Lecciones (para España) de un modesto rearme naval: "Si se gestiona bien, puede revivir los astilleros"

Lecciones (para España) de un modesto rearme naval:

En plena carrera para el rearme de Europa, es fácil hacer comparaciones odiosas. Es complicado mirarse cara a cara con Francia, cuya industria y cultura de defensa superan con creces a las españolas; o medirse con Alemania, con una economía y un sentido de estado fuera de nuestro alcance, o equipararse a Polonia, donde sociedad y administraciones están convencidas de la necesidad de reforzar sus capacidades militares ante la amenaza rusa. Pero hay ejemplos de países mucho más modestos que demuestran que la clave para aprovechar las oportunidades que se abren con el ciclo alcista de la defensa no es tanto el volumen sino la voluntad política.

Croacia, un país que no llega a los cuatro millones de habitantes y con menos extensión que Castilla La-Mancha, ha roto su techo militar con una oleada de adquisiciones sin precedentes. La lista incluye una docena de cazas franceses Rafale, el sistema de artillería de precisión estadounidense Himars y drones turcos Bayraktar TB2. Además, está negociando la adquisición de 50 tanques Leopard 2 A8 de última generación.

Este refuerzo de capacidades ha ido acompañado de movimientos para afianzar su posición estratégica regional con un acuerdo de cooperación militar con Kosovo y Albania. Zagreb ya ha alcanzado el objetivo del gasto del 2% del PIB, una cifra que se ha comprometido a elevar al 2,5 % en 2027 y al 3% en 2030, en línea con lo que está manejando la OTAN.

El paso más ambicioso de esta transformación militar es la compra de los buques de guerra más poderosos de su historia. Croacia se prepara para encargar dos o más corbetas multipropósito con un coste estimado de entre 400 y 500 millones de euros por unidad. Esto supone un enorme esfuerzo financiero para un país que, en términos reales, destinó menos 1.400 millones de euros a su presupuesto de defensa en 2024.

El ministro de Defensa, Ivan Anušić, ha confirmado que la primera estará operativa en 2029 o 2030. Estos sistemas supondrán un salto cualitativo en la capacidad operativa de Croacia, un país con más de un millar de islas e islotes que con su fachada al adriático suman más de 6.000 km2 de costa. Para una armada compuesta principalmente por lanchas lanzamisiles y patrulleras, esta incorporación permitirá ampliar su proyección en el Mediterráneo oriental y contribuir de forma más relevante en misiones internacionales.

Pero también reflotar su mermada industria de construcción naval con una inyección de capital inédita desde la Guerra Fría. Ese es el plan.

Kim Son Hoang (Der Standard. Austria)

Mientras tanto, en España, la industria naval ha sido de las que menos atención industrial, política y estratégica ha recibido. Los últimos buques de guerra armados comisionados por el Gobierno fueron las fragatas F-110, en 2019, antes de la guerra en Ucrania. El más reciente en ser entregado a la Armada fue el submarino S-81 Isaac Peral, en noviembre de 2023, encargado casi dos décadas atrás.

Los planes de la Armada para reforzar y expandir sus capacidades no se han concretado. El plan de rearme español, con el que el Gobierno aspira a llegar al 2% del gasto en defensa este año, apenas asigna 590 millones de euros –el 5,6% de los más de 10.400 presupuestados– a cinco proyectos para modernizar la flota actual. Pero ningún buque ofensivo adicional, ni proyectos relevantes a futuro. La sensación es de estancamiento.

Lo diferente, lo común, lo opuesto

La escala y composición de las industrias navales española y croata son muy diferentes. Pero comparten retos comunes, como la competencia internacional, la innovación tecnológica, la sostenibilidad o la escasez de mano de obra cualificada. Ambos países están interesados en que el ciclo alcista de la defensa revierta en sus empresas y fortalezca sus tejidos industriales, golpeados por décadas de reconversiones, deslocalización y cierres.

