Adiós a Ficciones, el último videoclub de Madrid: más de 50.000 películas y 38.000 usuarios registrados

Adiós a Ficciones, el último videoclub de Madrid: más de 50.000 películas y 38.000 usuarios registrados

Una vida más se apaga en Lavapiés. Epicentro de cinéfilos y peculiares amantes al séptimo arte, el último cineclub de Madrid echará el cierre este julio. Ficciones, como así se llama, no ha podido superar el embate de las plataformas de vídeo, como sí lo hiciera con la piratería. Lejos quedaron los tres locales que tuvo el mismo dueño y los tres dependientes en cada tienda que eran necesarios para atender toda la demanda.

Ahora, Marcia Seburo vive con tristeza e impotencia cómo tendrá que vender los más de 50.000 títulos que cuenta en un catálogo que ha llegado a ser disfrutado por 38.000 personas. Una despedida amarga se cierne sobre el emblemático barrio, cada vez más golpeado por la subida de los alquileres y el turismo.

Ficciones vio la luz en 2033, al albor de un boom de videclubs por todos los rincones de las grandes ciudades. Andrés Santana, primero amigo y luego sobrino político de Seburo, comenzó un proyecto que llegaría a cumplir dos décadas. "Al principio solo teníamos cine de autor. Eran cosas muy exclusivas. Esto no estaba hecho para encontrar películas como Rambo, Rocky o Titanic", ilustra la actual dueña del comercio. Así fue cómo Ficciones ha albergado, hasta ahora, una de las mayores colecciones en lo que a cine de culto y alto nivel se refiere.

Interior del videoclub. (Cedida)Interior del videoclub. (Cedida) Interior del videoclub. (Cedida)

En torno a 2010, Santana tuvo que reconceptualizar su negocio. El empuje de la piratería le llevó a aceptar que también tendría que alquilar películas comerciales, ya que sería la única forma de salvar su proyecto. "En ese entonces, Ficciones tenía tres locales. Uno en Lavapiés, otro cerca de Tirso de Molina y otro más en Malasaña. Eran tiempos muy buenos", relata Seburo con cierta nostalgia y pesar en su voz.

En sus palabras todavía queda ese poso de ilusión y acción frenética que llegaba en septiembre y octubre, a la vuelta del asunto veraniego: "Los sábados se formaban grandes filas que salían hasta la calle, y eso que había tres personas atendiendo en cada local. En aquel entonces, Ficciones compraba dos o tres películas por cada establecimiento, y muchas veces nos quedábamos cortos", rememora.

Pandemia y plataformas, la última puñalada

Los usuarios fueron a menos con la piratería, pero todavía era rentable este negocio que, años después, llega a su fin. "Teníamos muchos clientes que se negaban a descargarse las películas y venían aquí. Hablábamos, compartíamos, nos conocíamos… Todo eso cambió con la pandemia", añade esta boliviana, que lleva afincada en la capital desde hace más de 20 años.

El confinamiento dio una estocada que ni siquiera dos crowdfundings han podido evitar. "Todos encerrados, en el confinamiento, teníamos que buscar una forma de pasar el tiempo. Me llevé 25 películas, pero ya me las había visto, así que hasta incluso le pedí a mi hijo las claves de una plataforma de vídeo para poder ver otras cosas", comenta al respecto Seburo. El cine, una vez más, se convertía en herramienta para combatir la ansiedad y soledad generada por el coronavirus, aunque ello significó el principio de un fin demasiado anunciado para Ficciones.

El interior de Ficciones. (Cedida)El interior de Ficciones. (Cedida) El interior de Ficciones. (Cedida)

Pero Seburo no siempre estuvo al frente del videoclub. En torno a 2010, Santana le pidió que comenzara a trabajar con él. Mientras ella cumplía sus funciones como abogada en un despacho a media jornada de lunes a viernes, por las tardes de los fines de semana se empezó a introducir en el apasionante mundo de la cinematografía. "Yo nunca había sido muy cinéfila. Veía películas, pero casi las que me echaran. No seguía a ningún director ni me interesaba por su filmografía. Fue empezar en Ficciones y enamorarme de ello", agrega.

