
La cumbia universal de Lagartijeando con “7 Caminos”
Necesitamos cumbia, necesitamos arrastrar nuestro cuerpo hacia las líneas magnéticas que nos permitan afinar nuestro corazón al ritmo de la tierra, necesitamos el volcán y el ritmo, y llega el músico y artista Mati Zundel y nos ofrece esa conexión en su nuevo LP, 7 caminos, una paleta de cumbia sí, pero también downtempo, electrónica de varices orgánicas, ritmo y violines, todo mezclado y agitado para que el calor nos lleve desde la paz de la habitación a la demencia de la pista de baile: Fiesta de las sierras funciona como una introducción perfecta con sus violines de cantina y dejándonos en las repeticiones algorítmicas de La cumbia de la selva, una rítmica esquemática, con pianos delicados y un susurro serpenteante.
En la onda medio oscura de Karen y los remedios, llegamos a Guinea Congo, donde las cajas de ritmos ofrecen una simbiosis perfecta, moviéndonos de continente sin perder las formas, entre los golfos donde el océano se hace uno con la tierra, percusiones mediante. Los temas cantados, como Santa María (con Khalil Mounji y Nabila Dali), resultan todavía más hipnóticos, a pesar de que la voz sea un instrumento de fonética mántrica más que un compromiso lírico.
En Cholula, con las voces invitadas de Markiño y Mariri, todo se convierte en un paganismo mínimo, uno sampleo selvático y la sección rítmica del terruño, como si usáramos un libro de hechizos para enhebrar los arreglos. 7 caminos, que da título al disco, nos ofrece esa cumbia del volcán, anida y nutritiva, como un zumo intoxicante, un fraseo de corazones y fuego que nos recuerda a los tiempos líricos cuando escuchábamos las extrañas mixtapes que preparaba Rubén para Zona de Obras.
Es un momento de experimentación latina, donde la carne y la percusión se mezcla con el beat y la computadora, aunque sea casi folk de Mojave en Que lindo sale la luna, desértico como la maravillosa Lhasa de Sela nos regaló antes de marcharse más allá de las estrellas. La voz de David Yturbe, penúltimo chamán de la era digital, hace el resto. El final, el momento culmen, con las cuerdas máximas, con las cuerdas mínimas, con el cajón, la crispación galáctica desaparece para permitir la conjunción de las lunas, con la voz de Brenda McBorrow, 4 elementos, uno por cada espacio, uno por cada dirección, electricidad, terruño, sangre y metano. Un disco de belleza interior que se despliega como un atardecer eterno.