La inversión en corbetas se enmarca en la estrategia del Gobierno croata para relanzar toda su industria de defensa, desde los astilleros navales hasta la producción terrestre y aeroespacial. El objetivo no es solo recuperar empleo y tejido técnico, sino también atraer inversiones, preservar el conocimiento técnico en construcción naval y reforzar la autonomía estratégica del país. El discurso es claro.

Enrique Andrés Pretel

"Las fuerzas de defensa no son solo un gasto. Son un componente clave de nuestra economía", afirma el ministro Anušić.

En España, el presidente Pedro Sánchez también ha presentado un plan para cumplir los compromisos aliados de inversión en defensa. Pero la divergencia de opiniones en el seno de la coalición y la mayoría legislativa que la sustenta, han hecho que Moncloa haya intentado "desmilitarizar" su propio plan de rearme. Desde el título, a los proyectos destacados.

Para los analistas militares, un país peninsular con más de 8.000 km2 de costa (3.000 km2 continental, dos grandes archipiélagos) y un estrecho estratégico a su cargo debería estar reforzando su armada de guerra. Y los observadores industriales creen que un sector naval razonablemente potente, dominado por los astilleros públicos Navantia, con tradición, conocimiento y capacidad de exportación debería ser prioritario para el Gobierno.

Así, la divergencia de criterio no es técnica, sino política.

La oportunidad en juego

El Libro Blanco sobre la defensa europea, presentado por la Comisión Europea en marzo, menciona al sector naval entre las "brechas críticas" que deben abordarse con urgencia para lidiar con la incertidumbre sobre el vínculo transatlántico y el imparable auge naval chino. Entre las prioridades, destaca el desarrollo de vehículos no tripulados (submarinos y de superficie) y la creación de una red de puertos estratégicos que facilite el despliegue rápido de tropas y material militar en el territorio europeo.

Nacho Alarcón. Bruselas

Pero el programa presentado por el Gobierno el pasado 22 de abril destina la mayoría de su presupuesto a modernizar sistemas ya existentes, reforzar la ciberseguridad y las telecomunicaciones y mejorar las condiciones del personal militar. En el ámbito naval, contempla la actualización de las fragatas clase Álvaro de Bazán y los buques de asalto anfibio, así como la construcción de una plataforma de guerra electrónica, un buque de aprovisionamiento y otro hidrográfico. Insuficiente, según los expertos, para el retorno industrial que se podría obtener.

"No se trata de una estrategia ambiciosa. Es más un lavado de cara a la flota, sin un verdadero plan industrial ni apuesta por la construcción naval a largo plazo", explica Juan Ignacio Cáceres, profesor de la Universidad CEU San Pablo, a El Confidencial.

El plan de rearme español está marcado por unos presupuestos prorrogados por segundo ejercicio consecutivo y el poco margen político de los socialistas, que no pueden convencer a sus socios ni negociar con la oposición. Esto limita su alcance estratégico y económico, frustrando la posibilidad de una verdadera reindustrialización naval.

Nacho Alarcón. Bruselas

"Si se gestiona adecuadamente, el rearme europeo tiene potencial para actuar como un catalizador en el sector", comenta el sociólogo Beltrán Roca, experto en los astilleros de la Bahía de Cádiz. Una visión compartida por muchos trabajadores, que "lo ven como una oportunidad para construir más buques y no limitarse a estructuras auxiliares".

La que es, la que podría ser

Todo el potencial y las contradicciones de la fragmentada industria naval española se pueden resumir en Navantia. La compañía controlada por la Sepi copa casi el 80% de la cuota de mercado nacional, dejando el resto a un tejido empresarial muy disperso geográficamente y con pocas empresas de gran tamaño. Pese a que en 2023 la compañía tuvo una facturación de 1.434 millones, lleva desde 2021 en números rojos.

