Una mañana de febrero de 2003, Lola Rodríguez salió de su domicilio de Málaga para ir a la estación de tren con destino Fuengirola. Antes de llegar, compró un ramo de flores en una tienda cercana. Aquel día diluviaba en la ciudad andaluza. "Se me caían las lágrimas junto con la lluvia", señala a este periódico. Por entonces, Rodríguez era la presidenta de la Asociación Violencia Cero; la misma que se personó como acusación popular en el juicio por el asesinato de Diana Yanet Vargas, la primera víctima reconocida por violencia de género en España. Aquel día se dirigía a su entierro en la misma localidad en la que se produjo el crimen. Paradójicamente, no conocía a Diana de nada. Pero fue la persona que recogió su acta de defunción.
Esta es la historia del primer caso de violencia de género de España.
6 de enero de 2003
"¡No me pegues! ¡No me tires!". El grito quebró la madrugada antes de la tragedia. El cuerpo de Diana caía al vacío desde un edificio de Fuengirola como epílogo a una relación marcada por "reiterados malos tratos físicos y psíquicos". La investigación concluyó, también, que impactó con algo antes de yacer sobre la calzada.
Eran la 1:45 de la Noche de Reyes de 2003. Y en ese preciso instante se registraba el primer caso estadístico de un crimen machista en España. La víctima: Diana Yanet Vargas Carvajal, madre de Laura Betancurt Vargas, una niña que por aquel entonces tenía cinco añitos y cuya vida quedaría marcada.
"Lo recuerdo como si fuera ayer", declara Lola Rodríguez a este diario dos décadas después del crimen. Diana era una mujer migrante originaria de Colombia que no tenía vínculos familiares en España. "Nadie la reclamó", explica. Un trabajador del cementerio de Fuengirola le aseguró —un mes después del asesinato— que, por las razones que fuera, no habían localizado a ningún allegado. "Después descubrí que su madre también había fallecido por violencia de género", rememora. Lola tuvo que recoger el parte de defunción de alguien a quien ni siquiera conocía. "Se me cayó el alma a los pies", señala.
Fueron tiempos de protesta en la calle. Escasos días después del asesinato, la asociación convocó una manifestación en Málaga que fue fundamental para el crecimiento del movimiento feminista en la ciudad. El crimen de Ana Orantes en 1997 hirvió la sangre de todas y prendió la mecha del movimiento asociativo. Pero el caso de Diana Yanet, del que se enteraron a través de los medios de comunicación, fue la gota que colmó el vaso. Cuando la subdelegación del Gobierno confirmó lo sucedido, Rodríguez movió cielo y tierra para conocer más de la víctima.
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P. D. Almoguera. Málaga
Por suerte, el día del crimen, su hija Laura no estaba en el domicilio. Se encontraba en Madrid con su padre —y expareja de la víctima— disfrutando de las vacaciones de Navidad. Lola Rodríguez recuerda acercarse al colegio de la menor, junto a la letrada Rosa Roldán —abogada de la asociación, intervino en el juicio y ha rechazado participar en este reportaje— para hablar con sus profesores. Era un tema muy delicado y la salud mental de la pequeña era crucial. ¿Qué encontraron? "Dibujos de la niña donde claramente se apreciaba que vivía violencia en casa", señala. Describir con exactitud los garabatos infantiles 20 años después es complicado, pero destacaban los colores negros y las formas escabrosas. "Eran terroríficos". El caso se trasladó a los tribunales y la Justicia determinó culpable a la por entonces pareja sentimal de la víctima: Harald Mikael Robert Hellstrom.
El homicida se había escondido desnudo en un armario y estaba recién duchado
Sebastián Cuesta era esa noche el jefe de Servicios de la comisaría de Fuengirola. Y recuerda bien lo que pasó. "Entraron varias llamadas de vecinos del edificio que alertaban de que habían escuchado los gritos de una mujer pidiendo auxilio". Como la ubicación que daban era una calle peatonal muy próxima, "decidí ir corriendo". Pero "cuando llegamos, la mujer estaba muerta".
El agente, en conversación con El Confidencial, relata que "entramos en el portal y cuando localizamos la vivienda" en la que habían ocurrido los hechos, se toparon con un individuo que se marchaba tras cerrar la puerta con llave. "Nuestra preocupación era máxima, porque las personas que allí estaban insistían en que la víctima tenía una hija y temíamos que también le hubiese pasado algo".
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Andrea Farnós
Cuesta y su compañero accediron al domicilio. Estaba vacío. O eso querían que pensaran. Durante el registro abrieron uno de los armarios y en su interior, escondido, encontraron a un individuo completamente desnudo y duchado. Era el entonces presunto homicida.
