El milagro de la comuna que salvó los cines de Majadahonda

El milagro de la comuna que salvó los cines de Majadahonda

Graça es una de las vecinas de Majadahonda suscrita a la plataforma vecinal que se propuso recuperar los cines Renoir del Zoco. Iban a clausurarse sin destino conocido en 2013 por sus problemas de solvencia, pero los “cinéfilos afectados” decidieron responsabilizarse de la herencia. Y convinieron que era verosímil mantenerlos abiertos gracias a la suscripción de los socios (100 euros) y al volumen de voluntarios (un millar).

Tenían razón, como demuestra la hiperactividad de la programación transcurridos doce años desde la aventura. Y no solo porque están en cartel los estrenos imprescindibles, sino porque los promotores de la iniciativa asamblearia organizan ciclos retrospectivos, veladas cinematográficas con grandes figuras “en persona” (Almodóvar, Amenábar…) y actividades musicales. Puede seguirse en el Zoco de Majadahonda la temporada de transmisiones en directo de la Royal Opera House londinense, aunque una de las mayores atracciones del presente ejercicio consiste en el proyecto de zarzuela que la “cooperativa” ha formalizado con la Fundación Guerrero.

Así he descubierto yo mismo la idiosincrasia de la plataforma vecinal (cineszocomajadahonda.org) y el fervor de los espectadores en la sesión de Luisa Fernanda. Estaba llena la sala. Y me invitó el colega Alberto González Lapuente para compartir una charla después de la proyección.

Rompimos la cuarta pared para recordar el montaje de la obra de Moreno Torroba que había estrenado el Teatro Real en 2006. Conserva todo su vigor la dramaturgia estilizada de Emilio Sagi, pero el paso del los años repercute en la memoria de los “ausentes” (el maestro Jesús López Cobos) y en el envejecimiento de los colosos. Empezando por Plácido Domingo, cuya plenitud artística ilumina el interés del espectáculo en su transición vocal de tenor a barítono. Representa el papel de Vidal desde la excelencia. Y demuestra que el malentendido “reputacional” de la zarzuela no solo se explica desde los estúpidos prejuicios intelectuales, sino de la precariedad e indigencia con que tantas veces se han representado las obras.

Lucía Franco

Han conseguido los artífices del Zoco una suerte de milagro cultural. La plataforma carece de ayudas públicas. Y opera desde el ingenio, el voluntariado y la versatilidad. No ya para avivar la cartelera, sino para convertir el centro comercial en un espacio que irradia la pasión compartida del cine y de sus derivadas audiovisuales. Se ha formalizado una comunidad de hábitos e inquietudes. Los foráneos están invitados a precios muy asequibles (8 euros), pero los cinéfilos locales han convertido el Zoco en un espacio humanista y humanizado donde se viene al cine y se viene a socializar, a compartir experiencias, todo lo contrario de cuanto ocurre en los centros comerciales masivos y deshumanizados al uso.

Tiene sentido llegarse a Majadahonda. La comodidad de las salas y de las butacas se corresponde con la renovación de la tecnología. Me consta porque tuve el privilegio de subir a la cabina del proyeccionista. Y no porque exista el oficio, sino porque el lugar identifica el emplazamiento de los recursos más sofisticados en materia de imagen y de sonido.

Allí se encuentran también los vestigios de las antiguas bovinas, las tiras de las entradas de papel granulado, los carteles de las películas de mayor éxito o de mejor reputación y la memoria de una época que podía haberse extinguido si Graça y sus compadres y sus vecinos no se hubieran propuesto evitar el desenlace de Cinema Paradiso.



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