España ha tratado de hacer valer su sector naval en Europa mediante la especialización en nichos tecnológicos y de alto valor añadido, como buques especializados de costes contenidos y con acuerdos de cooperación tecnológica e industrial con sus clientes internacionales, como Australia, Arabia Saudí, Turquía o Marruecos, entre otros. Mientras tanto, los sindicatos llevan años alertando de que la compañía pública abusa de la subcontratación, lo que genera tensiones laborales y escasez de mano de obra calificada. "Hoy es prácticamente imposible encontrar soldadores con experiencia", afirma Roca.

Lorena Bustabad. Ferrol

España se arriesga así a dejar pasar la oportunidad estratégica única del rearme europeo y cumplir la promesa de modernización que llevan repitiendo gobiernos de todo signo político desde la reconversión industrial de los años 80 y 90.

Su principal cliente es la Armada Española, que cuenta con una flota de 97 buques, entre los que destacan el portaaeronaves LHD Juan Carlos I, las cinco fragatas clase Álvaro de Bazán F-100, el submarino S-81 Isaac Peral y los buques de asalto anfibio Castilla y Galicia. Además, dispone de corbetas, patrulleras, buques de acción marítima y varios tipos de naves auxiliares.

Pero, pese al aumento de los presupuestos en los últimos años, no se han ampliado los pedidos de sus dos programas estrella, las fragatas F-110 y los submarinos S-80+. Tampoco se ha concretado la posibilidad de construir otro portaaeronaves (o portaviones) como el Juan Carlos I. La gran apuesta naval del Gobierno fue encargar un nuevo buque de aprovisionamiento de casi 500 millones de euros para los astilleros de Navantia en Ferrol en plena campaña electoral gallega. Una decisión cuestionada en su día por expertos y militares.

Jesús M. Pérez Triana

"Navantia ha sido la gran perjudicada de la idea del campeón nacional (en España). Toda la atención política, los recursos y los planes se han concentrado en Indra. Navantia es en realidad la empresa que más factura en material de defensa del país, tiene productos probados y exitosos en el mercado internacional, y tiene las instalaciones. Para su peso específico y su impacto industrial, ha recibido migajas en estos planes (del Ministerio de Defensa)", asegura una fuente vinculada a la industria naval.

En contraste con las palabras medidas y suavizadas de Sánchez en su discurso sobre la defensa nacional; el primer ministro croata, Andrej Plenković, ha querido ser uno de los rostros del rearme, insistiendo en que esta adquisición marcará un punto de inflexión para la Armada croata. El HDZ, formación conservadora que lidera el Ejecutivo desde 2015, "espera que el nuevo presupuesto europeo en defensa les permita reflotar la industria e incluso renovar su flota militar".

Un sector a la espera

Split, la segunda ciudad más poblada de Croacia, vive desde hace años de una prosperidad turística que parece imparable. Allí, los cruceros y yates de lujo que se amontonan en su litoral contrastan con las grúas oxidadas de Brodosplit, el mayor astillero del país y símbolo de su pasado industrial. La compañía sobrevive con una plantilla reducida, pedidos esporádicos y amenazas de quiebra. Por eso, los planes para reforzar la marina de guerra croata se perciben como una oportunidad existencial.

Instalaciones de Brodosplit, astillero en Split (Croacia). (Brodosplit)Instalaciones de Brodosplit, astillero en Split (Croacia). (Brodosplit) Instalaciones de Brodosplit, astillero en Split (Croacia). (Brodosplit)

Aunque el Ministerio de Defensa aún no ha definido el modelo del buque ni ha sacado a concurso el contrato, Brodosplit ya le ha ofrecido su corbeta multipropósito BIS91. Todavía es pronto, ya que no se descarta la posibilidad de establecer un acuerdo de cooperación que permita involucrar a un socio extranjero que aporte transferencia tecnológica y conocimiento industrial. También se está evaluando la opción de adquirir las corbetas a través del marco europeo de la Cooperación Estructurada Permanente (CEP), en una compra conjunta con países como Grecia y Rumanía con participación local.

