Coyote Fest: fiesta vaquera, comunidad millennial y un nuevo lenguaje del ocio en Madrid

Coyote Fest: fiesta vaquera, comunidad millennial y un nuevo lenguaje del ocio en Madrid

Madrid ha vivido muchas modas nocturnas: la ruta de los garitos electrónicos, los ‘tardeos’ domingueros, los clubs privados, las sesiones revival. Pero en los últimos dos años se ha instalado una fórmula nueva, de difícil clasificación, que mezcla estética TikTok, códigos importados del country-pop y una idea de comunidad que poco tiene que ver con el clásico ocio de discoteca.

El ejemplo más evidente es Coyote Fest, el evento que el pasado viernes 20 de junio regresó al Hipódromo de la Zarzuela y que, por segundo año consecutivo, colgó el cartel de “entradas agotadas” antes de empezar.

Lo que comenzó como una cuenta de Instagram llamada Yo Tengo Plan —una especie de agenda informal donde se recomendaban fiestas, sesiones o terrazas— ha mutado, casi sin transición visible, en una promotora con una capacidad notable para llenar salas y eventos sin necesidad de cartel musical ni promoción tradicional. Hoy, esa promotora se llama Yatengoplan, y el Coyote Fest es su producto más visible.

Coyote Fest no funciona como un festival convencional. No hay anuncios en marquesinas ni campañas en medios. Funciona, esencialmente, por inercia social: una comunidad que se convoca a sí misma, un código estético compartido —sombreros vaqueros, flecos, looks cuidados, pero “casuales”— y una fórmula que combina música popular, consumo rápido y una atmósfera diseñada para ser compartida en redes. Nada de eso es casual.

@yatengoplan Solo quedan dos días para el festival del verano 🤠🎡 COYOTE FEST en el Hipódromo de Madrid +4000 personas este viernes 20 de junio #planesmadrid #salirpormadrid #quehacerenmadrid #madrid #yatengoplan #festival #festivalmadrid #hipodromo #hipodromomadrid #terrazasmadrid #coyotefest ♬ sonido original - YATENGOPLAN

La estructura está pensada para estimular el contenido: zonas fotografiables, iluminación medida, barras accesibles, duración limitada (de tarde a medianoche) y precios que resultan asumibles para un público de entre 22 y 35 años que ya no busca la noche infinita, pero tampoco está dispuesto a renunciar a un buen plan.

En ese sentido, Coyote Fest no compite con los grandes festivales, sino con los fines de semana vacíos en la ciudad.

Comunidad, no clientela

Yatengoplan no publica carteles. Publica listas. Lo suyo no son los artistas invitados, sino los asistentes. Y ahí está su verdadero valor: ha logrado generar una comunidad real, no un público de evento. No hay entradas para desconocidos ni algoritmos de venta. Sus fiestas —también las semanales— funcionan con reservas directas, listas por Instagram, mensajes cruzados. Algo que recuerda más al circuito underground de hace dos décadas más que al ocio digital de 2025. Pero con una diferencia clave: todo se comunica en abierto.

Abraham Rivera

Detrás de esa informalidad hay una estructura profesional. El equipo de Yatengoplan gestiona la producción de eventos semanales en salas, organiza promociones cruzadas con marcas, selecciona DJs, coordina seguridad y desarrolla acciones puntuales con empresas de bebidas, restauración o moda. No es solo una cuenta “que pone planes”. Es un operador cultural —aunque no lo definan así— que ha sabido leer las claves del ocio millennial/postpandémico mejor que muchas promotoras tradicionales.

¿Nueva tendencia o moda pasajera?

Es pronto para decir si Coyote Fest es una marca con vocación de continuidad o una moda estacional bien ejecutada. La estética cowboy que lo rodea —de inspiración clara en fenómenos estadounidenses como el “yeehaw agenda”, impulsado por TikTok y artistas como Beyoncé o Lil Nas X— tiene fecha de caducidad en términos de impacto visual. Pero eso no significa que el modelo de fiesta no tenga recorrido. En una ciudad cada vez más saturada de opciones, lo que Yatengoplan ofrece es, paradójicamente, una experiencia limitada y reconocible. Un formato controlado, sin aspavientos, que el público entiende como propio.

Lucía Franco

Frente a la oferta masiva de festivales con carteles internacionales, este tipo de eventos de escala media aportan algo que muchos buscan: la posibilidad de verse, de ser visto, de formar parte de un código común que no necesita explicarse. En un tiempo donde todo se comparte, también hay valor en lo que se reconoce sin tener que explicarlo.

¿Yatengoplan como modelo de empresa cultural?

La gran incógnita es si esta fórmula puede escalar. Aunque ya han organizado eventos en Ibiza y Valencia, lo cierto es que su éxito actual se apoya en un equilibrio muy concreto entre cercanía, acceso limitado y estética reconocible, difícil de mantener si se convierte en algo demasiado masivo.

Pero sí hay algo que han logrado —consciente o no— y es reconfigurar la forma en que se organiza, consume y comunica el ocio en Madrid. Han demostrado que un modelo sin grandes nombres, sin inversión publicitaria y sin infraestructuras complejas puede funcionar si se entiende a quién va dirigido. Y eso, más allá del evento concreto, los los sitúa en un lugar interesante del ecosistema cultural joven.

No se trata de saber cuánto durará el fenómeno, sino de entender por qué ha cuajado ahora. En ese sentido, Coyote Fest es mucho más que una fiesta con sombreros. Es un síntoma de cómo una generación entera se apropia del ocio, lo descentraliza, lo reconecta con lo estético y lo íntimo, y lo convierte en una forma de estar en el mundo.



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