Me hizo ilusión coincidir hace unos días con Plácido Domingo en el Auditorio Nacional. Había acudido el maestro al concierto de Zubin Mehta, amigo de toda una vida y cómplice necesario en el hito de los tres tenores en Caracalla. Charlamos un rato en el descanso. Y me estuvo hablando de sus vínculos con Madrid. Reside en la capital más tiempo que nunca. No tanto porque se haya apaciguado su agenda de artista nómada y de músico itinerante -acaba de cumplir 83 años- sino por la voluntad de arraigarse en la ciudad donde nació (y donde, en realidad, ha vivido muy poco tiempo).
Tenía gracia que a Domingo se le identificara como "el tenor de la calle Ibiza". La fama universal del tenorísimo no contradecía las connotaciones locales y localistas, aunque el exilio prematuro del cantante a México a bordo de la compañía de zarzuela de sus padres le extirpó del Retiro.
Hay una placa en la calle Ibiza 30 que conmemora la llegada al mundo de Domingo. Allí nació el 21 de enero de 1941, mientras que el bautizo del mesías sobrevino un par de meses más tarde en la parroquia capitalina de Nuestra Señora de Covadonga. He localizado el acta que acredita el acontecimiento (libro cuarto, folio 359). Verla y palparla representa una oportunidad para descubrir que el nombre completo del futuro artista respondía a "José Plácido Domingo Embil". También consta que su padre, oriundo de Barcelona, se llamaba Plácido, y que su madre, nacida en Guetaria (Guipúzcoa), como Elcano y Balenciaga, respondía a la identidad de Josefa. Quiere decirse que Domingo es un madrileño accidental cuyo hogar fue Nueva York y cuya residencia vacacional se aloja en Acapulco.
Plácido Domingo, madrileño universal
Rubén Amón
No se le podía reclamar arraigo a un cantante de semejantes inquietudes apostólicas. Domingo ha pasado media vida en los hoteles y la otra media en los aviones, aunque la dimensión planetaria del maestro no ha descuidado nunca los vínculos con el foro. Por el madridismo extremo del cantante. Por la frecuencia de sus actuaciones en la Zarzuela, el Auditorio y el Real. Y por el significado de algunos espectáculos multitudinarios: Plácido Domingo protagonizó un Otello en el estadio Vicente Calderón y convocó 200.000 personas en las praderas de la Ciudad Universitaria.
El hito se produjo hace cuatro décadas y puede considerarse una premonición de la ópera de masas. Tal era la popularidad del tenor que llegó a especularse en aquellos tiempos de gloria con la hipótesis de su candidatura a la alcaldía de Madrid. La propuesta estuvo en el horizonte de electoral de Alianza Popular (el embrión del PP) como antídoto al carisma de Tierno Galván, pero nunca formó parte de los planes del cantante.
Hubiera sido imposible gobernar la ciudad desde el Metropolitan, la Scala o el Teatro Colón de Buenos Aires. Y no hubiera tenido sentido sacrificar a un cantante de época bajo las obligaciones de un desempeño político.
Plácido Domingo y su vuelta con lágrimas al Teatro Real
P. Barrientos
Ya se ocupaba Domingo de madrileañear allí donde se encontraba. Lo hacía evocando el chotis de Agustín Lara -"En Chicote un agasajo postinero…"- y aludiendo al inequívoco, sentimental y premonitorio pasaje de Luisa Fernanda: "De este apacible rincón de Madrid, donde mis años de mozo pasé, una mañana radiante partí, sin más caudal que mi fe".
Ha encontrado su rincón madrileño Plácido Domingo. Y vive más tiempo que nunca en la capital. No en el número 30 de la calle Ibiza, sino en un "condominio" señorial en el barrio de Salamanca que invita a identificar al octogenario maestro con el título del "barítono de la calle Serrano".
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