El gran referente de la arquitectura industrial de Madrid fue la fábrica de la cerveza más popular de los 20

El gran referente de la arquitectura industrial de Madrid fue la fábrica de la cerveza más popular de los 20

La fábrica de cerveza El Águila, que data de 1912, se convertirá en Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Sitio Industrial. La Comunidad de Madrid ha iniciado los trámites para proteger el enclave que actualmente cobija al Archivo y Biblioteca Regional, aunque ya incoó el expediente en 1990. Diseñada por el arquitecto Eugenio Jiménez Correa, se trata de uno de los edificios más emblemáticos de arquitectura neomudéjar que todavía posee la capital, así como uno de los mejor conservados. Por ello, el Gobierno regional protegerá sus elementos arquitectónicos, esencialmente los muros perimetrales de la fachada, las cubiertas de madera del pabellón de los primeros silos y parcialmente las de la maltería.

La ejecución de este edificio situado en el barrio de Delicias finalizó en 1914. "Inmediatamente, se planteó una ampliación importante que debía albergar otras dependencias como cocheras, módulos de proceso, bodegas, silos y heladora", explica Amparo Berlinches, antigua integrante de la Dirección General de Arquitectura de la Comunidad de Madrid. La continuación del proyecto corrió a cargo del arquitecto Luis Sainz de los Terreros, y concluyó en 1935.

Cervezas El Águila, S.A. llegó a tener, en la segunda década del siglo XX, un 25% de cuota de mercado en su sector. Durante la Guerra Civil, la fábrica fue incautada por el Gobierno de la República y, tras el conflicto, fue devuelta a sus dueños originales. Además, en los siguientes años se amplió con un nuevo espacio de botillería y se construyó un edificio de talleres en la esquina donde actualmente confluyen las calles Bustamante y Vara del Rey.

A finales de los años 60 entró en funcionamiento la nueva sede en el municipio de San Sebastián de los Reyes y en los años 80 del siglo XX cesó la actividad de la ubicada en Madrid. Esta permaneció abandonada hasta el año 1993, aunque sus terrenos llegaron a albergar un centro social okupado, fecha en la que el Ejecutivo regional adquirió la propiedad.

Un edificio sensato y bello

Según Berlinches, su acabado en fachadas de ladrillo sigue pautas constructivas del neomudéjar madrileño, surgido en el siglo XIX, pero su diseño responde a un concepto racionalista funcional que responde al diseño de las grandes instalaciones fabriles implantadas en Europa con la revolución industrial.

La racionalidad del conjunto y su concepción funcional era de una percepción inmediata y sus distintos pabellones tan vinculados a su uso inequívoco conferían al conjunto un impacto singular, precisa Berlinches, también presidenta en funciones de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio (MCyP). De esta forma, en ella hubo calles de distribución con sus andenes, vía férrea interior, sus enormes depósitos de malta y los edificios periféricos administrativos, que "componían un resultado de enorme impacto visual y estético".

Jorge García González

Tras los años de abandono, la Comunidad de Madrid convocó un concurso internacional de ideas entre arquitectos para dar una nueva vida al conjunto, que en un primer momento albergaría un Centro de las Artes y la Cultura. El concurso se falló a favor del estudio de arquitectura Tuñón&Mansilla. Al cambiar el objeto del proyecto, de centro de Cultura a sede de la Biblioteca y Archivo regionales, fue de cierta dificultad convencer a algunas instancias administrativas para que el proyecto, aún con otro fin, fuera redactado por el equipo ganador, pues sus premisas habían sido respetuosas con los edificios existentes y planteaban soluciones adaptables al uso definitivo, comenta Berlinches.

El proyecto quedó completado en 1998. "Más de una vez he oído comentar a los arquitectos autores su sorpresa ante la poco habitual claridad de requerimientos de la Administración sobre el futuro edificio, y más concretamente con el Archivo Regional", rememora. En aquel momento, se cuidaron los detalles, calidades de acabados, señalética y todas las soluciones constructivas y estéticas que hacen de este complejo lo que es hoy: un edificio sensato, modélico en construcción y funcionalidad y, por qué no decirlo: un edificio de una gran belleza que ha sido hasta el momento presente, motivo de orgullo para la Administración responsable, en palabras de la presidenta de MCyP.

