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Dicen que no conoces de verdad a una persona hasta que te lo llevas de vacaciones. O ese compañero del trabajo que parecía tan tranquilo… y pierde los papeles salvajemente en un resort todo incluido en la Riviera Maya. Con cómo nos tomamos cada uno el fin del mundo pasa algo parecido, también con los simulacros del apocalipsis, como el apagón sufrido por España y Portugal este lunes.
Por ejemplo, gracias al corte fulminante de suministro, hemos certificado una intuición territorial: que los portugueses son más chill out que los impulsivos españoles. La primera información de las autoridades eléctricas españolas fue que el suministro se recuperaría en seis o diez horas. Pero los portugueses dijeron, primero, ya veremos cuando vuelve la luz, y más tarde, que podríamos tardar más de una semana en recuperar la normalidad.
Última hora del apagón de luz en España, hoy: causas del corte, red eléctrica y transportes
Lino VargasFinalmente, no parece que se cumpla la profecía portuguesa, pero fantaseemos un momento con ello. ¡7 días sin electricidad y móviles! Dicho de golpe, suena inquietante, pero todo es cuestión de enfoque. Dado que el español medio dedica 17 horas diarias a responder a mensajes urgentes de whatsapp sobre el último árbitro achicharrado por el Real Madrid, las posibilidades creativas abiertas una semana sin móvil serían infinitas. ¡Podríamos acabar de escribir esa trepidante novela sobre la caída del Imperio Romano atascada desde hace 24 años! ¡Podríamos plantearnos incluso hacer caso un ratito a nuestros hijos! ¡La revolución!
¿Quén ha sido?Por supuesto, el apagón también ha servido para desestabilizar nuestro termómetro conspiratorio.
“Sigamos solo la información oficial. No los bulos que generan desasosiego en la ciudadanía”, recomendó Pedro Sánchez en su mensaje a la nación. Pero el consejo presidencial funcionó a medias, pues la fórmula para rebajar el suflé conspiratorio fue luminosamente contradictoria: “Ya sabremos las causas [del apagón]. No descartamos ninguna hipótesis”. En efecto, no hay que ser un ex analista chalado de la CIA para traducir malamente esto: no tenemos ni idea de lo que ha pasado/puede haber pasado cualquier cosa.
"Sigamos solo la información oficial. No los bulos que generan desasosiego en la ciudadanía”
Para colmo, como el presidente del Gobierno salió cinco horas y media después de iniciarse el apagón, para entonces el pueblo llano ya había hecho sus cábalas en bares, atascos y oficinas. O la terca primera impresión. ¿Quién encabezaba la porra conspiratoria? Ciberataque ruso… o de amigos chungos de los rusos.
¡Cómo culpar al ciudadano medio de tener la imaginación más calenturienta que una sauna turca! El contexto es tozudo: el siglo XXI ha convertido nuestras vidas en una absurda película hollywoodiense de catástrofes, de esas de las que tantos nos reísmos en los noventa, en las que un espía ruso provocaba un ciberataque global (ejem), un virus letal amenazaba la vida en la Tierra (ejem, ejem) o un presidente chalado ponía el mundo en vilo (ejem, ejem, ejem).
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En el extremo contrario de la conspiración, por supuesto, siempre está la chufla costumbrista. Otra de las enseñanzas sobre el apagón y los tipos humanos, es que están los que caen en la máxima intensidad interpretativa, y están los que se toman a chirigota hasta el sonido de las trompetas de Jericó. Así que España se debate hoy entre dos opciones: o los hackers rusos quieren acabar con la Península Ibérica, o Paco el de Red Eléctrica ha pisado el cable equivocado y dejado de luz a 60 millones de personas.
Lo sentimos mucho por el futuro laboral de Paco, pero, llegados a este punto de desestabilización mundial, uno prefiere mil veces el escenario funcionario la lía parda que el de malvados hackers. Ese en el que Homer Simpson provoca una hecatombe tras quedarse dormido en la central nuclear. La cosa está tan malita que cualquier cosa que no sea una sucia maniobra geopolítica nos vale. Virgencita, virgencita, que me queda como estoy. ¡Homer Simpson vive, la lucha sigue!