En el ecuador de la campaña del 23-J, Alberto Núñez Feijóo, en una conversación con periodistas, reveló que se veía en 168 escaños y que ya tenía claros los nombres de su posible Gobierno. La estrategia de dar la victoria por cantada nadie la entendió. Y lo mismo sucedió con muchas de las decisiones que se tomaron en el mes previo, como la cascada de pactos autonómicos y municipales con Vox.
A una semana de las elecciones gallegas, la dirección popular ha contado que, en las conversaciones que mantuvieron con Junts —a las que finalmente da entidad—, valoraron conceder la amnistía. También que, si Feijóo hubiera sido presidente, se habría planteado el indulto, con condiciones, a Carles Puigdemont. En estos momentos, el desconcierto es absoluto en el PP.
Los socialistas le presuponen a Feijóo capacidad política, por mucho que hayan hecho correr la tesis de que una cosa es gobernar Galicia y otra dirigir la Moncloa. Por eso opinan que, si Génova ha dado estos detalles, es porque teme que el expresidente haga públicas las conversaciones que mantuvo con el PP. Es "obvio" que es una "explosión controlada", destacan en el PSOE. Y, a las puertas del 18-F, van a rentabilizar al máximo las revelaciones de los populares sobre la amnistía y el indulto y contrastarlo con su discurso estos meses.
La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, exigió este lunes al PP que aclare "qué pacto" con Junts y "qué más está ocultando". Todo el Ejecutivo está volcado en poner a Feijóo en evidencia. La vicesecretaria general del PSOE y vicepresidenta primera, María Jesús Montero, subrayó también hoy si se pensó amnistiar a los implicados del procés "al mismo tiempo que animaba a los ciudadanos a manifestarse en contra". "No recuerdo mayor ejemplo de hipocresía". "Salgan a la calle contra Junts mientras yo trato de que me hagan presidente", remachó.
Los socialistas tratan así de desmovilizar al electorado del PP, porque, aunque las gallegas apuntan mal para el PSdG, esta misma mañana, una encuesta del CIS ha apuntado a una gran subida del BNG que pone en riesgo la mayoría absoluta de Alfonso Rueda. La realidad es que, con este asunto, al PSOE le ha venido Dios a ver en un momento de debilidad política. En la primera prueba electoral tras conseguir Pedro Sánchez la investidura gracias a Junts, el electorado socialista se muestra notablemente desmotivado. El voto al PSdeG está estancado y sus resultados no remontan.
En el PSOE creen que no ha sido un patinazo como los que Feijóo pudo cometer en la campaña del 23-J, sino una forma de adelantarse y desmenuzar poquito a poquito el contenido de las negociaciones con Junts, después de que el propio Puigdemont amenazara con hacerlo él. En una carta enviada el jueves a los eurodiputados, a los que trata de explicar la llamada trama rusa, aseguró que las investigaciones de los jueces contra él no se habrían propulsado si hubiera facilitado la investidura de Feijóo. "De esto hablaremos cuando toque", avisó. "Todo se sabrá".
Únicamente a esta amenaza achaca la cúpula socialista la reacción del PP. El PSOE intuye que la interlocución entre el PP y Junts va mucho más allá del encuentro en Barcelona en la primera quincena de agosto entre el portavoz del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, Daniel Sirera, y dos miembros de esta formación: el portavoz de los neoconvergentes, Josep Rius, y el presidente del grupo parlamentario, Albert Batet. Cualquiera que conozca ambos universos políticos es capaz de discernir que esto es caza menor.
La película completa de lo que pasó después de las elecciones generales, con Feijóo incapaz de asumir que sus números habían fallado y explorando todas las posibilidades para ser presidente del Gobierno, la tienen Puigdemont y su secretario general, Jordi Turull. Solo del expresident depende ahora hacer detonar la bomba. Nadie es capaz de aventurar si lo hará. Fuentes oficiales de Junts se limitan a expresar que "no pueden decir nada" de lo que se habló con el PP.
Fuentes conocedoras de las negociaciones confirman a este diario que Puigdemont se sintió cómodo con el hecho de que los dos principales partidos se disputaran su voto. La partida, ratifican, se jugó. Y lo corrobora, según indican otras fuentes consultadas, que, cuando los populares amagaron con crear en el Senado una comisión de investigación para citar al mediador de la mesa de diálogo que los independentistas han constituido con el PSOE, Turull verbalizó que a él nunca le iban a llamar, en referencia a que está blindado por toda la información comprometida que puede revelar. Esa comisión aún no se ha registrado.
Agosto fue un mes muy intenso para el PP. Se intentó acercar la investidura de Feijóo a muchos niveles. A Santiago Abascal se le pidió que renunciara a entrar en el Gobierno y accedió. Y se trabajó mucho con el PNV para conseguir sus votos. Su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, lo desveló en la tribuna: "Algún día contaré lo que nos ofreció el PP". Todo mientras se mantenía la vía de diálogo con Junts.
Puigdemont siempre estuvo cómodo con que PP y PSOE se disputaran su apoyo
Fuentes de Vox aseguran que el PP les ocultó los tejemanejes con la formación de Puigdemont, pero sí revelan que en aquel momento desde Génova se les transmitió que existía una "oportunidad" de que Feijóo fuera presidente y que no había que dar por hecho que un acuerdo entre Junts y el PSOE lo iba a evitar. Otra señal del alcance de las conversaciones con el líder catalán, huido de la Justicia, que Génova redujo hasta el viernes al "café" de Sirera.
En el PP incluso han admitido ahora que ven "dificultades" en que se puedan probar las acusaciones de terrorismo contra Puigdemont del juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, que ha obtenido el apoyo de una abrumadora mayoría de los fiscales del Tribunal Supremo, en lo que algunas fuentes políticas interpretan como un guiño al propio expresident, que puede enfadar a la judicatura. Por ello, en Ferraz piensan que todo esto deja desnudo a Feijóo en su principal línea de oposición contra Sánchez —la concesión de la amnistía o el entendimiento con los independentistas—, y que trasciende incluso la campaña gallega. Pero opinan que, al revelarse justo ahora, puede llevar a parte de sus votantes, que no comprenden el intento de acercarse a Junts, a quedarse en casa el domingo.
Si hay rédito el 18-F no repercute directamente en los socialistas porque es el BNG quien se confirma como la alternativa al PP —Ana Pontón ya es la líder de la oposición—. Según el anterior CIS, el 5,9% de quienes en 2020 votaron por el PSdeG lo hará ahora por Rueda. La cesión de voto es supersónica en el caso del BNG. Los socialistas ceden a Pontón un 22% de sus votantes. Con todo, esta última semana es fundamental y el Gobierno y el PSOE se han lanzado a degüello contra Feijóo.
Se ha dado la orden a todos los ministros de que salgan al ataque. Una estrategia que se prolongará toda la semana. El PSOE cuenta, además, en esta cruzada con un aliado inesperado. Abascal cargó ayer duramente contra los populares. "Si Sánchez no existiera, Feijóo acabaría de protagonizar la mayor estafa al electorado jamás realizada en España", manifestó. Puigdemont, a la vista de sus problemas judiciales, no es que esté para tirar cohetes, pero desde luego este fin de semana lo ha podido disfrutar viendo la actualidad política y comiendo palomitas.
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