Las calas de Jávea llenas de barcos sin los amarres que protegen el fondo: "El mar es un desastre"

Las calas de Jávea llenas de barcos sin los amarres que protegen el fondo:

Plantar la sombrilla en la Cala Granadella (Jávea, Alicante, 30.000 habitantes) es cada año más complicado. Desde primera hora de la mañana las caravanas suman decenas de vehículos y es casi imposible colocar la toalla. La misma historia se replica en el Portitxol o el Cabo Prim, otras zonas de baño de la localidad. Los vecinos sienten que es más complicado llevar a sus hijos a aquellas playas donde hace unos años disfrutaban con sus padres. Pero la problemática no se reduce en exclusiva a una guerra de toalla y sombrilla al más puro estilo Benidorm. La batalla este año en Jávea (y en otras zonas del litoral alicantino) también se libra en el mar.

Cientos de barcos abarrotan las cristalinas aguas del Cabo Prim, La Sardinera o la Cala Blanca. Hay diferentes rutas para llegar hasta las zonas de baño y una pequeña cruz de roca vigila desde las alturas a los miles de veraneantes. Cada verano, el Ayuntamiento (con previo permiso del Servicio Provincial de Costas de Alicante, un organismo dependiente del Ministerio de Transición Ecológica) instala unas boyas de amarre en todas estas playas para que las embarcaciones no tengan que echar el ancla en el fondo marino con el impacto medioambiental que eso conlleva. De hecho, hacerlo sobre la posidonia está prohibido en el Mediterráneo según la ley porque esta vegetación una especie protegida.

Sin embargo, este año con julio prácticamente a las puertas de su final, esas boyas aún no se han instalado. Ni siquiera ha finalizado el proceso de contratación pública. “Cada vez se hace más tarde. Lo peor es que no solo ocurre en Jávea, pasa en muchos lugares de la provincia. Por ejemplo, a Tabarca llegaron hace una semana las boyas y es una zona catalogada como Reserva Marina. Había unos 200 barcos y ahora contamos unos 50. Pero es excepcional. En la mayoría de lugares están como en Jávea. La gestión del mar es un desastre”, sostiene Luis Falcó, miembro de Ecologistas en Acción en la Comunidad Valenciana.

Marta Nevot. Alicante

El principal problema que conlleva soltar el ancla es el destrozo en la posidonia, según explica Falcó. En esta vegetación marina vive la fauna y flora oceánica, por lo que su desaparición podría romper la cadena trófica. “Parece que es una simple planta, pero sostiene un montón de cosas detrás”, subraya Luis y continúa: "Realmente es el pulmón del mundo. Allí se nutren los corales y todo tipo de peces. Oxigena el mar y es lo que hace que el agua esté limpia y se vea cristalina. Además, ayuda en la formación de la arena. Es la única forma de mantener el ecosistema marino".

Fuentes locales señalan que la solicitud a Costas para instalar esas boyas se ha hecho este año antes que nunca, concretamente el 17 de enero. Sin embargo, sostienen que hasta finales de junio la demarcación dependiente del Miteco no remitió la aprobación de esa solicitud, por lo que no se había podido iniciar la licitación hasta entonces. Según explican, para la próxima semana esperan poder tener hecha ya la adjudicación y, posteriormente, comenzarán a instalarse. Mientras tanto, los usuarios de la playa ven cómo cada día decenas de veleros y yates se colocan en el agua y, para poder fondear, tiran el ancla en cualquier lugar. El grupo verde alerta de que en general "la normativa marítima no se cumple y no se sanciona", y zanjan: "Si se aplicara la normativa y se pusieran sanciones, ni siquiera serían necesarias las boyas".

No es el único problema que se ha vivido este verano en esta zona de la costa. El motivo para comenzar el proceso de licitación de estos amarres tan tarde se debe a que, por primera vez, Costas obligó en febrero al Consistorio a separar los contratos de estas boyas de las de balizamiento -las amarillas que delimitan los 200 metros con la orilla a la que no se puede acercar una embarcación-. Como consecuencia, ambos tipos de boyas han llegado con retraso.

Marta Nevot

Hace menos de dos semanas, finalmente, se colocaron las de balizamiento, previo enfado y temor de los veraneantes. Los barcos se acercaban más de esos 200 metros permitidos -de hecho, en el primer fin de semana del verano, la Policía Local tuvo que emitir más de 80 advertencias a embarcaciones por fondear muy cerca de la orilla-. Aunque la paz haya llegado a la mayoría de calas, aún hay una zona donde se resiente: la cala Sardinera, una de las más frecuentadas y con más presión marítima, porque el límite con los bañistas lo marcan también las boyas de amarre. El lío está servido: sin hacer mucho esfuerzo, usuarios de la playa y barcos se juntan en el mismo espacio.

Los vecinos critican que las calmadas aguas mediterráneas se han convertido ahora en una jungla. Pero estos problemas, más allá de que no estén las boyas de amarre, no son nuevos, aunque cada año adquieren más fuerza. Ya el pasado mes de abril, distintas organizaciones de pescadores de Jávea alertaron de que cada vez hay más oferta de alquiler de embarcaciones sin licencia y sin patrón. Una práctica que en muchas ocasiones pone en peligro a quienes están trabajando en el mar. Una simple búsqueda en internet muestra múltiples empresas que se dedican a esto. Además, los usuarios de las playas ponen el foco también en la publicidad de estos negocios que bombardea las redes sociales.

Desde el propio Consistorio son conscientes de la gran cantidad de embarcaciones que han llegado recientemente a Jávea. Y señalan que ese boom turístico se ha generado en gran medida, por Instagram y TikTok. “Llegan muchas personas que se encierran en una casa en la localidad motivados por lo que ven en redes, pero no consumen en nuestros bares ni pisan los comercios. Queremos que vengan, claro. Pero con responsabilidad en el entorno”, apuntan fuentes locales. También en este sentido apuntan desde Ecologistas en Acción: “Falta mucha educación ambiental y medidas preventivas por parte de las administraciones públicas”.



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