Este 4 de marzo, los obispos españoles comienzan su asamblea plenaria de primavera, en donde, como punto principal, habrán de elegir al sucesor del cardenal Juan José Omella como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Todo apunta a que el sustituto será el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello. Sin embargo, y aunque no está en el orden del día de esa reunión de los obispos de las 70 diócesis españolas, los consultados por El Confidencial dan por hecho que también tratarán el asunto que estos días se ha hecho viral en las redes sociales: la petición de oraciones efectuada por un grupo de curas que ha sido interpretada como un deseo de que se muera este Papa, demasiado reformista para sus gustos, más alineados con los postulados eclesiales anteriores al Concilio Vaticano II, ese intento de aggiornamento que, en los años sesenta del siglo pasado, propició una tímida modernización en la Iglesia universal.
Sucedió el pasado 22 de febrero, durante la transmisión, vía YouTube, de una de las "tertulias contrarrevolucionarias" donde media docena de curas pontifica semanalmente sobre lo divino y lo humano ante una parroquia virtual que sobrepasa los sesenta mil incondicionales y en donde uno de ellos —perteneciente a la archidiócesis de Toledo—, al inicio del programa y a modo de saludo, afirmó que "yo también rezo mucho por el Papa, para que pueda ir al cielo cuanto antes". "Yo también me uno a las oraciones del padre Gabriel para el Santo Padre", se sumó un cura estadounidense, representante de un clero sin grandes simpatías tampoco por el Papa argentino. "A ver si rezamos más fuerte", apostilló entre las risas de los contertulios el cura moderador, también perteneciente al presbiterio de Toledo, considerada una de las diócesis más integristas de España, pero también la que cuenta con mayor número de vocaciones sacerdotales.
Ante el escándalo suscitado, y advertidos por su arzobispo, que hizo público un comunicado en el que mostraba su "profundo rechazo" y les instaba a "pedir perdón por tales declaraciones que lesionan la comunión de la Iglesia y escandalizan al Pueblo de Dios", los curas se vieron obligados a salir al paso de aquellas oraciones —en unos días en los que el Papa había tenido que cancelar su agenda por enfermedad— y amagaron con algo que pretendía ser una petición de perdón. "Es un comentario de mal gusto y, aunque no expresa deseos de la muerte del Papa, como algunos medios maliciosamente han difundido, comprendemos que se pueda entender de esa forma", señalaron a través de la red social X. Igualmente, lamentaron los "problemas ocasionados" a sus obispados "ante la llegada de protestas coordinadas" por sus manifestaciones, aunque sin evidenciar el consiguiente "propósito de enmienda que conlleva", como apuntó un obispo consultado por este medio: "No estaría mal que aquellos que agradecen nuestra labor manifestaran, si les parece oportuno, su apoyo", pedían también los curas como forma de presionar a sus obispos. Cosa que sucedió.
"Son curas que están descontentos, aunque la verdad es que hay obispos en España a los que tampoco les gusta Francisco. No es nada nuevo. Sucedió antes con otros papas reformistas, como Juan XXIII o con Pablo VI, de quien los integristas decían que ‘el humo de Satanás había entrado en la Iglesia’", señala un alto jerarca de la Iglesia española con muchos años de vuelo en la formación de seminaristas. Al igual que otros obispos, apunta a una falta de "madurez psicológica" de estos curas tertulianos, pertenecientes en su mayoría a las generaciones que fueron formadas en unos seminarios bajo el marchamo de Juan Pablo II, un papa nacido en la Polonia comunista y a quien se le atribuye ser uno de los artífices de la caída, en la década de los 80, del bloque soviético, junto con el presidente norteamericano, Ronald Reagan.
La rebelión de Toledo
Esta salida de tono contra el Papa tenía lugar apenas mes y medio después de que, también encabezados por un grupo de curas de Toledo, se pusiese en circulación una petición a través de change.org en la que solicitaban a Francisco que, "por el bien de la Iglesia, anule Fiducia supplicans", la nota emitida el 18 de diciembre por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio) que permitía las bendiciones de personas en situación irregular, como las parejas homosexuales o las de divorciadas y vueltas a casar, y que interpretaban que en la práctica equivalía a un matrimonio e iba directamente contra el magisterio y la tradición de la Iglesia.