"Le dimos un chándal que había sobre la cama para que se vistiera, lo esposamos y lo trasladamos a la comisaría", precisa, antes de expresar, con cierto pesar, su sensación de que, "unos segundo antes, y la podríamos haber salvado"..
Dentro de los tribunales
Por aquellas fechas, María Ángeles Garzón tenía despacho en Madrid. No se atreve a concretar con rotundidad, pero la memoria le apunta que "llevaría unos cinco años ejerciendo". Como abogada, colaboraba con SOS Racismo, y ya había participado en algún caso de peso. De esos que se denominan mediáticos. El más sonado, el que sentó en el banquillo al padre del entonces piloto de rallies Carlos Sainz, condenado a seis meses de prisión por disparar al joven nigeriano Samuel Chiabuto después de que éste robara el bolso a su esposa. "Homicidio imprudente", fue el cargo.
Un caso de los que acaparan titulares y se siguen al milímetro por una audiencia deseosa de conocer todos los detalles. De los que te sitúan en el foco profesionalmente y hacen nombre. Pero la letrada confiesa que ningún otro proceso judicial le "ha marcado tanto" en su carrera como el crimen de Diana Yanet. Y por muchas cuestiones.
"Me impactó muchísimo, como a la sociedad en general", explica la abogada, que tiene marcados los nombres de los dos acusados, "y eso que no son fáciles": Harald Mikael Robert Hellstrom, el homicida, un ciudadano sueco protagonista de anteriores episodios violentos, y Charles Paul Marcel Moradell, francés, amigo que no movió un dedo para ayudar a la víctima.
Fue un juicio "complicadísimo" porque había que demostrar que la víctima no se suicidó. Esta era la tesis mantenida por el principal acusado, un tipo que no dudó en regalar una sonrisa a las mujeres de la Asociación Violencia Cero que a las puertas de la sala de vistas portaban letreros en los que predominaba la palabra "justicia". Aquella mirada llena de frivolidad y crueldad es algo que nunca olvidará Lola Rodríguez. Solo con aquella expresión, pudo deducir la mente "calculadora" de aquel asesino.
"Actuaba con una prepotencia, chulería y desprecio que he visto en pocos acusados", apunta Garzón, que remarca que Harald "no exhibió ningún sentimiento de culpa y ni siquiera pidió perdón".
Durante la vista oral declaró que, tras una fuerte discusión, Diana Yanet salió a la terraza y comenzó a llamarle a gritos. "Cuando acudió, la vio sentada en la barandilla. Al acercarse, [la mujer] le propinó una patada y cayó hacia atrás”" sostuvo ante la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga, asegurando que intentó coger a la víctima antes de que se precipitara al vacío.
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El Confidencial
Pero no convenció a nadie. El tribunal no dudó en definir esta versión como "absurda" e "inverosímil" y una "curiosa manera de autoexculparse" basada en supuestos "desequilibrios mentales" de la Diana Yanet.
La sentencia consideró probado que ese 6 de enero, durante una discusión con su "compañera sentimental", Harald "le propinó varios golpes en la cabeza con un palo de fregona, volcó la impresora y los papeles que se encontraban en la mesa del salón y arrojó por el balcón del piso un árbol de Navidad". Diana Yanet salió a la calle en su busca y, a su regreso a la vivienda, continuaron discutiendo. Y se trasladaron a la terraza. El lugar donde se consumó el crimen. "A pesar de que ella le gritaba, No me pegues! ¡No me pegues! ¡No me tires!, la alzó por encima de la barandilla y, con ánimo de causarle la muerte, la lanzó", concluye el fallo.
Charles Paul, que convivía con la pareja desde hacía tres días, "en ningún momento intervino para evitar la agresión, ni para impedir que la precipitara". Es más, "cuando al oír los gritos de ella se personaron dos vecinos, e intentaron entrar porque la puerta de la vivienda estaba entreabierta, la cerró".
Nunca abonó "ni un duro"
Harald fue encontrado culpable de homicidio con agravante de parentesco y se le impusieron 14 años de cárcel que en mayoritariamente cumplió en su país. A su amigo, 18 meses de prisión por el delito de omisión de impedir delitos. El primero debía pagar a Laura una indemnización de 180.000 euros, mientras que esta cantidad se redujo a 60.000 en el caso del segundo.
Un total de 240.000 que nunca abonaron. "Ni un duro", resume gráficamente la abogada, que fue contratada por la expareja de la víctima y que explicó a El Confidencial que, "al estar residiendo en otro país, ha sido imposible cobrar". "Así que nunca hubo un resarcimiento hacia la hija".
