La próxima vez que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se vea con su aliado Vladímir Putin tendrá una excusa que darle. También a la ciudadanía ante la que clama contra Ucrania y contra los “burócratas de Bruselas”. Él nunca respaldó explícitamente que la Unión Europea abriera negociaciones con Ucrania, el país invadido por decisión del autócrata ruso. Cuando el resto de líderes comunitarios lo hicieron este jueves por la tarde, el ultraconservador salió de la sala, bendijo el compromiso político por silencio administrativo y prefirió mostrar después su rechazo en las redes sociales: “Es una decisión completamente insensata, irracional y equivocada”. En vano, porque al no mostrar su rechazo donde de verdad cuenta, en el Consejo Europeo, ha dado su respaldo a la decisión de los demás. La historia de cómo se lanzaron las negociaciones para sumar a Kiev al club comunitario se recordará en los manuales europeos como inusual, inédita. La fórmula incluye esa costumbre tan típica de Bruselas de buscar soluciones para todo, la avanzadilla de un dirigente alemán y una sugerencia para salir a tomar café en una cumbre tensa y crucial para la unidad de Europa.
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