Batalla sobre batalla, y sobre batalla una… podría ser el villancico que define la banda sonora de Isabel Díaz Ayuso en el sprint final de 2023. Necesita la presidenta el foco, el balón, la notoriedad. Y tanto le vale castigar al Ateneo como promocionar un estupefaciente videoclip navideño que hubiera servido para amenizar cualquier episodio de La Mesías.
Han parido los Javis la mejor serie del año, pero su audacia y talento no han alcanzado a los niveles de caricatura involuntaria y de autoparodia que identifica el villancico autonómico. Producen grima la niña que lo canta, los coristas opusinos que la acompañan y el edulcorante tonillo parroquiano.
Y está muy bien reivindicar la Navidad y subrayar las tradiciones, pero no como una expresión confesional ni con el incienso de la clerigalla. Ayuso debería mantenerse en una posición neutral. Y lo haría si no fuera porque se ha convencido de que representa a todos los madrileños y habla en nombre de ellos. Semejante grado de populismo explica la vehemencia con que impone su credo y la ferocidad con que apaga la disidencia.
Por esas razones ha retirado la subvención al Ateneo. Lo considera un avispero de rojos cuyo director, Luis Arroyo, merece una purga institucional. Puede que la medida haya inquietado a los socios peperos de más linaje (Aznar, Rajoy), aunque la verdadera gravedad del veto presupuestario consiste en que ella misma contradice el eslogan de la libertad.
Lo que esconde la guerra de Ayuso con el Ateneo: la batalla política de Madrid
Esteban Hernández
No hace otra cosa Ayuso que tratarla como un espacio propio. La libertad es Isabel guiando al pueblo, como el cuadro de Delacroix. Ya se ha ocupado Nicolas Sarkozy de adherirse al fervor de la emperatriz matritense en su reciente visita capitalina, aunque no puede decirse que revista el menor prestigio el patrocinio que ejerce el ex jefe del Estado francés.
Lo digo porque Sarko no está en condiciones de administrar bendiciones pese a la devoción estupefaciente que le ha concedido el PP. Es un delincuente, técnicamente hablando. Ha sido condenado por financiación irregular y por haber intentado corromper un juez. Y presume del mismo discurso que Génova 13 reprocha y restriega a Sánchez, o sea, la denuncia del lawfare y la hostilidad victimista de los medios informativos.
Ayuso necesita abrir frentes, suscribir polémicas y ajustar las cuentas con los adversarios. El más recurrente es Sánchez, pero el maximalismo de la presidenta se concede otras batallas de menos envergadura. Por ejemplo, la que ha emprendido contra Mónica García porque la ministra de Sanidad estudia la prohibición de fumar en las terrazas de bares y restaurantes.
Podrá discutirse si tienen sentido las restricciones del tabaco. Y si los hosteleros están siendo sometidos a los vaivenes de la Administración. Me refiero a las reformas que emprendieron para adaptar los locales a una normativa que va cambiando con inseguridad jurídica y desorden.
El problema es la trama argumental de Ayuso. Y no solo por la defensa de la libertad en el nombre de la nicotina, sino porque ella misma ha venido a decirnos que la restricción del humo en las terrazas puede dar lugar a que los clientes damnificados se entreguen enloquecidamente al fentanilo.
Pero quedó prohibido fumar tabaco en las terrazas. pic.twitter.com/GDAKEmVqWL
— Isabel Díaz Ayuso (@IdiazAyuso) December 12, 2023
Por eso Ayuso publicaba las imágenes de unos yonquis descarriados en el metro de Nueva York, sobrentendiendo que el cierre de las terrazas puede tener efectos dramáticos. Me cuesta trabajo seguir la trama, pero debe haber funcionado. Porque se convirtió de inmediato en noticia viral.
Y porque no habiendo fumado yo nunca, igual empiezo a hacerlo, sabiendo que fumar en una terraza me garantiza no caer en la red del fentanilo.
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