Pasear por Madrid también puede significar viajar en el tiempo. Numerosos anticuarios establecidos hace décadas en la capital ofrecen la posibilidad de encontrar objetos, material de coleccionista y muebles de tiempos pretéritos, en los que las formas, el diseño y la moda no seguían los cánones actuales. Más allá del más que conocido Rastro de Madrid, en el que cada domingo cientos de comerciantes sacan a pie de calle artículos que en rara ocasión se pueden hallar en otros lugares, en las calles que bordean el centro más antiguo de la ciudad también se ubican tiendas dedicadas a las antigüedades.
Es el caso de La Europea, en el número 17 de la calle San Gregorio. Al frente de ella, desde los inicios, está Eugenia Mateo. “Yo venía del mundo de la moda y hace dos décadas inicié esta aventura, por llamarlo de alguna manera”, cuenta a sus 75 años esta especialista en muebles antiguos. Se considera la más anciana del sector, “y a mucha honra”, como ella dice. Eso le ha conferido la experiencia necesaria para llegar a creer que incluso la imperfección en un mueble puede llegar a aportar ese aire informal y juvenil que tantas personas buscan para su hogar.
Edades distintas, gustos comunes
Básicamente, en su pequeña tienda se pueden encontrar muebles franceses, aunque también suecos e italianos. “Llegué a crear un ambiente en el que los clientes se sentían como en casa. Venían aquí los domingos y nos conocíamos unos y otros. En mi local no hay demasiadas pretensiones, nada de lujos, sino artículos acogedores”, describe Mateo justo cuando ante la pequeña puerta de entrada estaciona un camión cargado con muebles de Francia.
En perfil del comprador es muy variado, asegura. “Eso me extraña, porque todos coinciden en lo mismo cuando en teoría deberían tener gustos diferentes”, apunta. Unos y otros, mayores y jóvenes, buscan mesas, muebles para la vajilla u otros artículos más concretos. “La mayoría viene intentando solucionar un hueco que les queda en su casa. Eso sí, la mayoría pide un descuento. No sé por qué la gente da por hecho que en los anticuarios debe existir el regateo”, comenta.
Desde su punto de vista, los precios son más que razonables. Hay mesas desde los 900 hasta los 3.500 euros. En el caso de los muebles, el precio oscila entre los 400 y los 5.500 euros. El más caro, una vitrina grande de roble que estaba en una tienda de sombreros en París, puntualiza Mateo. Este diciembre cumplirá 76 años y su idea es seguir trabajando en su tienda de muebles antiguos: “Tengo la suerte de que mi trabajo me gusta y no estoy deseando jubilarme”, indica.
La tienda con más postales de Madrid
Algo diferente es lo que sucede al pasar por las puertas de la llamada Casa Postal. Ubicada en el número 37 de la calle de la Libertad, Belén Carrasco es la segunda generación al frente del negocio. Su padre, Martín Carrasco, emprendió el proyecto en 1984, hace justo cuatro décadas. A los 20 años de andadura, Belén ya lo conocía a la perfección. “Él venía del mundo de la filatelia y tenía una tienda de antigüedades en su pueblo asturiano, con porcelanas, muebles y cuadros”, explica. Chueca, en aquellos años, no era en lo que ahora se ha convertido el barrio.
El tiempo pasó y Casa Postal se convirtió en un referente para aquellos enamorados de las postales. “Tenemos muy difícil encontrar material. Antes, cuando había más ferias fuera de España, estaba algo más fácil, porque normalmente aquí venían los turistas franceses y enviaban postales a sus pueblos. Nuestro material no está en España y son pocos los particulares que nos traen cosas”, dice Carrasco. Su padre no se equivocaba cuando no dejaba de repetir una y otra vez que “es importante vender, pero también es muy importante comprar”.
En Casa Postal la nostalgia abarrota todos y cada uno de los cajones que guardan con ahínco el millón de postales que aproximadamente almacenan en la tienda. “La mayor parte de nuestros clientes son coleccionistas interesados en postales de su pueblo en un momento que quizá ni siquiera conocieron. Eso es lo que suelen buscar, la postal en la que pueden ver cómo han cambiado las cosas, las calles, los edificios”, ilustra la misma Carrasco. También reciben a historiadores y decoradores de cine que intentan ambientar las películas de posguerra con el material que pueden encontrar en este comercio.
“Nuestra gran ventaja respecto a un anticuario al uso es que lo que nosotros vendemos apenas ocupa y tampoco es un género que caduque”, dice esta experta en postal antigua. Ordenadas geográficamente y por temática, Carrasco afirma que las tiene de todos los precios, cuya media está entre los 8 y los 10 euros. Para evaluarla, se fija en tres factores: si es muy rara, la antigüedad, y el estado de conservación.
Tras décadas al frente del negocio, Carrasco sostiene que los norteños españoles son más coleccionistas que los del sur, algo que notan en las ventas cuando los clientes les piden postales de pueblos concretos. “La edad media de nuestra clientela es alta, todos mayores de 40, incluso personas que ya han fallecido”, apunta.
En cambio, ella sí ve futuro en el negocio: “Hay que saberse transformar. En los grupos de Facebook que surgen, por ejemplo, a la gente le apetece saber cómo era el pueblo en el que veraneaban o en el que nacieron, les gusta indagar, y aquí pueden encontrar el material que buscan”, remarca. Además de postales, también venden cajas de latón y carteles de papel y de chapa y esmalte.
El art decó como preferencia
En el número 17 de la calle Arrieta está Tiempos Modernos, anticuario conocido por sus muebles art decó que Carmen Palacios inauguró en 1988. Años después, decidió también introducir mobiliario de épocas posteriores. Bento Figueroa se incorporó como socio al negocio en 1999: “Ahí crecimos algo en tamaño, dejamos atrás el local que teníamos en la plaza de la Marina Española y pasamos al que tenemos ahora, con un almacén muy grande cerca de la tienda que nos proporciona tener mucha mercancía y rotación”, explica.
Tiempos Modernos ha terminado especializándose en mobiliario del siglo XX. “Estos últimos años hemos dejado un poco atrás el art decó porque tampoco hay mucha demanda y es más difícil de encontrar. Ahora, lo que más pide la gente es mobiliario del siglo pasado, sobre todo de los años 50 y 60, especialmente muebles franceses e italianos”, sostiene Figueroa.
El rango de precios varía considerablemente, de tal forma que hay piezas de hasta 20.000 euros y objetos de cerámica que pueden costar unos 20 euros. “Lo que viene buscando el cliente son muebles generales como aparadores, mesas de comedor o sillas auxiliares”, ilustra.
Al igual que le sucedía a Mateo, en Tiempos Modernos también suelen encontrar sus productos fuera de España. “Lo poco que se utilizaba de este tipo de mobiliario en España en aquellos años se terminó tirando. Cuando se reformaban las casas, desaparecía, mientras que en otros países, como Inglaterra, hay otra cultura en torno al mobiliario y al interiorismo y la mercancía siempre está en circulación”, precisa Figueroa.
Tempos Modernos no solo es una tienda de muebles antiguos. En este anticuario también programan exposiciones de artistas ligados a la pintura y la escultura. “Uno de los problemas que nos encontramos con las antigüedades es que cada vez hay menos y a unos precios desorbitados para el poder adquisitivo medio español. Se defienden mucho mejor en mercados como el de París, Londres o Nueva York que en España. Esa escasez la suplimos con algunas ediciones actuales de muebles”, concluye.
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