No, no lo estás malcriando: la sobreprotección a bebés no existe, según la ciencia


         No, no lo estás malcriando: la sobreprotección a bebés no existe, según la ciencia

Llorar en brazos, dormir con mamá, pedir brazos constantemente, no querer estar con nadie más que con la madre. ¿Te suena? Si has tenido un bebé o estás...

Psicología y comunicación no verbal Lo que no nos cuentan por Alicia Martos

Dormir con mamá, pedir brazos constantemente, no querer estar con nadie más que con la madre. ¿Te suena? Si has tenido un bebé o estás cerca de una madre reciente, es probable que hayas oído —o dicho— frases como: “Lo estás malcriando”, “Se te va a subir a la chepa”, “Déjalo que llore, tiene que acostumbrarse” o “Estás siendo demasiado blanda”.

Sin embargo, estas ideas, profundamente arraigadas en nuestra cultura, no solo son erróneas, sino que además pueden ser perjudiciales, para madres y criaturas. La ciencia es clara: no se puede sobreproteger a un bebé durante sus primeros años de vida. Al contrario, responder de forma sensible y constante a sus necesidades es clave para su desarrollo emocional, neurológico y vincular.

El mito de la sobreprotección

La palabra “sobreprotección” supone connotaciones negativas: implica un exceso, una exageración, un obstáculo para el desarrollo de la autonomía. En una etapa más avanzada de la infancia, a partir de los tres o cuatro años, aproximadamente, este enfoque puede tener algo de sentido si se impide constantemente la exploración, la relación con los demás o se generan miedos innecesarios. Pero en bebés, la historia es completamente distinta.

Durante los primeros años de vida —especialmente durante los dos primeros años— el bebé humano es completamente dependiente para sobrevivir física y emocionalmente. Su sistema nervioso aún está en desarrollo, su capacidad de autorregulación es inexistente y su única forma de comunicarse es el llanto.

Desde la psicología del desarrollo, la teoría del apego (Bowlby, Ainsworth) y la neurociencia afectiva, se ha demostrado que la atención constante, afectuosa y disponible no solo no es dañina, sino que es esencial. No es mimo. No es capricho. Es necesidad.

Lo que dice la evidencia

Estudios longitudinales en psicología evolutiva y neurobiología del apego han demostrado que:

Los bebés con cuidadores sensibles y disponibles desarrollan un apego seguro, lo que predice mejores habilidades socioemocionales en la infancia y adultez (Groh et al., 2014).

El contacto físico y el consuelo frecuente regulan el sistema nervioso del bebé, disminuyendo el cortisol (hormona del estrés) y favoreciendo la maduración del cerebro emocional (Schore, 2001).

Dejar llorar a un bebé sin consuelo no le enseña a calmarse, sino a desconectarse. Lo que parece calma es en realidad una respuesta fisiológica de indefensión (Porges, 2011).

Es decir, responder al llanto, coger en brazos, practicar colecho seguro o lactancia a demanda no generan dependencia. Generan confianza y seguridad.

La trampa cultural: ¿por qué sigue molestando ver a un bebé "en brazos" o todo el día "enganchado" a su mamá?

Nuestra cultura occidental, altamente individualista, valora la autonomía, la productividad y la contención emocional desde edades muy tempranas. Se espera que los bebés “duerman solos”, “se calmen solos” o “no se acostumbren a los brazos” incluso antes de que puedan caminar. Pero estas expectativas son biológicamente absurdas.

En muchas culturas del mundo, los bebés son porteados constantemente, duermen con sus madres y reciben respuesta inmediata al mínimo gesto. Y no, no se convierten en adultos dependientes por ello. De hecho, una base de apego segura es precisamente la que permite mayor independencia y autorregulación emocional en el futuro.

Entonces, ¿por qué persiste este mito? Porque la crianza sensible y disponible cuestiona creencias profundas y genera incomodidad en quienes no pudieron recibirla o no la comprenden. También porque vivimos en una sociedad que no cuida a las madres: exige independencia precoz al bebé para que la madre pueda “volver a la normalidad” cuanto antes.

Lo que realmente necesitan los bebés (y sus madres)

Los bebés necesitan presencia, contacto, mirada, voz, olor, brazos, pecho, ritmo, ternura. No saben manipular. No tienen intenciones ocultas. No abusan. No se malacostumbran. Aprenden que el mundo es un lugar seguro… o no.

Pero las madres también necesitan algo: apoyo, validación y espacios libres de juicio. Muchas veces, detrás del “lo vas a malcriar” se esconde una soledad estructural. Si esa madre tuviera una red de apoyo que la respetara, tiempo y descanso,... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Formulario de contacto