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El municipio de Schaan, situado en la montañosa menudez de Liechtenstein, encierra una paradoja geográfica: ser el más grande de un país minúsculo. En el centro de esta población, entre avenidas de dos carriles y rascacielos de tres plantas, se camufla la sede de un centro único en el mundo. Se trata del Institute for Linear Research, un organismo que propone exactamente lo que apunta su nombre: explorar el paisaje en línea recta.
Puede parecer una boutade, pero, como ocurre en tantas ocasiones, el alicatado cómico esconde una afilada reflexión sobre nuestra época. También una forma de arte y una original concepción del planeta. Para llegar a todo eso hace falta ponerse a caminar sin salirse de la raya.
El viaje comienza en 2017 en Liechtenstein y sus protagonistas son dos arquitectos y amigos: el paisano Luis Hilti y la valenciana Matilde Igual. “Yo había regresado a casa para estudiar el doctorado cuando él me propuso que nos presentáramos al concurso para representar a Liechtenstein en la Bienal de Arquitectura de Venecia”, cuenta Igual.
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Á. Van den Brule A.Para llegar a la Bienal, uno de los más deslumbrantes escaparates artísticos internacionales, se les ocurrió huir de edificios emblemáticos y tópicos arquitectónicos. En su lugar, propusieron trazar una línea recta y arbitraria que atravesara el pequeño país alpino y recorrerla a pie, documentando todo lo que se encontraran: edificios y paisajes, fuesen grandes, pequeños, bonitos o feos, desde un polígono industrial hasta el castillo del príncipe.
Con esa propuesta ganaron el concurso y obtuvieron una clase en la Universidad de Arquitectura de Liechtenstein. “Estuvimos seis meses caminando esa línea con los alumnos”, recuerda Igual. Investigaron cada construcción y accidente geográfico con la premisa de mantener ese camino recto, sin atender a senderos preestablecidos y exponiéndose a los riesgos de la geografía escarpada.
A medida que avanzaban, empezó a calar la sensación de estar en un lugar extraño, remoto, a pesar de que quizás ya habían estado allí antes. “Cuando caminas sin seguir una carretera o un camino que ya existe, todo te llega por sorpresa. Incluso en paisajes familiares, la sensación de estar perdido llega muy pronto”, comenta Igual.
En un mundo atestado de señalizaciones y mapeado al milímetro en nuestro móvil, los exploradores de la línea recta habían dado con un territorio nuevo. Aquella primera aventura se plasmó en un libro, piedra fundacional del Instituto. “Es un nombre muy pomposo que surgió como una broma, pero nos gusta tomarnos en serio las bromas. Hicimos una página web, registramos la organización y decidimos seguir”, explica Igual.
La geometría dice que una línea recta es una sucesión infinita de puntos. En un mundo finito, los creadores del Instituto decidieron ampliar su segmento hasta abrazar toda la bola terráquea, como un meridiano nuevo, el inicio de “un sistema de coordenadas distinto que no tiene ninguna relación con ningún poder”. De este modo, La Línea –el proyecto se presenta así, The Line– se adentraba en territorios inesperados, físicos y de pensamiento. “La idea era que la gente interesada por el paisaje caminara esa misma línea en lugares que conocían y que el Instituto creciera como una plataforma abierta”.
Los primeros en contactarles, en 2020, fueron unos arquitectos y estudiantes de Mineápolis, interesados en formar una segunda expedición por el medio oeste norteamericano. El tercer viaje pertenece al último libro publicado, que se presenta el próximo 21 de mayo en la galería Volta, en Valencia. Lo realizó un diseñador gráfico suizo que descubrió que la Línea pasaba muy cerca de la granja de sus abuelos.
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Martín IbarrolaCada explorador ha documentado su experiencia rectilínea de una manera distinta: unos con más texto, otros con más fotografía. Sus publicaciones poseen sensibilidad artística, porque esta es también una indagación en la belleza del entorno. Todas recogen historias y percepciones genuinas, formando un imaginario nuevo del territorio: el suyo es el Atlas de lo Remoto.
En Liechtenstein, los aventureros se toparon con la vertiente más disparatada del turismo: helicópteros transportaban balas de paja a la montaña para permitir que las vacas pastaran en zonas frecuentadas por visitantes. En otros parajes, lo que les sacudía era la naturaleza: “En invierno, si no hay pistas de esquí, el paisaje se vuelve totalmente blanco. Se desdibuja cualquier señal y surge un fenómeno psicológico llamado white out”. En ese vacío, los caminantes se sentían flotando en la nada, un estado sobrecogedor.
En Estados Unidos, donde las distancias imponen el uso del coche, caminar permitió descubrir infraestructuras ocultas, alejadas de las carreteras. “Fue como redescubrir el mapa de casa con ojos nuevos”, dice Igual. El Instituto también reconoce a sus referentes: los artistas del caminar Richard Long y Hamish Fulton; el teórico Lucius Burckhardt; y el sociólogo Bruno Latour, cuya obra invita a reconectarse con la realidad próxima para entender el mundo.
Más allá del conocimiento geográfico, estos viajes proponen una forma de atención plena: “Caminar en línea recta es una manera de fijarse en lo que te rodea. Te obliga a observar lo pequeño, lo banal, lo que normalmente pasamos por alto”. A pesar de lo que pueda sugerir, esta rectitud tiene un carácter democrático: “Te cruzas con todo tipo de gente, de todas las ideologías. Y si te desvías un poco por un obstáculo, no pasa nada”. Como prueba de su flexibilidad, el Instituto ha multiplicado La Línea original, permitiendo que cualquiera trace un paralelo y lo documente. En esos casos, publican un fanzine con el material recibido.
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Javier Martín VideAsí surgieron paseos como el de Valencia, donde un grupo de estudiantes caminó en la primavera de 2024 un tramo que luego fue arrasado por una dana. “Repetimos el trayecto después de la barrancada, para ver cómo el paisaje se adapta o no a los cambios”, señala la arquitecta. El Instituto cuenta con unos cuarenta miembros oficiales, los que han participado en las tres expediciones con libros publicados. Han ofrecido paseos y conferencias en universidades de media Europa. Hasta ahora han sido arquitectos y geógrafos los más interesados, pero el objetivo es que se sumen miradas de otras disciplinas, para que sigan apareciendo mundos recónditos e inesperados, que no sabíamos que estaban ahí… hasta que los mostró una simple línea recta.