De grandes filas para alquilar una peli a solo un local

En 2013, las cosas se empezaron a tambalear más de lo habitual. Para entonces, Santana ya había clausurado el local de Lavapiés. En ese momento, Seburo empezó a gestionar por sí sola el que quedaba en Malasaña mientras que el de la calle Juanelo, cercano a Tirso, se mantenía en pie. "Se podía vivir todavía de aquello. Había meses buenos y otros malos, pero nada que no se pudiera solucionar con un poco de ingenio en las redes sociales o mediante concursos y sorteos", dice la misma Seburo.

Dos años después, cuando Santana consiguió una plaza fija como profesor universitario, el negocio fue insostenible. Decidió cerrar el local que él regentaba, pero los clientes se le echaron tanto encima y apoyaron mediante un primer crowdfunding que la andadura continuó, aunque en manos de Seburo, que comenzó a llevar los dos locales que permanecían abiertos.

José Ignacio Wert

Eso duró un año, hasta que Seburo cerró el de Malasaña. "Unifiqué los catálogos y por eso tengo tantas copias de muchas películas. Pronto vi las orejas al lobo, así que desde hace un año voy vendiendo segundas copias", comenta. No fue suficiente. El alquiler no dejaba de subir año tras año y los usuarios del cineclub iban a menos. "Tenemos miles de títulos que no tiene nadie más, quizá solo Video Instan en Barcelona", apuntilla. Tras la pandemia, decidió realizar otro crowdfunding que le permitió sobrevivir unos años más. Hasta ahora.

La resignación se apodera de Seburo cuando habla del modelo de negocio. En Ficciones, uno puede ser socio o usuario. Si te decantas por asociarte, tendrás que pagar una cuota mensual de siete euros al mes y tendrás derecho a un 15% de descuentos en los bonos y películas sueltas. Si prefieres quedarte como usuario, no pagas cuota, pero tampoco tienes derecho al descuento. Así, un bono de cinco películas para los socios se queda en 15 euros, y el bono de 10 películas, en 26,50 euros. Actualmente, en su base de datos, aparecen 38.000 personas que han formado parte de Ficciones. En cambio, los usuarios activos no deben pasar del medio centenar, según cifra ella misma.

El objetivo: vender todas las películas

Pondrá todas sus películas en venta, excepto algunas que ha decidido quedarse para ella. Es el caso de La condición humana, una trilogía dirigida por Masaki Kobayashi. Dice que, si la vendiera, tendría que pedir más de 200 euros por ella. Otros tantos títulos algo especiales oscilarán entre los 20 y 50 euros, aunque la mayor parte de ellas las venderá un 15% rebajadas del precio al que cualquier persona las puede comprar por Amazon. "Y si no están ahí, ya pongo yo el precio", afirma con seguridad.

A sus 64 años, Seburo se jubilará cuando eche el cierre definitivo de Ficciones. "No me quedará mucha jubilación porque tendré unos 19 años cotizados en España, sobre todo porque los últimos 10 vengo siendo autónoma societaria", apunta. En cambio, por mucho tiempo que pase, siempre recordará estos años al frente de un local referente en Madrid, no decano, pero sí el que más ha sobrevivido a los nuevos tiempos del sedentarismo y la inmediatez.

El interior de Ficciones. (Cedida)El interior de Ficciones. (Cedida) El interior de Ficciones. (Cedida)

Sus paredes han acogido algunos rodajes de películas, como el de Daniel Monzón con Luis Zahera y Manolo Solo. También traspasó la puerta Javier Gurruchaga para grabar una entradilla para los Premios Goya de hace unos años. El actor y vecino de Lavapiés Tamar Novas se merece especial mención, pues Seburo le guarda un gran aprecio debido a su gran preocupación por el videoclub.

"La gente se ha apalancado, se ha quedado en lo cómodo, en el zapping permanente e incesante. Ven lo que les pongas, no lo que ellos quieren, eso es lo que a mí me da más pena. Se me parte el corazón de pensar que esto se acaba, pero así es la vida", se despide una Seburo a la que, sin quererlo, el devenir de los tiempos ha convertido en una figura de referencia al hablar de aquellos lugares que unían personas y se compartían aficiones.



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