Este es uno de los problemas troncales que denuncia la actual presidenta de la Plataforma Violencia Cero de Málaga, Carmen Martín. "No se aplica como debería", dice refiriéndose a determinados puntos de la ley integral de Violencia de Género, la "más avanzada de Europa en el momento de su aprobación". Ahora, "hace falta darle una vuelta", señala Martín. En su opinión, existen multitud de trabas para conseguir prestaciones económicas y sociales para los familiares de las víctimas. El caso de la pequeña Laura fue el primero de ellos.
La letrada María Ángeles Garzón tuvo que adentrarse en el proceso administrativo para que la niña pudiese recibir una ayuda recogida entonces en el Real Decreto 738/1997 que regulaba la asistencia a víctimas de delitos violentos.
"Me dolió muchísimo el que se dejara desprotegida a esa niña", relata la letrada
"La solicitud se cursaba al Ministerio de Economía y Hacienda, pero para que Laura la percibiese hubo que acreditar que estaba residiendo en España". "Inicialmente, consideró que, al no tener autorización, no le correspondía", por lo que la letrada tuvo que recurrir y demostrar que la pequeña llevaba tiempo viviendo en el país. Tras varios años litigando, consiguió que se le concediese.
"Me dolió muchísimo el que se dejara desprotegida a esa niña y que el Estado, incluso, pelease el no concederle la ayuda económica", manifiesta Garzón, a la que la perspectiva del tiempo permite valorar los avances que ha experimentado el sistema judicial en materia de violencia de género. En aquellos tiempos, por ejemplo, "no había una Ley Integral". Este tipo de crímenes no tenían una figura delictiva propia. Como en el caso de Diana, "se consideraban homicidios con el agravante de parentesco".
Sebastián Cuesta, tras 36 años perteneciendo a la Policía Nacional, echa la vista atrás y recuerda que no hace mucho tiempo estos crímenes solo se colaban en las primeras planas "cuando eran muy bestias". Apunta el de Orantes, quemada viva por su marido tras relatar su calvario en un programa de Canal Sur; y el de Diana Yanet, entre otras cosas, porque se produjo una Noche de Reyes. El cambio social ante estas muertes violentas ha sido "muy grande". "Antes no tenían la importancia actual".
Un 23,1% de los varones de entre 15 y 29 años considera que "la violencia de género no existe"
El hecho de que se hayan creado los juzgados de Violencia sobre la Mujer ha mejorado notablemente la instrucción de estos casos. "Porque están mucho más sensibilizados y especializados en este tipo de agresiones, maltratos y homicidios". "Los ven diariamente", incide la abogada, que también sostiene que se ha progresado en la atención a las víctimas. "Las ayudas están ahora articuladas a través de una normativa que protege a los hijos menores de edad que han vivido la violencia de género. Es algo no existía hace 20 años".
La protección como forma de prevención es un aspecto que cada vez se considera más importante. Tanto en el campo policial y judicial, como en el de las distintas administraciones. Las cifras de esta labor ponen de relieve el compromiso, pero también estremecen porque dibujan la realidad.
Tres asesinadas esta semana
Han pasado dos décadas. Desde entonces, 1.239 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o antiguos compañeros sentimentales. Un doloroso goteo anual de muertes que retuerce conciencias frente al conformismo. Un contador que no se detiene pese a los avances logrados. Solo esta semana, se han sumado tres nuevos casos. Dos en Madrid y uno en Valencia. En total, el número de vidas perdidas asciende a 54 en lo que va de año.
La paradoja de esta lacra se encuentra en la percepción social del tema. Mientras las cifras no cesan de ascender, el último Barómetro Juventud y Género 2023 arroja datos sobre los que hay que poner el foco. Un 23,1% de los varones de entre 15 y 29 años considera que "la violencia de género no existe, es un invento ideológico". En 2019, aquella afirmación era refrendada por un 12%. Un crecimiento de nueve puntos porcentuales en solo cuatro años.
Ascienden a 54 las mujeres asesinadas por violencia de género en lo que va de año
Europa Press
Según el último boletín estadístico de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, el 016, el número de atención a las víctimas, ha recibido un total de 1.219.029 llamadas desde su puesta en marcha en septiembre de 2007 hasta el 30 de septiembre. 4.293 personas tienen en activo un dispositivo telemático para controlar la orden de alejamiento —casi 1.500 más que hace un año— y 23 mujeres se encuentran actualmente en riesgo extremo dentro de los 770.944 atendidos por el Sistema de Seguimiento Integral en los Casos de Violencia de Género (VioGén).
"Yo percibo una reacción contra los avances de las mujeres", opina Carmen Martín. "Por desgracia creo que es un mensaje [el de negar la existencia de la violencia de género] que está calando en la gente joven. Necesitamos más acción por parte de las administraciones y, sobre todo, del sistema educativo", sentencia. En 2022, el 40% de las mujeres asesinadas había denunciado previamente a su agresor.
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