El arte de mandar bien. Querer, poder, saber (Plataforma Editorial, Barcelona 2022) es el título del libro con el que el teniente general Francisco Gan Pampols quiso compartir lo aprendido sobre liderazgo en los dieciocho destinos que había tenido en el Ejército, desde soldado a teniente general, y al que ahora sumará el número diecinueve: vicepresidente para la Recuperación Económica y Social de la Comunidad Valenciana. Un destino inesperado desde el que impulsar la reconstrucción de los devastadores efectos de la DANA en ese territorio y que ha asumido como la tarea más importante de su vida, ante la que, como ya ha dicho, no podía decir que no.
Allí va a tener ocasión de aplicar de nuevo lo expuesto en su ensayo, que subtitulaba Un liderazgo auténtico para un mundo incierto, para superar el cisne negro que nos ocupa, de los que alertaba en su obra. "Un cisne negro es un suceso que no está en los umbrales de probabilidad de que ocurra. Como la COVID 19, de escasa probabilidad y con impacto global. El problema es cómo se ataja. Necesitaba comunicación precisa, veraz, oportuna y continua, para dar credibilidad al emisor, y no se hizo", decía.
A la vez, en su ensayo alertaba de los cisnes negros por venir. "Con la tecnología, cuanto más nos alejamos de lo tangible, más riesgo hay. Y si se produjese una falta prolongada de energía, costaría mucho sobreponernos y resolver nuestras necesidades del día a día, empezando por la alimentación".
En El arte de mandar bien, ante situaciones como la del covid, describía la necesidad de contar con un sistema integrado de gestión de crisis para no ir a remolque de los hechos ni caer en la inacción en momentos críticos. En ese caso, señalaba además los efectos de "una excesiva y no articulada descentralización de los medios sanitarios y de una deficiente gestión de la autoridad del Gobierno de la nación ante una situación que desbordaba todas las previsiones a nivel autonómico".
Una reflexión que, con más protagonistas, en este caso autonómicos, bien evoca la crisis levantina y ante la que se han echado de menos algunos de los planteamientos que describe Gan en su ensayo. Por un lado, tener identificadas las amenazas y no tomar las medidas para contenerlas. Por otro, tener modelos para responder a esas amenazas o cisnes negros y disponer de planes de contingencia. Para Gan, deben contemplar escenarios, sistemas de mando y control, medios y recursos humanos y materiales disponibles y medidas de coordinación.
El ensayo, "un deber de retorno"
El teniente general escribió el libro como "un deber de retorno", el mismo afán que ahora le ha llevado a asumir el reto de liderar la reconstrucción y aplicar su determinación de evitar que todos los días sean viernes. "Mejor lunes —decía cuando presentó su libro—, y seguir siendo útil allí donde se me requiera".
En el ensayo, el nuevo vicepresidente valenciano empieza por aclarar que mandar y liderar no es lo mismo y que el mundo de hoy necesita líderes de corte humanista, sustentados en valores, con la disciplina, el compromiso y el esfuerzo como costumbre, en los que son claves la ejemplaridad y la comunicación. Muchos de ellos se han echado en falta en las tres semanas que han pasado desde que la DANA asoló las poblaciones de la margen derecha del Turia.
Sobre la ejemplaridad y la capacidad para la comunicación, Gan escribe que no se puede pedir lo que no se esté dispuesto a hacer y que es determinante ser capaz de implicar a todos los concernidos en los objetivos a conseguir. "Transmitir el propósito, los 'para qué', los estados finales deseados, el cómo queremos que quede y los plazos, y conseguir que todos hagan lo que tienen que hacer, de la mejor forma, sin sobrevolar constantemente sobre la organización, porque se desmotiva".
Entre las facetas que estudia en el libro destaca el gobierno de la adversidad, para lo que la receta de Gan es afrontarla desde el conocimiento, la experiencia y los valores, teniendo claro aquello que no se puede transgredir. "Cuando más adversa es, más claro hay que tener los límites y el fin de buscar el mayor bien para el mayor número, y el menor perjuicio para el menor número, dentro de un marco conocido y compartido de valores".
Sobre la toma de decisiones, dice deber ser resultado de tres elementos: tener la mejor información posible, medir el riesgo que se asume y saber el tiempo de que se dispone para que la decisión sea útil.
Los siete valores fundamentales
Y siempre, desde un sólido código de valores que, para Gan, son los principios que inspiran el comportamiento y las referencias necesarias para ejercer el mando "de forma moralmente buena". Los resume en siete: justicia, honradez, firmeza, valor, prudencia, templanza y compasión. Y quienes mandan bien, suman además rasgos adquiridos: disciplina, conocimiento, pensamiento crítico, flexibilidad, determinación, anticipación, compromiso, motivación, comunicación, empatía, generosidad, trabajo en equipo y delegación.
Porque el arte de mandar bien lo resume como "la capacidad para ejercer influencia en un grupo de personas, de manera que se generen lazos entre ellas para que sean capaces de trabajar en equipo, de forma coordinada, y con entusiasmo para conseguir unos objetivos supeditados a un fin común superior y moralmente bueno".
"Por el puesto que ocupa, por sus capacidades, por el entorno (...), el ejemplo de liderazgo de perfil global es el rey"
Aporta claves de cómo aprender del error, saber delegar y decidir y tener preparado un relevo. “El líder asume las tareas críticas y delega las iniciativas a cada uno en su nivel, para quedarse en lo principal, que es hacer que el conjunto funcione. No hay que ser el mejor de todos, sino el mejor para todos. Y organizarlo para que, si hace falta, haya alguien preparado y listo para tomar el relevo y todo funcione”. Y recuperar el concepto de élite, que no es elitismo: "Ensalzar a los mejores que, por mérito, decisión, emprendimiento, capacidad… son capaces de guiarnos a los demás y servirnos de ejemplo. Si lo aceptamos en lo deportivo, por qué no lo queremos para la política".
El nuevo vicepresidente valenciano dice que, en España, "por el puesto que ocupa, por sus capacidades, por cómo ejerce su responsabilidad, por el entorno en el que la desarrolla, el ejemplo de liderazgo de perfil global es el rey Felipe VI", un liderazgo que precisamente se ha visto reforzado tras la DANA mientras naufragaba la clase política.
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