Casi al mismo tiempo, un cura salido de la diócesis de Toledo, y ahora obispo en Perú (en una prelatura que depende jurídicamente de la diócesis manchega), emitía un "mensaje pastoral" donde manifestaba su intención (y la de sus curas) de no bendecir "a las parejas del mismo sexo o en situación irregular". Era la rebelión, encabezada por eclesiásticos españoles, pero con repercusiones en todo el mundo, contra el primer Papa latinoamericano en la cabeza de su teólogo de cabecera y redactor de Fiducia supplicans, el también argentino Víctor Manuel Fernández, el actual ‘ministro’ de Doctrina de la Fe —en su día, él mismo investigado por ‘heterodoxo’ por la antigua Inquisición—, y a quien los sectores más involucionistas desprecian intelectualmente al compararlo con el cardenal Ratzinger, exprefecto de ese dicasterio antes de convertirse en Benedicto XVI.
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Este texto, que el Vaticano se vio obligado a matizar —ante el peligro de incendiar todo el continente africano, donde la homosexualidad no es algo con lo que se tenga demasiada consideración y donde los obispos ven más tolerable tener mujeres e hijos que aceptar bendecir a un gay— era la gota que colmaba el vaso del descontento de unos curas y obispos a quienes, desde muy pronto, se les atragantaron las reformas de Francisco, con un claro contenido social y de cierta ‘relajación’ en la estricta moral católica, más de pan que de incienso.
Tras presiones de Roma, el arzobispo de Toledo emitió en aquella primera semana de enero un comunicado con guante de seda en el que pedía a los curas levantiscos contra el texto doctrinal específicamente aprobado por el Papa "un esfuerzo por acoger esta palabra autorizada de la Iglesia", a la vez que les instaba a "evitar la dialéctica pública de confrontación".
Pero, tras el nuevo escándalo por las oraciones para enviar al cielo lo antes posible a Jorge Mario Bergoglio, en la Conferencia Episcopal hay obispos que creen que el de Toledo debería haber tenido una actitud más enérgica contra esos sacerdotes. Saben, de todas maneras, que es una diócesis complicada en ese sentido, marcada por una formación muy conservadora en su numéricamente potente seminario, y muy presente todavía la impronta que dejó en su día el cardenal Marcelo González, el hombre que ofició los funerales de Franco y que, con otro puñado de obispos afectos al régimen —‘los obispos del búnker’—, pidió el voto negativo o la abstención en el referéndum sobre la Constitución de 1978.
De ese seminario han salido también dos de los obispos más críticos con este pontificado, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, y el obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, quienes también han arremetido contra Fiducia supplicans, llegando, en el caso de este último, a pedir directamente la retirada de este documento sobre las controvertidas bendiciones, en lo que es una actitud impensable por parte de ambos frente a otros papas y prefectos de Doctrina de la Fe. Aunque el propio Munilla ha tenido que parar los pies a uno de sus curas, al que, en medio de este ambiente eclesial —"que no es sano", reconoce otro obispo—, ha suspendido por llamar "hereje" y "falso papa" a Francisco.
"Muy firmes en sus postulados"
"Es un fenómeno mundial que afecta a esas corrientes de jóvenes que no vivieron el Concilio Vaticano II y la renovación que trajo a la Iglesia", diagnostica un obispo. "Es la vuelta al conservadurismo eclesial, un fenómeno que va más allá de los seminarios y que tiene unos denominadores comunes: son jóvenes que, como esta sociedad, viven una juventud líquida, más comprometida con lo cultual, con los ropajes y trapitos clericales, poco implicados en temas sociales, negacionistas del cambio climático, las vacunas…". Otros apuntan a una reafirmación ("la contrarrevolución" que dicen los curas de la tertulia) en un momento en el que el estallido de la crisis de los abusos sexuales los ha puesto en el disparadero de las críticas y se sienten cuestionados, cuando no directamente insultados por la calle o cuando van en el transporte público. "Un poco a la imagen de la polarización que también se percibe con total claridad en el conjunto de la sociedad", señalan.
Son jóvenes —algunos, porque "la mayoría de los curas no son así", subrayan las fuentes rápidamente— "muy firmes en sus postulados", que ya traen de base, por lo que "buscan ellos mismos el tipo de seminario en el que quieren formarse". Algunos obispos que en su día fueron formadores en seminarios asisten ahora atónitos a este cambio de piel. "Antes había que pedirles en clase que opinaran sobre los temas que estudiábamos. Ahora todo es opinión por su parte. Va a buscarla a Internet, a esos grupos estufa que son afines a ellos y a quienes une el algoritmo, sin olvidarse de los que escuchan o les dicen directamente sus obispos u otros sacerdotes…". Y así se cierra el círculo de los púlpitos de la polarización.
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