Bobbie, el perro que recorrió más de 4.000 km a través de ríos y montañas para volver a su hogar


         Bobbie, el perro que recorrió más de 4.000 km a través de ríos y montañas para volver a su hogar

Bobbie se perdió y meses después, tras recorrer miles de kilómetros, encontró su hogar.

Quien recorra hoy las tranquilas calles de Silverton descubrirá, frente a la biblioteca pública, la estatua de bronce de un Collie de mirada serena. Es Bobbie, el célebre 'Perro maravilla' (The Wonder dog en inglés) cuya gesta sucedió hace más de cien años y que hoy en día continúa capturando la imaginación de visitantes, historiadores y amantes de los animales.

A los pies de la escultura se acumulan flores frescas, correas con los nombres de nuevas mascotas y postales llegadas de todo el mundo: un ritual espontáneo que evidencia cuán viva permanece la leyenda de Bobbie.

En la era de los GPS, los microchips y las redes sociales, su hazaña resulta aún más asombrosa: recorrer alrededor de 4.100 kilómetros por su cuenta, cruzando seis estados y la temporada más cruda del invierno norteamericano, para regresar a su hogar en 1924.

¿Cómo se orientó? ¿Cómo sorteó el hambre, el frío y los peligros de una América rural donde el lobo aún acechaba? Esas preguntas han nutrido decenas de artículos académicos y documentales televisivos recientes que combinan etología, historia del transporte y cultura popular.

Un regreso que cambió para siempre al pueblo

Cada verano, Silverton celebra el 'Wonder Dog Festival', que reúne a miles de personas; y que, de hecho, este 2025 la edición ha batido récords de asistencia. Entre puestos de comida, carreras caninas y mesas redondas con expertos, el festival se ha convertido en un motor turístico y económico. "Bobbie nos recuerda que la lealtad es un idioma universal", comentaba la alcaldesa, Jennifer Darby, para un medio local en la edición de este año.

La historia de Bobbie comenzó durante las vacaciones veraniegas de la familia Brazier. Frank y Elizabeth, acompañados por sus hijas y su perro, partieron en un Ford Modelo T rumbo a Indiana para visitar parientes. En la pequeña localidad de Wolcott, el collie fue atacado por otros perros y huyó en pánico.

Tras días de búsqueda infructuosa, los Brazier regresaron destrozados a Oregón. Seis meses después, la madrugada del 19 de febrero de 1924, Bobbie apareció en la puerta trasera de la cafetería que la familia regentaba. Tenía el pelaje enmarañado, las almohadillas desgastadas hasta sangrar y mostraba señales de haber soportado heladas y lluvias torrenciales.

El veterinario de Silverton dictaminó que el perro había perdido casi un tercio de su peso. Sin embargo, su espíritu permanecía intacto: al escuchar la voz de Frank Brazier, Bobbie agitó la cola y emitió un ladrido corto, casi un suspiro de alivio.

Muy pronto, periódicos como The Oregonian y The New York Times difundieron la odisea a la vez que investigadores rastrearon testimonios: un camionero en Idaho que le dio sobras de su almuerzo; una mujer en Wyoming que le ató un pañuelo rojo al cuello; un niño en Utah que intentó adoptarlo antes de que el Collie siguiera su camino hacia el oeste.

Más de un siglo después, los huesos de Bobbie descansan en el cementerio de la Oregon Humane Society, acompañados por collares, cartas y figuras de juguete. La organización calcula que las donaciones en su nombre han financiado la esterilización de 12.000 animales desde 2000.

Como señala la historiadora local Patricia Velázquez en su nuevo libro Rutas de Lealtad, "la travesía de Bobbie es un puente entre la América rural de los años veinte y la cultura digital actual; nos recuerda que los grandes relatos sobreviven cuando despiertan empatía en cada nueva generación".

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