Los paseos por El Retiro, la casita de Tirso de Molina o las visitas a Lhardy: el Madrid de Sorolla

Los paseos por El Retiro, la casita de Tirso de Molina o las visitas a Lhardy: el Madrid de Sorolla

¿Qué une a Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Maruja Mallo y Joaquín Sorolla más allá de haber sido de figuras relevantes de la cultura española de las últimas décadas? El acertijo se resuelve pronto si se focaliza la mirada en José Luis Martínez-Almeida, alcalde de la capital, ya que es bajo su mandato cuando estos cuatro personajes ilustres han tomado la consideración de Hijos Adoptivos de Madrid.

Sorolla ha sido el último en llegar a esta florida lista, y lo hace justo cuando se cumplen 100 años de su fallecimiento en Cercedilla. Este artista valenciano, el pintor de la luz y del mar, pronto se estableció en el epicentro radial del país. Pasen y vean los lugares más señalados, aquellos donde Sorolla dejó su impronta. Bienvenidos, bienvenidas, al Madrid de Sorolla.

El Prado como refugio

La conservadora del Museo Sorolla, Sonia Martínez, relata que la primera vez que el pintor pisó Madrid fue en 1881: "Tomó parte de la Exposición Nacional de aquel año. Era muy jovencito, no tenía ni 20 años, y las tres marinas que presentó no tuvieron mucho éxito, pero aprovechó su paso por la capital para conocerla". De esta forma, una de sus primeras paradas tuvo lugar en el Museo Nacional de Pintura y Escultura, posteriormente llamado el Museo Nacional del Prado.

Joaquín Sorolla pintando en el patio de su casa. (Arthur Byne, 1920)Joaquín Sorolla pintando en el patio de su casa. (Arthur Byne, 1920) Joaquín Sorolla pintando en el patio de su casa. (Arthur Byne, 1920)

"Aprovecha para imitar a los grandes maestros, a los del Siglo de Oro. Ellos siguen siendo, sin duda, las referencias tanto en ese momento como en la actualidad dentro de la veta artística", añade la experta. De hecho, tal es la asiduidad con la que Sorolla se paseó por El Prado que llegó a aparecer en su registro de copistas: "El Museo tiene este servicio propio, donde te apuntas y dices qué cuadro quieres replicar, y él aparece en este libro de copistas, y aparece como Sorolla, pero con otro nombre", especifica Martínez.

Sus posteriores paradas por Madrid casi siempre le llevarán a recalar en el Museo del Prado. De aquel tiempo, los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX, el Museo Sorolla de Madrid atesora varios cuadros. Ejemplo de ello son una copia de un fragmento de Las Hilanderas y del Menipo, originales de Velázquez. El artista también fijó su mirada en cuadros de Ribera y El Greco.

Los paseos de Sorolla por El Retiro

Lo que décadas después se convertiría en el pulmón verde del centro de Madrid, un día fue el protagonista de la inspiración del pintor valenciano. El Parque de El Retiro aparece en varias de sus pinturas. Hablamos de su obra Vista del embarcadero del parque del Retiro, que realizó en 1882. A ella se suman otras tantas pequeñas producciones llevadas a cabo al aire libre.

Sala I de la exposición en honor a Sorolla. (Ministerio de Cultura)Sala I de la exposición en honor a Sorolla. (Ministerio de Cultura) Sala I de la exposición en honor a Sorolla. (Ministerio de Cultura)

Así, hasta nuestros días han llegado Portada del Hospital de La Latina y Casería de barrios bajos madrileños, pintadas ambas en 1883, por poner varios ejemplos de las cinco obritas que se conservan. A su vez, los paseos de Sorolla por la capital le granjeaban una importante fuente de inspiración. De hecho, fue otra fuente, la Fuente de Apolo, sita en el Paseo del Prado, la que también decidió inmortalizar con su preciso trazo.

"Él se levantaba pronto y salía a pasear. Al menos, eso es lo que cuentan los compañeros que estudiaron con Sorolla en Valencia. Cuando iban a formarse a la escuela, Sorolla ya llevaba años paseando y pintando la ciudad", añade Martínez.