Hacer una marca del edificio

Tal fue el acabado del complejo que el Colegio Oficial de Arquitectura de Madrid (COAM) le otorgó un premio en la categoría de Obra Pública Corporativa en 2003. Alberto Sanz es el responsable del Servicio Histórico del Colegio y remarca que la zona en la que se ubica, por aquel entonces ensanche de la capital, era idónea para una fábrica de este estilo. "Justo al lado de la estación de Delicias, la factoría tenía hasta sus propias salidas por vía del tren", comenta.

Los dos grandes arquitectos que trabajaron en su construcción sabían lo que hacían y, sobre todo, para quién: "La empresa buscó a profesionales reconocidos para que hicieran del edificio su propia marca, la marca de la cervecera. Si era una cerveza de calidad, mejor tenía que ser su arquitectura, por eso todavía conservamos un edificio tan valioso", dice el mismo Sanz.

Fue la disposición de los elementos de la factoría los que ayudaron a su reinvención. "Esos contenedores tan amplios y abiertos, sin elementos estructurales que interrumpan o dividan el interior, hizo que en un momento dado el espacio se pudiera recuperar para otras funciones completamente distintas", incide. Desde su punto de vista, Tuñón&Mansilla consiguieron aunar forma y uso en su propuesta.

"Se necesitaban salas de lectura enormes, depósitos gigantescos para los documentos, que deben estar perfectamente adaptados a la normativa de conservación, oficinas, cafetería, salón de actos... Y todo eso lo lograron", añade el responsable del Servicio Histórico del COAM. Ardua tarea fue la que enfrentaron, pues mantener el carácter y la personalidad de un edificio de estas características no se tornaba una empresa fácil.

E. Sanz

Sanz ilustra que, por ejemplo, adaptaron la maltería, situada en la curva del edificio central, que es la que más se ve y de estilo neomudéjar español asimilada a los modelos fabriles del racionalismo centroeuropeo, así como los potentes silos metálicos, para integrarlos en su proyecto "sin destruir la maravilla y belleza de un espacio tan emblemático". Desde su perspectiva, lo que Tuñón&Mansilla llevaron a cabo fue una arquitectura "muy abstracta", tal y como este experto la cataloga. "Si vas allí casi no la ves, sino que te sigues fijando en los elementos de la arquitectura de principios del siglo XX, y ese es uno de los mejores piropos que se puede decir a un arquitecto", concluye.

Del antes al después

A día de hoy, según aparece en la guía de Arquitectura de Madrid, los pabellones administrativos ocupan el chaflán y el Módulo de Proceso tiene una planta rectangular y define la calle interior con la línea férrea. La Heladora centrada sobre la parcela es un contenedor prismático sin estructuras interiores, con cerramiento de ladrillo y grandes huecos rematados por arcos de medio punto. Además, resaltan los dos grupos de Silos de cebada en la calle del General Lacy, que ofrecen una de las imágenes más contundentes del conjunto y constituyen su posible seña de identidad.

Además, la Biblioteca Joaquín Leguina, denominada así por haber sido este presidente de la Comunidad su impulsor, se ubica sobre la Maltería, acogiendo las salas de lectura, hemeroteca y mediateca, y la Heladería con el acceso principal y vestíbulo exponiendo la maquinaria preexistente. Los silos metálicos se transformaron en depósitos de libros y el primer edificio de Administración en el Depósito Legal. Un edificio de nueva planta alberga las oficinas administrativas. El Archivo se organiza en cuatro módulos y las oficinas y zona de usuarios se ubican en el edificio de Proceso y Cocción. La cafetería, el salón de actos y la sala de exposiciones recuperan las antiguas Bodegas.



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