El Real Club Náutico de Valencia (RCNV) ha estado al borde de vivir la primera huelga de trabajadores de su historia. La organización fundada en 1093, lugar de asueto de familias acomodadas de la ciudad, ocupa terrenos al sur del Puerto de Valencia en virtud de una concesión con la Autoridad Portuaria. El pasado miércoles cerró un acuerdo a las puertas de requerir la mediación del Tribunal del Arbitraje Laboral (TAL) para poder sacar adelante su convenio colectivo. La firma del pacto interno laboral, que contempla un reconocimiento de categorías profesionales, incrementos salariales y actualizaciones que venían arrastrándose desde varios ejercicios atrás, estaba pendiente de sellarse hacía varios meses sin que llegase a producirse el momento del consenso entre el comité de empresa y la presidenta del RCNV, Marisa Arlandis, que accedió al puesto en 2022, después de que la candidatura que lideraba se impusiese a la del notario Alejandro Fliquete, que buscaba renovar.
El comité de empresa, asesorado por Comisiones Obreras (CCOO), pretendía concretar la negociación colectiva que tenía apalabrada con la mesa negociadora de la junta directiva desde junio del año pasado. La demora de la firma propició que los representantes de los trabajadores tramitasen un aviso de huelga, prevista para el 20 de enero, y la mediación del TAL para encontrar una solución. Finalmente, el miércoles, la presidenta de club accedió a suscribir los acuerdos, cuyo retraso atribuye a la exigencia de correcciones en el texto por parte de la Generalitat valenciana, a cambio de la desconvocatoria de los paros, según señalaron fuentes sindicales a El Confidencial. De esa amenaza de huelga informó el jueves Arlandis a los cerca de 4.000 socios de la organización náutica a través de una carta (pinche para leerla), una vez alcanzado el pacto.
La tensión de esta negociación ha aflorado la existencia de conflictos internos en la gestión del RNCV más allá del diálogo colectivo. Tres fuentes distintas conocedoras de la situación puertas adentro la describen como "complicada", "inestable" y "hostil", al tiempo que atribuyen a Arlandis una gestión personalista y poco abierta a admitir opiniones discrepantes. "Un ambiente bueno no hay", confirman fuentes sindicales. La asociación ha tenido bajas médicas entre personal del staff que algunas fuentes achacan a cuadros de ansiedad y estrés laboral.
El Real Club Náutico de Valencia presume de solera. Su papel fue clave a la hora de atraer la America's Cup a la ciudad en 2007. La entidad maneja un presupuesto que ronda los diez millones de euros y tiene más de un centenar de empleados. Apenas trascienden detalles de su vida doméstica, más allá de las comunicaciones oficiales sobre sus actividades o las regatas y competiciones que alberga, algunas de ellas de ámbito y reconocimiento internacionales, como el emblemático Trofeo de Su Majestad la Reina, con 25 ediciones a sus espaldas.
Ayer, los servicios de comunicación del club difundieron una nota en la que Arlandis se atribuía la mejora en las condiciones laborales de la plantilla pese a la demora en el pacto del convenio. El objetivo de la junta directiva que ella lidera "ha sido dar estabilidad, generar crecimiento económico, facilitar carreras profesionales sólidas y mejorar las condiciones laborales de la plantilla, ya que el convenio anterior se firmó en 2014 con vencimiento en el año 2017", señalaba. Desde 2018 llevaba atascado el nuevo marco laboral.
La candidatura que en 2022 desbancó a Fliquete con 317 votos contra 264 ha sufrido deserciones y está rota. De las catorce personas que acompañaron a Arlandis en su equipo ganador del proceso, cuatro han dimitido de la junta directiva, y una quinta, la exsecretaria del órgano de gobierno, la abogada Delia Barral, ha recurrido en los tribunales la apertura de un expediente disciplinario que se saldó con su expulsión de la junta y la suspensión de dos años de sus derechos políticos como socia. Un procedimiento que Arlandis arrancó después de que Barral reprochase internamente la existencia de presuntas irregularidades en la gestión.
Dos de las dimisiones, las de Nuria Gregori y María Soto, se produjeron tras el conflicto que la presidenta tiene abierto con la que era secretaria de la junta directiva. Iván Calabuig fue el primero en abandonar el barco, apenas iniciado el nuevo mandato. Eduardo Navarro, otro de los integrantes de la lista de Arlandis, soltó amarras también con su labor directiva por discrepancias con "la presidente del RCNV" (denominación oficial del cargo sin sufijo femenino impuesta por esta antigua empleada de banca, ahora profesora asociada de la Universidad Politécnica de Valencia) a la hora de gestionar la relación con Valencia Mar, la marina privada que ocupa espacios de la concesión que el RCNV tiene con el Puerto de Valencia y con la que el club tiene episodios de discrepancias económicas.
A preguntas de El Confidencial, Arlandis asegura que en el RCNV "hay más paz social que nunca" y "la plantilla ha tenido un reconocimiento que no ha tenido nunca". No quiso hacer comentarios sobre las dimisiones, que achaca a discrepancias propias de cualquier organización, ni tampoco al conflicto con la antigua secretaria y excompañera de candidatura. Se limitó a manifestar que se trata de un asunto "confidencial" del RNCV y negó la existencia de irregularidades en su equipo de gestión. La presidenta del club defiende su gestión y atribuye las críticas a un intento de desestabilizarla por parte de personas afines a la directiva que perdió las elecciones internas en 2022. "Es gente que se está preparando para ir contra mí en las próximas elecciones", afirma.
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