
Sobre la existencia de Dios

Todavía hay gente interesada en presentarse a las pruebas del famoso programa de karaoke que venimos sufriendo en España desde hace ya demasiados años. Hay que asumir que no nos da para más como público y como sociedad. Además, algunas empresas se siguen haciendo de oro con el viejo ejercicio que simula meter la grandeza de la música en la pequeñez de una orquesta de pueblo. A cambio nos dejan algunos personajes útiles para programas de cocina, islas de famosos, prensa del corazón y demás morralla.
Hace ya mucho tiempo que las pruebas de acceso resultan un espectáculo en sí mismas y que se comportan como un buen producto audiovisual, un cuento de la cenicienta resumido en medio minuto. La manivela de los churros y la picadora de carne funcionan a pleno rendimiento. A los mandos de la maquinaria de estas pruebas se encuentra Noemí Galera, una profesional del asunto con muchos años de experiencia, conocimiento y tablas para aparecer con gracia ante las cámaras.
Hace unos días, en Santiago de Compostela, durante un diálogo con uno de los candidatos, Galera deseó que sus proyectos “despegaran” a lo que el chaval respondió con un inocente “Dios te oiga”. La famosa productora de televisión, con un tono cínico, condescendiente y paternalista en el peor sentido, se permitió responder “Dios no existe, cariño”. Las imágenes se han repetido en algunas redes sociales y algunas personas se han quejado por el trato discriminatorio y maleducado que queda en evidencia en la escena que acabo de relatar.
El programa en cuestión siempre se ha subido al carro de la inclusión y del buen trato a las personas pertenecientes a diferentes minorías, pero parece mostrarse incapaz de respetar a la gente que cree en la existencia de Dios, como si su no existencia fuera algo tan evidente. Vivimos en una sociedad que se empeña en resolver con un mal chiste asuntos esenciales de nuestra naturaleza. Esa actitud solo nos lleva al cinismo y a la desesperanza. Además, supone una falta de recorrido intelectual preocupante y una sensibilidad sesgada y algo enferma.
Vivimos en una sociedad que se empeña en resolver con un mal chiste asuntos esenciales de nuestra naturaleza.
Quizá Noemí Galera debería mostrar más empatía y más preocupación por el conocimiento. Lejos de estar superado, el asunto de la existencia de Dios se renueva constantemente tanto en la filosofía como en la ciencia. Prueba de ello es el éxito editorial de libros como Dios, la ciencia, las pruebas (2021), escrito por Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, que ha vendido cientos de miles de ejemplares en Francia y otros países. En esta obra, los autores intentan demostrar, a partir de hallazgos científicos recientes en cosmología, física cuántica y biología, la plausibilidad de la existencia de un creador. Aunque el enfoque ha sido criticado por muchos científicos y filósofos por su uso selectivo de las evidencias, su impacto revela el interés persistente de la sociedad por conectar ciencia y trascendencia.
Este debate también se ha reavivado desde puntos de vista antagónicos, con pensadores como Richard Dawkins (El espejismo de Dios), Daniel Dennett (Romper el hechizo) o Sam Harris (Carta a una nación cristiana), quienes han defendido desde el llamado "nuevo ateísmo" que la fe religiosa no sólo es innecesaria, sino potencialmente peligrosa, ese viejo argumento. Sin embargo, ni siquiera ellos niegan la potencia filosófica y emocional del debate, y se ven obligados a enfrentarse a preguntas sobre el origen del universo, el sentido de la existencia y la base de la moralidad. Así, lejos de haberse disuelto, el problema de Dios sigue siendo una encrucijada viva entre ciencia, fe y filosofía. No es algo que se arregle con un chiste barato desde una posición de autoridad ante alguien treinta años menor. Se impone una disculpa.