Lo que el museo callaba: Las Hijas de Felipe hilan otra historia del Romanticismo

Lo que el museo callaba: Las Hijas de Felipe hilan otra historia del Romanticismo

En una escena cultural donde lo que más ruido congrega suele llevarse los focos, Patricia Molins y Selina Blasco hacen justo lo contrario. Desde una práctica curatorial discreta, casi doméstica, tejida a base de visitas, lecturas y conversaciones, ambas han ideado un proyecto que ilumina lo que suele quedar en los sótanos de los museos: lo menor, lo afectivo, lo que se considera irrelevante. “Nosotras no llegamos con una tesis cerrada”, dice Blasco. “Lo que hacemos es mirar. Paseamos por las colecciones, tomamos notas, preguntamos a los técnicos… y poco a poco, empezamos a ver qué puede emerger de ahí”.

Así comenzó la colaboración con el Museo del Romanticismo, en el marco del programa impulsado por el Ministerio de Cultura, donde Blasco y Molins conectan artistas con técnicos para activar las colecciones textiles estatales. “No es un proyecto sobre el textil como material fetiche”, aclara Molins. “Es más bien una excusa para hablar de lo que no suele decirse: de la invisibilidad del trabajo técnico, de las políticas del museo, de los relatos omitidos”.

Desde esa premisa, y tras varias visitas al Museo del Romanticismo, pensaron en unas colaboradoras que pudieran dar voz, con humor y rigor, a las piezas silenciosas de la colección: Las Hijas de Felipe. “Las conocíamos desde hace tiempo. Sabíamos que, aunque no son especialistas en el siglo XIX, su trabajo con textos del Barroco, su manera de narrar desde lo mínimo, encajaba perfectamente con lo que teníamos entre manos”, explican las dos.

Cosas tenidas por pequeñeces

La muestra se titula Cosas tenidas por pequeñeces. El nombre surge gracias a una lectura minuciosa de textos del XIX —entre ellos, el libro Manual de señoritas o Arte para aprender cuantas habilidades constituyen el verdadero mérito de las mujeres— y alude directamente a la idea de que lo menor también construye historia. Las Hijas de Felipe se centraron en aquellas piezas que pasaban desapercibidas: una casita de muñecas conventual, un detente bordado, un detalle inacabado de Santa Filomena. “Nos dimos cuenta de que muchas de estas piezas no tenían explicación, ni siquiera una mínima cartela”, recuerda Blasco. “Y eso nos pareció significativo”.

Sala principal de la exposición ‘Las hijas de Felipe. Cosas tenidas por pequeñeces’ (sala XXV) del Museo Nacional del Romanticismo. (Imagen: Fabián Álvarez Martín).Sala principal de la exposición ‘Las hijas de Felipe. Cosas tenidas por pequeñeces’ (sala XXV) del Museo Nacional del Romanticismo. (Imagen: Fabián Álvarez Martín). Sala principal de la exposición ‘Las hijas de Felipe. Cosas tenidas por pequeñeces’ (sala XXV) del Museo Nacional del Romanticismo. (Imagen: Fabián Álvarez Martín).

A partir de ahí, diseñaron un recorrido no invasivo, que complementa el habitual del museo. Insertaron cartelas nuevas —ovaladas, discretas— con textos del siglo XIX elegidos por ellas. Además, han realizado un trabajo por temáticas: devoción, reliquias afectivas, procesos, lo lúdico. Como explica Blasco, "ellas no hacen historia del arte, sino una lectura desde la literatura y la cultura material, muy documentada, pero también muy libre". El resultado es una exposición que no impone discursos, sino que sugiere asociaciones, desplaza el foco y permite leer el siglo XIX desde otras sensibilidades: lo doméstico, lo íntimo, lo cursi incluso.

Un museo y sus fondos olvidados

Gema Rodríguez, la responsable de la colección textil del museo, aclara: “Muchas de estas piezas nunca se habían expuesto. Otras, como algunos fanales o bordados, estaban ahí, pero pasaban desapercibidas”. En la sección dedicada a la devoción, por ejemplo, se muestra un único detente que posee el museo: una pequeña pieza con la frase ‘Detente, el corazón de Jesús está conmigo’, usada por soldados como protección espiritual.

En reliquias afectivas, destaca una tarjeta escrita por Elisa Pindemonti a su madre con una poesía bordada, y una grafía hecha en papel como regalo de cumpleaños. En procesos, se muestra cómo se bordaba en el XIX: dibujos trasladados a tela con muñequilla, bordados inacabados. Y en lo lúdico, destaca una casita de muñecas conventual, con estancias textiles que recrean la vida en comunidad, y un altar infantil para el juego litúrgico.

Una metodología compartida

Lo que distingue este proyecto de otros comisariados es su estructura horizontal. No hay una única voz que impone sentido. Blasco y Molins facilitan el trabajo con los técnicos de cada museo, con los artistas invitados, con los archivos y las limitaciones reales. “Lo que proponemos es un proceso compartido”, explica Blasco. “Y eso exige tiempo, negociación, dejar espacio a lo inesperado”.

Abraham Rivera

En el caso del Romanticismo, el resultado es doble. Por un lado, la exposición como tal. Por otro, una manera de trabajar que ha transformado la relación del museo con sus propias colecciones. “Muchas veces los conservadores no tienen tiempo ni recursos para investigar a fondo lo que tienen en los almacenes”, apunta Molins. “Este tipo de proyectos permite volver a mirar lo que ya se tiene, con ojos nuevos”.

El ciclo incluye otras muestras previas, como la de Narelle Jubelin en el Museo del Traje —una investigación crítica sobre la historia del propio museo y su vínculo con el desaparecido Museo del Pueblo Español—, y continuará más adelante con Patricia Esquivias en el Museo de Artes Decorativas, centrada en el punto moruno, una técnica de bordado reversible con implicaciones sociales y coloniales.

Una historia que se escribe desde abajo

La exposición Cosas tenidas por pequeñeces no pretende sustituir el discurso canónico del museo, sino abrir otros. “Hay una historia del arte que se ha contado desde las grandes obras y los grandes nombres”, dice Blasco. “Nosotras proponemos que también pueda contarse desde los objetos pequeños, anónimos, inacabados”.

La estética cursi —reivindicada por estudios como los de Noël Valis— es otro eje clave. “Las hijas de Felipe ven en lo cursi no una falta de gusto, sino una estética democrática, popular, no canonizada. Y eso es revolucionario”. La exposición estará activa hasta el 21 de septiembre, y forma parte de un ciclo más amplio que revisa el textil como una categoría política, histórica y afectiva. Y sobre todo, como una vía para hablar de los museos desde dentro: de sus fondos, sus vacíos, sus protocolos, sus límites. “Lo textil es solo el hilo”, concluye Patricia. “Lo que nos interesa es lo que teje: las relaciones, las omisiones, los gestos. Y también las preguntas que aún no sabemos hacer”.



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