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Durante unas cuantas décadas Valencia fue vista como una ciudad para no pisar en verano. Un destino sin alicientes al que el dramaturgo Kenneth Tynan le dio el certificado de la capital mundial del antiturismo. Al autor inglés le gustaba acomodarse aquí porque nada había que hacer, nada que visitar, y eso le provocaba una placidez bien indolente.
No queda ni rastro de toda esa postal del aburrimiento… si es que alguna vez existió. La fotografía fija hoy es justo la opuesta: el maná del visitante rápido configura los espacios de referencia hasta descontextualizarlos, vaciados de contenido, en ese riesgo sin fronteras de tener fragmentos urbanos repetidos como moldes. Ciudades de plástico.
Huyendo de la tentación viscosa hay cuatro proyectos de estreno, abiertos en los últimos meses, que sitúan las coordenadas de una Valencia buscando algo más. Al menos no dejándose llevar por unas aguas que conducen al sumidero.
Veneno ConceptAvenida Peris y Valero. Es la apertura del año. De apariencia outsider, y en un lugar poco habituado a los proyectos de moda -la avenida Peris y Valero-, una vieja nave de resonancia industrial ha sido recuperada como puesto de comidas distendido, cargado de programación cultural y talleres. La iniciativa que más ha resonado en los últimos meses, pero por un motivo diferente: sus responsables, con Alejandra Merit a la cabeza (comandó el marketing del grupo Voltereta), han desgranado las desventuras de su bar desde antes de abrir las puertas.
Sus problemas de financiación, las frustraciones ante los tiempos incumplidos, los errores de principiante, los platos que mejor y peor funcionan, la asunción de las críticas que les hacían sus usuarios … Una caja negra retransmitida en directo que le ha granjeado una comunidad de más de 100 mil, pero sobre todo el carisma de ser un espacio repleto de verdad. Un caso de estudio sobre la importancia de la personalización en un momento vaciado de ella.

Los edificios favoritos de la Valencia que ya no existe
Vicent Molins
Calle Pedro III el Grande. La cocinera Begoña Rodrigo lleva años de vértigo, tras pasar de un restaurante de barrio fuera de los focos pero que fue alcanzando velocidad de crucero hasta, en el tránsito por la pandemia, adquirir una casa valenciana en plena Russafa desde la cual ha levantado La Salita en su mejor estado de forma. Reconocida por los Michelín, y también convertida en uno de los rostros fiables de la ciudad.
Precisamente para atraer a un público con vocación de permanencia, y no tanto de paso, en el patio de esa casa acaba de inaugurar la versión más relajada del restaurante: Cooktl, enfocado a lo que el juego de palabras indica: cócteles y una cocina de entrepanes que contiene unos cuantos guiños a su trayectoria. En una ciudad poco habituada a activar sus patios, es una idea que conecta con una urbe interna deseando un momento de calma y recogimiento.
Casa AxisL’Eliana. La aparición de la casa en uno de los nuevos capítulos de la serie Black Mirror despertó la curiosidad por una residencia completamente excéntrica en el municipio metropolitano de L’Eliana. Su principal importancia, sin embargo, no está en el paso de la serie ni el pasado del recinto. Si no en el proyecto que se ha echado a sus espaldas el artista Felipe Pantone, un valenciano de adopción que, jugando al enigma -apenas ha mostrado su rostro en fotografías-, pasó del arte urbano más espontáneo a convertirse en una figura mundial en un arte bañado en influencias geométricas y digitales.
Se quedó con esta casa porque vio allí la síntesis de su mundo. Antes que Casa Axis fue diseñada por Antonio Segura y el estudio Pascual Genovés a mitad de los setenta. Estilo space age, es lo que parece: una rebeldía intensa contra la arquitectura preconcebida. Felipe Pantone ha reunido a algunos de sus mejores aliados para transformar el espacio en el germen de un futuro museo y residencia de artistas que, aunque todavía con visitas muy restringidas, es ya una de las noticias más luminosas en la cultura local de los últimos años.
La Colonia de CarmelaPlaya de la Patacona. Toni Novo recibió el legado de una casa de comidas entrega a la paella, Casa Carmela, y en lugar de aprovechar el momento -un incremento desatado de visitantes y, por tanto, de reservas-, de convertir el paellero familiar en pura moneda de cambio, fijó como nunca las coordenadas de lo que debía ser uno de los templos de la paella en Valencia. Lejos de adorarse a sí misma, la de Carmela es una propuesta plenamente actualizada donde pillar mesa es un deporte de aventura.
Hace pocos meses, y tras cumplir cien años, ha abierto a pocos pasos la Colonia de Carmela, la derivada más playera en el antiguo espacio del restaurante Mimar, en plena playa de la Patacona. Las constantes son las mismas: paellas, arroces y un saber hacer intacto.
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