Pero que haya voluntad política tampoco asegura el éxito. Un sector que hace apenas una década aportaba el 2% del PIB de Croacia, el 15% de las exportaciones del país y daba empleo a 12.000 personas, ahora apenas ocupa 3.000 empleados y 1.300 subcontratistas. La lista de problemas es larga, desde la baja productividad a la falta de innovación o la fuga de talento cualificado. A estos retos se une la fuerte competencia internacional que ejercen países como Italia, que dispone de una industria más consolidada con astilleros ultratecnológicos como el de Monfalcone, sede principal de Fincantieri.

Jesús M. Pérez Triana

En enero, Brodosplit entregó el buque de patrulla costera Umag, la segunda de las cinco patrulleras contratadas por Defensa hace una década. Su construcción ha estado plagada de desafíos: desde problemas iniciales con el diseño a retrasos por la pandemia, la guerra en Ucrania o la crisis de materias primas; circunstancias que obligaron a renegociar el contrato en marzo de 2024 para ajustar plazos y condiciones.

"El Gobierno croata quiere promover públicamente la industria naval y cree que tiene mucho futuro, algo muy discutible vista la tendencia", explica Miguel Roán, investigador especializado en los Balcanes.

La crisis de una potencia naval

La industria naval de la extinta Yugoslavia llegó a alcanzar en 1988 el liderazgo de la construcción naval europea, al asumir el 2,7% de la cartera de pedidos global. Los astilleros de Split, Pula o Rijeka competían con potencias como Japón y Corea del Sur y el sector naval era un símbolo del orgullo industrial y tecnológico de la ex república socialista. Tras la guerra (1991-1995) y en el marco de las negociaciones de adhesión de Croacia a la UE, la reestructuración de los astilleros se convirtió en una tarea primordial para el Gobierno croata, en 2008 optó por privatizarlos.

Brodosplit fue vendido en 2013, el mismo año que el país accedió a la UE. A partir de entonces, el sector sufrió un declive acelerado: su producción cayó un 75 % entre 2012 y 2022 respecto a la década anterior. Muchas plantas se reorientaron hacia la reparación de buques, cruceros polares o yates de lujo.

"Las privatizaciones solucionaron los problemas políticos del día a día, como las pérdidas financieras y las turbulencias del mercado. Sin embargo, han sido perjudiciales en el largo plazo por la falta de alineación entre las políticas estatales y las necesidades de los astilleros", explica Hadžić.

La opinión pública croata muestra ahora "un apoyo cauteloso" a estas iniciativas y reconoce "la importancia de la seguridad nacional en un contexto de tensiones regionales", afirma Sandro Knezovic, asesor de investigación en el Instituto de Desarrollo y Relaciones Internacionales (IRMO). No obstante, como ocurre en España, "persisten los debates sobre el equilibrio entre el gasto en defensa y otros servicios públicos"

La percepción social y los sentimientos asociados a la industria naval en Croacia son "contradictorios", con un amplio grupo que considera que debería cerrarse por completo porque "solo genera pérdidas financieras", y un segmento de población menor que comprende "la importancia de la construcción naval en la economía nacional y el desarrollo tecnológico", explica Neven Hadžić, profesor de la Universidad de Zagreb, a El Confidencial.

Jesús M. Pérez Triana

Recientemente, el Gobierno croata ha anunciado la venta de dos astilleros –3. Maj 1905 y Uljanik Brodogradnja 1856– de propiedad estatal, que fueron nacionalizados tras su quiebra. Aun así, fuentes no oficiales aseguran que el precio no será el criterio decisivo para seleccionar a los inversores, sino asegurar el empleo e inversiones en modernización.

"El futuro de la construcción naval croata como motor económico y tecnológico depende del apoyo que pueda recibir del Gobierno. Para ello, algunos astilleros deberían volver a manos del Estado y se debería fomentar el desarrollo de la industria de equipamiento naval", asegura el analista. "La adquisición de estos nuevos buques representa una iniciativa limitada y no va acompañada de una estrategia nacional coherente", concluye.



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