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Una afirmación elevada a la categoría de axioma, un axioma convertido en tópico. No importa el color político, la edad ni el género: no hay madrileño, sea este gato de cuarta generación o migrante recién llegado, que no presuma del agua de Madrid, como si esta descendiera, en arroyo magnífico, cristalino y puro, desde la Sierra de Guadarrama hasta la mismísima Puerta del Sol. La ciencia, sin embargo, dice que no hay tantos motivos para presumir. Vaya por delante otra verdad: el buen hacer del Canal Isabel II, que permite a quienes viven en la ciudad disfrutar de agua del grifo salubre y rica. No obstante, con todo y con eso, no es menos cierto que el Manzanares, el río que atraviesa Madrid, presenta un grado de contaminación más que preocupante. Así lo revela al menos un estudio de la Universidad de York. El informe define al Manzanares como el río más contaminado de Europa. La culpa la tienen, principalmente, los residuos de medicamentos. En concreto, los expertos detectaron 17 milmillonésimas de gramo de fármaco por litro de agua, con picos de hasta 60 aguas abajo de Madrid.
Pero la idea no cala. A pesar de que han pasado años desde la publicación de ese informe, hay quien se empeña en seguir viendo en el agua de Madrid el máximo símbolo de la buena gestión y el progreso de la ciudad. Para sacar a muchos de su engaño acuático, cinco estudiantes de The Atomic Garden se han unido a la Asociación Vecinal Manzanares‑Casa de Campo para lanzar la campaña Agua de Madrid. Para ello, han recogido diversas muestras de agua en varios tramos para embotellarlas con etiquetas que detallan sus ingredientes: microplásticos, residuos fecales, gasolina, orina y fármacos, fundamentalmente. "Queríamos aprovechar el orgullo que hay por el agua de Madrid para hacer reflexionar. No es la misma la que sale del grifo que la del río", explicó Maddi Agirre durante la presentación del proyecto. Las botellas se colocaron en bancos y parques junto al cauce, lo que generó mucha sorpresa entre los transeúntes. "Algunos nos dijeron que nunca se habían planteado lo que hay en esa agua".
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Cauce del Manzanares cerca del Puente de San Fernando tras las lluvias de la pasada primavera. (EFE/Mariscal) No es, ni mucho menos, la primera vez que se pone en cuestión al río de Madrid. De hecho, el caudal del Manzanares ha sido objeto de chistes durante siglos. El poeta Francisco de Quevedo, ya en el siglo XVII, se refería a él como un "arroyo aprendiz de río", una burla que apuntaba a su escasa corriente. Esa fragilidad natural sigue condicionando su salud ambiental hoy en día.
La vegetación ribereña introducida durante la renaturalización iniciada en 2016 actúa como filtro natural de nitratos y fósforo en el tramo urbano, pero ese alivio es limitado. Más allá del centro, la contaminación vuelve a aumentar tras el paso del río por las depuradoras de Viveros, Sur y Butarque. Aunque la primera, más moderna, mantiene parámetros aceptables, las otras dos carecen de tratamiento terciario, una fase que permite eliminar contaminantes como medicamentos, cafeína o microplásticos.
"Sur y Butarque están obsoletas. No eliminan bien los nutrientes ni los compuestos emergentes, como antibióticos, hormonas o cafeína", advierten desde Ecologistas en Acción. La organización subraya que el Canal de Isabel II garantiza una excelente calidad del agua potable, pero eso no significa que el sistema funcione de forma homogénea: "Las plantas que tratan las aguas que vuelven al río están al límite. Que sean públicas no exime de la necesidad de modernización".
En ese diagnóstico coincide la Cátedra del Tajo de la Universidad de Castilla-La Mancha, que ha alertado de que hasta un 75% del caudal del Jarama está compuesto por aguas residuales tratadas en estas depuradoras madrileñas. Esta carga representa más del 80% de los vertidos que llegan al Tajo a su paso por Toledo. En más del 74% del tiempo, el agua del río Tajo en ese tramo supera los límites legales de amonio y fosfatos. Para los investigadores la clave está en acelerar las mejoras pendientes en Sur, Butarque y La China, cuya obsolescencia impacta no solo en el Manzanares, sino en toda la cuenca hidrográfica.
La escasa capacidad de dilución del Manzanares agrava el problema. Ya en 2022, cuando se presentó el estudio de la Universidad de York, el ambientólogo Andreu Rico, de IMDEA Agua, advirtió: "Madrid no consume más fármacos que otras ciudades europeas. El problema es que el Manzanares tiene muy poco caudal, y eso hace que cualquier vertido tenga una gran concentración. Es un río vulnerable por naturaleza".
Esa vulnerabilidad se manifiesta también durante las crecidas. Las compuertas instaladas en los años cincuenta para embalsar el río —una serie de estructuras curvas que quedaron en desuso con la renaturalización— siguen en pie. "No solo son inútiles, sino que son peligrosas", sostiene desde Ecologistas en Acción. En periodos de lluvias intensas, como ocurrió el pasado 20 de marzo cuando el Manzanares alcanzó un caudal de 45,5 metros cúbicos por segundo, estas compuertas dificultan la evacuación del agua y elevan el riesgo de desbordamiento. "Reducen la sección útil del cauce y pueden generar un tapón. Lo hemos visto este mismo año", alerta la organización, que exige su retirada.
Entre las medidas que propone Ecologistas en Acción para recuperar la salud del río figura la implantación de tratamiento terciario en las depuradoras de Sur y Butarque, la ampliación de Viveros, la restauración de las orillas con vegetación autóctona, la creación de humedales artificiales y la instalación de sensores que monitoricen en tiempo real los niveles de oxígeno, nutrientes y contaminantes. "No se trata de volver a un paisaje salvaje, sino de tener un río vivo, seguro y limpio", zanjan.
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