Picanya empieza a reconstruir hogares con puertas de pladur, hornillos y marcas de agua: "Es insalubre, pero ¿dónde vamos?"


         Picanya empieza a reconstruir hogares con puertas de pladur, hornillos y marcas de agua: "Es insalubre, pero ¿dónde vamos?"

Los vecinos más afectados por la DANA tienen sus casas inservibles y se preguntan cuándo llegarán las ayudas

Picanya está totalmente devastada. No hay una sola calle que permita visualizar lo que era hace casi dos semanas; qué vida se hacía allí, nada, es imposible hacerse a la idea. Y es que, 12 días después, aún hay calles y garajes anegados, acumulación de trastos en algunas aceras y vehículos, aunque menos, que no han sido retirados. Muchos de los vecinos no solo han tenido que tirar todos sus enseres, sino que han improvisado hasta una puerta de entrada a su casa. El torrente de agua arrasó con todo.

José Luis Tarazona vive en una de las casas a pie de calle. Tiene una especie de placa de pladur en la entrada, a la que ha hecho un agujero y metido una cadena para poder candar lo que es el punto de acceso a su casa. "Es que los primeros días robaban", cuenta. Y eso que nada de lo que aún conserva sirve para nada. Ha tirado electrodomésticos, muebles, recuerdos... y todavía necesita vaciar estancias. Pero no es fácil, no es sencillo desprenderse de lo único que tienes. Por suerte, un vecino le ha dejado un hornillo que le permite cocinar caliente, aunque sin nevera no puede conservar ningún alimento. Parece que en las paredes hay una cenefa, pero en realidad es la marca de la altura a la que llegó el agua.

Y aunque ahora sobrevive, aquel fatídico 29 de octubre pensaba que todo se acababa. "Fue cuestión de segundos, nadie se lo esperaba porque no había llovido ni aquí ni en Paiporta ni en Valencia. Y, de repente, lo teníamos encima", dice José Luis haciendo referencia al impacto que tuvo la DANA en este pequeño municipio que el año pasado rozaba los 12.000 censados. El problema, para él, es que al no recibir ningún tipo de aviso de alerta, prácticamente todo el mundo estaba haciendo vida rutinaria. "Yo estaba dentro de casa con la perra, pero por ejemplo mi mujer se había ido a hacer las uñas. Eran las 19.00 h, vamos, todo normal", apunta.

Y en segundos... todo cambió. La fuerza del agua bloqueó su puerta y no pudo salir de aquel bajo que estaba a punto de inundarse. "Tuvimos 'suerte' porque aquí, en esta zona del pueblo, estamos a más altitud y el agua se quedó más o menos a la altura del pecho; en el centro del pueblo subió muchísimo más", relata. Se pasó toda la noche de pie, con agua desde poco más arriba de la cintura hasta los pies. "Estaba en shock", añade.

Su vecino Ricardo Sánchez estaba viéndolo todo desde su casa. Vive en un cuarto piso en el bloque de enfrente de José Luis, a apenas cinco metros. "Veía al vecino de José Luis con los niños. Tenía una impotencia tremenda, así que bajé para intentar abrirles la puerta y subirme a los niños a mi casa. Pero eso era imposible; la puerta era blindada y no se podía", lamenta. De hecho, no fue hasta el día siguiente cuando consiguieron salir de aquellos bajos que se habían convertido en jaulas. Rompieron las puertas con pivotes de la calle porque ni siquiera profesionales del gremio de seguridad eran capaces de abrirlas.

Al lado de José Luis vivía una familia con niños; en la casa contigua los propietarios acababan de terminar su soñada reforma hacía apenas cuatro meses; y en la siguiente, los dueños estaban en plena reforma. Ahora solo quedan placas de pladur esparcidas y paredes desconchadas. "Sabemos que es insalubre vivir así, con esta humedad, pero ¿dónde vamos?", pregunta José Luis. Su mujer, su madre y su hermana -estas dos últimas han perdido su casa entera-, han podido realojarse en casas de conocidos. "La casa de mi madre tiene techos altos, unos cuatro metros, y el agua alcanzó 3,20", señala. Mientras, Ricardo está buscando en su móvil una foto para constatarlo. Es así. Esa mujer está viva de milagro.

La ayuda profesional no llegó hasta el tercer día a Picanya. "Si no fuera por los propios vecinos que nos ayudamos entre todos y los voluntarios... Me pasé dos días con la misma ropa de la riada, hasta que mis vecinos me bajaron algo para cambiarme. Los voluntarios se plantaron aquí al día siguiente con un par. Son lo mejor de todo esto porque aquí no hay coordinación de nada. Y ellos solos nos preguntaban: '¿Os ayudamos'? Y venían con sus palas, con todo", agradece José Luis, que dice que si fuera por las administraciones seguirían prácticamente como el primer día.

Ricardo va más allá, y se pregunta "cuántas vidas se hubieran salvado" si las autoridades hubieran reaccionado a tiempo: "Tres días hemos estado abandonados". Y recuerda la charla que ha tenido estos dias con su mujer: "Su abuelo trabajaba por aquel entonces en el Tribunal de las Aguas de la Vega Valenciana, era síndic de la acequia de Faitanar, y dice mi mujer que antiguamente sin móviles ni nada ya sabían si se acercaba algo así", explica.

De momento, les toca seguir remando y esperar a que lleguen las ayudas del Gobierno central y de la Generalitat. "Llegarán mal y... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}

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