"A mí siempre me ha interesado porque soy muy madrileña, pero mis amigas este año también quieren vestirse", ejemplifica Leticia Amor-Jurado, de 27 años. Por su parte, María utiliza las redes sociales para "poner de moda San Isidro". Apenas tiene 19 años y reconoce que solo se había puesto un traje de chulapa cuando era muy pequeña: "El interés viene porque siempre estamos yendo a las fiestas de otros sitios como la Feria de Sevilla o de Jerez, y me pregunto, ¿por qué no empezar a celebrar también lo que tenemos aquí y aprovechar la oportunidad?", explica a El Confidencial.

Esa relación que establece María con las ferias andaluzas aparece en cada conversación que se abre sobre el boom castizo. El auge de esas fiestas en los últimos tiempos y su capacidad para mantener su arraigo se ve como un éxito a emular. De hecho, la Feria de Sevilla lleva varios años batiendo el récord de visitantes y su tirón es tal que los locales incluso hicieron un referéndum para determinar cuántos días debía tener la fiesta. San Isidro, por ahora, es terreno casi virgen.

Dentro de este fenómeno emergente, hay quienes critican la falta de pureza en el nuevo interés castizo. Bárbara, de 29 años, es originaria del sur de Madrid. Es una enamorada de las Zarzuelas y lleva tatuada la palabra Entresijos, su comida favorita: "Las letras de Concha Piquer son increíbles. Es trapera. Si escuchas algunas zarzuelas y chotis, son como el rap", sentencia a El Confidencial. Para ella, el aumento del interés por San Isidro se hace de una forma "banal" porque lo consideran "una moda".

A esta madrileña le gusta que muchas – "porque los chicos pasan más" – se animen a vestirse, pero es tajante: "La cultura no es postureo. El traje de chulapa no es un disfraz, es un signo de cómo se revelaron los madrileños contra el afrancesamiento. Todo tiene un código, no puedes poner a Hello Kitty en el vestido. Los chavales creen que las tradiciones se tienen que adaptar a ellos y a sus gustos, y es justo al contrario. A muchos les preguntaría cuál es su chotis favorito y no sabrían decírmelo, igual que muchos de la Feria de Sevilla no reconocerían a José Mercé si se cruzasen con él".

Bárbara reivindica un Madrid más allá de la calidad de su agua y de la Mahou. "Para mí, esto está vinculado a mi familia, a mis abuelos que nacieron en La Latina y Lavapiés", continúa. Ahí, ve que la fiesta del santo aparece como un enganche a su pasado. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de recuperar esas raíces?

"La idea de proyectar lo castizo tiene multitud de contradicciones", explica Blanca Algaba, historiadora y doctoranda en cultura juvenil en los 70 y los 80 en Madrid por la Universidad Complutense. "Por ejemplo, para quienes ya hemos nacido y nos hemos criado en la capital, forma parte de quienes somos, es el sitio en el que hemos vivido y nos identificamos con él. Y me puedo vestir de chulapa, aunque a finales del XIX –cuando tuvieron su origen– mi familia residiese en Extremadura". La reflexión, sin embargo, no es nueva: "Cuando en los 80 se crea, por ejemplo, la Comunidad de Madrid, también surgió el debate de si esa identidad realmente existía", continúa.

El efecto María Pombo

En este nuevo debate hay una pata clave que marca toda la discusión: la de los creadores de contenido. "Creo que el tirón de San Isidro se basa bastante en el bombo que le están dando las influencers, que a su vez son las que más están empujando para que a los jóvenes les interese. Han visto que la Feria de Sevilla ya está llena y aquí de momento no hay nadie", explica Lorena, una publicista más conocida en internet por su cuenta @Hazmeunafotoasí, en la que desgrana toda la actividad influencer. "Además, a la mayoría de ellas les va a salir más natural lo de Madrid que vestirse de flamencas cuando no pisan Andalucía en todo el año. El mendigram de pedir cosas gratis a las tiendas para vestirte en el lugar donde vives canta menos que pedir un traje de flamenca cuando, como las Pombo, eres madrileño con raíces cántabras".

Para las marcas, cuenta Lorena, el apoyo a estas fiestas también tiene una justificación bastante clara. "No sé si será la razón principal, pero al final este tipo de eventos o fiestas son perfectos para meter tu marca en la conversación social sin chirriar demasiado", comenta. "Creo que este año por primera vez una marca de zapatos cogió una caseta de la Feria de Abril, la decoró con todos sus logos y la llenó durante una noche de influencers que iban vestidos con sus productos". La presencia de marca está muy reñida y el folclore local ofrece una nueva ventana para mostrar tus inventos.

Una imagen del taller de chotis de la pasada semana. (Ayuntamiento de Madrid)Una imagen del taller de chotis de la pasada semana. (Ayuntamiento de Madrid) Una imagen del taller de chotis de la pasada semana. (Ayuntamiento de Madrid)

El interés popular ha confluido con la apuesta municipal por ensalzar San Isidro. Este año, el Consistorio ha lanzado en su página web una ficha técnica sobre cómo elaborar el traje tradicional de chulapo –para hombres y mujeres– y los patrones exactos de las medidas de cada parte. E incluso la antigua vicealcaldesa de la ciudad, Begoña Villacís, llegó a proponer organizar una pasarela de moda chulapa igual que se hace con el vestido flamenco en las ciudades andaluzas. Además, este próximo 15 de mayo se celebrará en el Jardín de las Vistillas un concurso de desfiles; la intención, según fuentes municipales, es brindar la oportunidad a los nuevos talentos de explorar su creatividad reinventando los trajes tradicionales.

Es una forma de subirse a un carro que desde el área de Cultura también han percibido. Hablan de un incremento de la inquietud de la generación Z sobre el tema. "El otro día en el taller de chotis hubo 300 personas y muchos eran jóvenes", aseguran fuentes municipales. Este es otro de los grandes iconos del patrón madrileño: "Hay una fiebre por el chotis tremenda", relata minutos antes de acudir al pregón de las fiestas José Luis Campos, presidente de la Asociación Los Castizos. Y parte del fenómeno, según su percepción, fue aquel intento de baile del alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, el día de su boda: "Con ese video puso en valor el chotis".

Confirmar si los neochulapos se asientan en el poso cultural de las generaciones posteriores solo lo dirá el tiempo. De momento, continúa el debate abierto entre quienes lo consideran un peñazo de mayores y quienes quieren colocar a las gallinejas en el centro. La generación Z sueña con recuperar lo de antes, pero, ¿existe realmente un lugar al que volver? Algaba se pregunta, además, si se trata realmente de una recuperación o de ficcionar el pasado. No obstante, hay algo que sí tiene claro: "Los chulapos y chulapas tienen su origen en las clases populares, no elitistas". Lo mismo dice Bárbara: "Las chulapas vendían flores y eran verduleras y lavanderas".



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