La Asamblea Nacional Catalana (ANC) prepara una asamblea general entre el 15 y el 19 de enero con el fin de aprobar una nueva estrategia de enfrentamiento con España que desborde los marcos existentes. El actual presidente de la entidad, Lluís Llach, está dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva y en varios círculos soberanistas existe el convencimiento de que en enero se dará el finiquito a los comités de defensa de la República (CDR) para que la propia ANC asuma la revuelta callejera a través de sus comités locales.
No es una tarea fácil, porque los postulados extremistas y en buena parte xenófobos e hispanófobos de la ANC ya no convencen a una mayoría que antes se ilusionaba con la deriva independentista de la organización. Ahora, arrastra a una militancia cada vez más entrada en años, aunque aún dispone de núcleos duros en los que confía para intentar movilizar de nuevo a los jóvenes batalladores. Y las convocatorias de la entidad para las concentraciones o manifestaciones se reducen a algunos cientos de manifestantes o a algunos miles, en fechas muy señaladas.
La justificación de su evolución hacia el extremismo xenófobo tiene un primer estadio en la negación de la legitimidad de las instituciones catalanas, aunque hayan sido elegidas en las urnas. En un comunicado aprobado hace pocos días, con motivo del séptimo aniversario de la aprobación de la declaración unilateral de independencia (DUI) en el Parlament, la ANC renegaba de la cámara legislativa catalana.
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La tesis de la actual cúpula de la Asamblea es insólita, ya que asegura que los tribunales han alterado la correlación de las fuerzas parlamentarias. Según la ANC, el Parlament “es violado constantemente por el poder judicial y el TC con injerencias coercitivas hacia sus diputados impidiéndoles el libre ejercicio de su representación democrática por medio de encarcelamientos, inhabilitaciones y exilio y repetidas amenazas y alteraciones de la correlación de fuerzas surgidas de las elecciones, e incluso bloqueos forzados de legislatura a medio curso”. La peculiar lectura -falseada- de la situación significa algo: que empieza una nueva etapa en la historia del independentismo.
Arengas territoriales
La organización ha puesto en marcha decenas de charlas por todo el territorio para aleccionar a sus activistas. A las charlas de su presidente, Lluís Llach, y del responsable de Acciones en el Territorio, Jordi Pesarrodona, se suman ahora otras charlas del exdiputado de la CUP Julià de Jòdar, bajo el lema ‘Nuevas formas de lucha. Reactivémonos’, de parecido contenido, con abundantes improperios contra España, a la que tildan de dictadura.
De Jòdar ha elaborado un documento en el que diseña las líneas futuras de la estrategia de la ANC. Su contenido aumenta los decibelios de la confrontación del independentismo con España y ya no habla de lucha pacífica. Sólo dice que la ANC ha de apostar “por un nuevo embate político unilateral contra un Estado no democrático”. La lección que enseña el cupero a los activistas explica que “somos, por historia, lengua, cultura, legislación y vida social una nación madura y avanzada en movimiento, al nivel de cualquier estado europeo medio, pero padecemos una opresión colonial en el seno de un Estado que no sólo nos impide avanzar, y nos estanca, sino que, incluso, nos querría aniquilar en contra de sus propios intereses”.
El control del Estado Mayor
El texto diferencia entre dos estrategias de confrontación: la que se ha de aplicar en medio de una crisis política general y la que se ha de aplicar en medio de la crisis de un sector económico.
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Pero la acción y la iniciativa siempre debe estar controlada por el Estado Mayor, una especie de sanedrín similar al que se constituyó para la organización del referéndum entre los dirigentes de todos los partidos soberanistas y las entidades cívicas afines. Según la estrategia diseñada, que será llevada a la asamblea general que prepara la ANC para el mes de enero, ese Estado Mayor será necesario en esta nueva etapa, aunque no circunscribe quién lo ha de formar: si depende sólo de la ANC o integra a miembros de diferentes fuerzas.
Es ese órgano el que decide lo que se ha de hacer y mueve a sus asambleas de base por el territorio. “Una vez el Estado Mayor haya examinado la situación en términos de oportunidad táctica, capacidad movilizadora y resultados políticos, el grueso de la acción concreta recaerá sobre la organización local (asamblea de base), pero el apoyo logístico, humano y político será de alcance nacional (con todas las formas de lucha que se considere oportuno desplegar por todo el país: ocupaciones, huelgas, boicots…)”, dice el documento.
Los CDR, jubilados
¿Dónde quedan los CDR? En el baúl de los recuerdos. Los activos comités que en otro tiempo eran las fuerzas de choque del independentismo están casi desarbolados y muchos de ellos han desaparecido. Los que quedan están desorganizados y, en su mayor parte, ni siquiera se coordinan entre ellos. Ante este vacío de activismo, la ANC espera sacar tajada tomando de nuevo la iniciativa. Ni siquiera aprovecha las débiles estructuras que quedan de ellos.
Hay una cuestión que también tiene una especial relevancia: hasta ahora, en todos los documentos de la ANC, esta organización advertía que ha de primar la lucha pacifista y ‘noviolenta’. Pero el nuevo documento no hace referencia a esa cualidad. Hace hincapié, en cambio, en que se ha de luchar “contra las prácticas coloniales de las grandes empresas del Ibex español”.
Pone como ejemplo la lucha “concreta anticolonial en un sector, el energético, dentro de un espacio concreto, como una comarca afectada por parques eólicos”. A partir de ahí, explica la estrategia: la lucha contra el Estado desplegará “todas las potencialidades estratégicas y tácticas en embrión: iniciativa política (arrastrar indecisos, neutralizar adversarios, dividir al enemigo); capacidad dirigente (ofrecer seguridad, eficacia y disciplina); resistencia contra el Estado y colaboradores (solidaridad de masas, lucha antirrepresiva); organización de la fuerza (ofensiva contra organismos y fuerzas del Estado) como semilla de las futuras estructuras de defensa del nuevo Estado independiente”. Las ideas del documento son escuetas, pero extremadamente contundentes.
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