Las casas, los tejados

El trasiego de idas y venidas desde su querida Valencia hasta la meca del negocio del arte, Madrid, le hizo decidirse por establecerse en esta segunda ciudad a partir de 1890. "Entiende que tiene que estar en el epicentro artístico, el lugar en el que pueden surgir los encargos", comenta al respecto la especialista. Y lo hace una vez retornado de Italia, donde estudia gracias a una beca, y tras haberse casado con Clotilde García del Castillo, una de sus musas.

Saltando a la comba, La Granja, obra de Joaquín Sorolla. (Cedida)Saltando a la comba, La Granja, obra de Joaquín Sorolla. (Cedida) Saltando a la comba, La Granja, obra de Joaquín Sorolla. (Cedida)

El primer enclave en el que esta pareja con una hija ya intenta formar un hogar estuvo situado en la plaza del Progreso, hoy en día llamada Tirso de Molina. "Eso lo sabemos porque cuando se inscribe en las exposiciones, Sorolla pone esa dirección", señala Martínez. Allí es donde el maestro llevaba a sus alumnos a aprender pintura. De hecho, en Caseríos de barrios bajos madrileños aparecen las típicas cubiertas de los tejados de los barrios del sur de Madrid.

El Rastro, rastreado

En realidad, Martínez trabaja junto a Sonia Taravilla en una monografía que repasará este Madrid de Sorolla y estará editada por Palacios y Museos. Taravilla es técnica de museos en el Ministerio de Cultura y experta en la historia de la capital y afirma que el artista valenciano se dejaba caer por el mítico Rastro: "Sabemos que compró una canastilla de bebé para su hija y que expusimos en el Museo Sorolla hace unos años".

Sus investigaciones para la confección del libro les han llevado a certificar que Sorolla visitó en alguna ocasión el Lhardy, el clásico pub y restaurante cercano a la Puerta del Sol que cobijó a grandes figuras artísticas de la Historia de España. "En sus epistolarios menciona que iba al café, pero no a las tertulias como tal", añade Taravilla.

Su casa, nuestro Museo

Poco a poco, el pintor fue cambiando de lugares en los que habitar. Pasó también por un estudio en el paseo de la Alhambra, en la actual zona de Chueca, curiosamente muy cerca de donde actualmente se ubica el Ministerio de Cultura. Aquello se lo alquiló a su amigo y pintor José Jiménez Aranda en 1893. Años más tarde, en el todavía llamado Paseo del Obelisco, o Paseo del General Martínez Campos, un Sorolla mucho más maduro decidió levantar su vivienda definitiva, también su estudio. Es lo que hoy conocemos como Museo Sorolla.

Patio andaluz en el Museo Sorolla. (Ministerio de Cultura)Patio andaluz en el Museo Sorolla. (Ministerio de Cultura) Patio andaluz en el Museo Sorolla. (Ministerio de Cultura)

La conservadora de este impresionante enclave cuenta que el pintor mandó construirlo a su gusto, una vez que sabía bien lo que quería tras haber transitado por varios estudios. El edificio lo construyó Enrique María de Repullés, y "Sorolla trabaja estrechamente con él para irle indicando qué y cómo quiere las cosas", en los términos de Martínez. A finales de 1911, esa será su casa, pero no solo, pues también será su estudio.

Sorolla mandó levantar tres estancias, lo que a día de hoy son las salas del Museo visitables y dedicadas a su trabajo como pintor. "Es el típico estudio de un artista, con esas claraboyas y aperturas cenitales en el techo para que haya luz por todos los lados. Es cierto que a él le gustaba mucho pintar del natural, pero a veces tenía que usar el estudio", se explaya esta especialista. El lugar también servía para la distensión gracias a esos jardines replicados de los que Sorolla había disfrutado en Italia y Andalucía. "Y lo replica todo, también las fuentes, esculturas clásicas y la presencia de azulejos", concluye la propia Martínez.



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