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Madrid celebra este Orgullo (del 2 al 6 de julio) mirando hacia atrás para que otros puedan mirar hacia adelante. Lo hace con el lema 20 años avanzando en derechos, ni un paso atrás, y con una advertencia clara: lo conseguido también se puede perder. "Queremos que las nuevas generaciones sepan de dónde venimos", explica Juan Carlos Alonso, director de Madrid Orgullo (MADO). El aniversario coincide con la decisión de volver a poner en primer plano la memoria: conferencias sobre derechos humanos, un homenaje a Pedro Zerolo y un repaso a los hitos del movimiento LGTBIQ+ en la capital.
La senadora de Más Madrid Carla Antonelli lo recuerda todo: los avances y la explosión de alegría que llegó con el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero también la lucha, la intolerancia, la violencia física e institucional. Llegó a Madrid en 1979: "Chueca era un barrio absolutamente oscuro, prohibido, donde apenas había nada", dice. "No había ni reconocimiento ni seguridad. Todo era clandestino". La muerte de Franco en 1975 trajo esperanza, pero aún pasarían años antes de que el progreso fuera tangible. "Fue un proceso lento, pero constante. Poco a poco se fueron abriendo locales, apareció cierta representatividad, visibilidad".
Esta visibilidad, insiste Antonelli, ha sido siempre el motor. "Si estamos donde estamos es porque hemos sido visibles. Y ser visibles es lo que nos hará seguir caminando". Este año será ella quien dé el pregón (2 de julio) del Orgullo desde la plaza de Chueca. "Es simbólico. Porque hemos pasado de escondernos en los márgenes a ocupar el centro, literal y metafóricamente".
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Chueca es el corazón del Orgullo. (Europa Press/Jesús Hellín) El primer Orgullo en Madrid fue en 1978. "Todavía con mucha represión", recuerda Alonso. "Ese año aún no existía ni COGAM. Fue una manifestación cargada de miedo y de valentía". La transformación real comenzó, sin embargo, en los años noventa, cuando la reivindicación llegó a Chueca. "Bares, pequeños empresarios y activistas convirtieron ese entorno en una plataforma de visibilidad", recuerda Alonso.
El salto de escala llegó en 1997. "Nos hartamos de pedir poco", cuenta Jesús Grande, entonces miembro de la junta de COGAM. "Durante una reunión con representantes del PP y el PSOE en Sevilla decidimos pedir directamente el matrimonio igualitario". La convocatoria de una gran manifestación nacional en Madrid ese mismo año fue un éxito. "La sociedad se dio cuenta de que el movimiento existía y de que tenía claro lo que pedía".
Pedro Zerolo, entonces presidente de COGAM, fue quien entendió que bastaba con cambiar una frase del Código Civil: "Donde decía ‘entre hombre y mujer’, debía decir ‘entre dos personas". Ocho años después, en 2005, España aprobaba el matrimonio igualitario. "Fue un momento clave en el que se colocaron los derechos del colectivo en la agenda política, como no se había hecho en veinte años", asegura Ronny de la Cruz, actual presidente de COGAM.
"El Orgullo ha ido creciendo y cambiando de recorrido conforme lo han hecho también nuestras reivindicaciones", apunta De la Cruz. "Primero una ley de parejas, luego la ley del matrimonio, y después las leyes LGTBI y trans autonómicas. Y Madrid se ha caracterizado por unir siempre celebración e identidad". "El impacto del Orgullo ha sido fundamental", añade. "No es solo un día: es una semana en la que toda la ciudad celebra y visibiliza la realidad del colectivo. Eso ayuda a nuestros objetivos de alcanzar una igualdad real".
En 2007 llegó el Europride. En 2010, un concierto de Kylie Minogue en la Plaza de España proyectó el Orgullo madrileño internacionalmente. Y en 2017, el World Pride. "Logramos subir al escenario a la alcaldesa Manuela Carmena y a la presidenta Cristina Cifuentes", recuerda Grande. "Nunca había pasado".
El MADO ha evolucionado en estas décadas hasta convertirse en una semana de programación cultural, política y festiva. "No es solo una marcha, es una declaración pública de lo que somos y de lo que no estamos dispuestos a perder", apunta Alonso. "El Orgullo mezcla reivindicación y celebración. Esa combinación facilita la normalización y acerca los mensajes a toda la ciudadanía".
Pero no todo son avances. "Por primera vez en democracia se están recortando derechos ya conquistados", denuncia Antonelli. "Nos han convertido en el chivo expiatorio de todos los males de la humanidad. Y esto, con el tiempo, se verá como lo que ha sido: una persecución inhumana". Los retos siguen siendo muchos. "Hay que cuidar a las personas LGTBI vulnerables, como mayores o migrantes", dice De la Cruz. "También hay que seguir incidiendo en estrategias sanitarias: el VIH sigue presente, y hay que abordar temas como el chemsex [encuentros sexuales anónimos marcados por el consumo de drogas] o la diversidad en las residencias de mayores". Y añade: "El Orgullo debe ser una herramienta para visibilizar también la realidad fuera de Madrid, en pueblos o ciudades pequeñas donde la vida para personas del colectivo es más difícil".
"Los discursos de odio están cada vez más presentes, especialmente contra personas trans y migrantes. Y los mayores seguimos invisibilizados", dice Grande. Por eso, el Orgullo de este año es también un llamamiento a resistir. "Ante la adversidad, más grandes. Cuanto más nos quieran hacer desaparecer, más nos multiplicaremos", proclama Antonelli.
Desde el Ayuntamiento de Madrid también se reivindica el papel de la ciudad como capital abierta, diversa y libre. "En 2025, el Consistorio aporta 500.000 euros como patrocinador institucional de MADO y ha lanzado nuevas medidas: una guía de recursos para la población LGTBIQ+, una campaña sobre mayores LGTBIQ+, una nueva imagen para los Puntos Arcoíris, formación en diversidad sexual para empleados municipales y un servicio de atención jurídica y psicológica para víctimas de agresiones", aseguran fuentes del consistorio.
Madrid es ya un icono global. Pero, como advierte Alonso desde MADO, nada está garantizado. "El Orgullo no es solo una fiesta, es una trinchera. Una forma de decir: aquí estamos. Y que nadie olvide lo que costó llegar hasta aquí".
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