Músicas, empresarias y trabajadoras: las mujeres olvidadas de la Movida valenciana

Músicas, empresarias y trabajadoras: las mujeres olvidadas de la Movida valenciana

Durante el tiempo en el que la historia cultural de este país la escribían los vencedores, pocos apreciaron las innovaciones musicales valencianas. Algunos de los notarios del gran poder mediático de Madrid de los años ochenta y noventa recogieron las andanzas musicales de Valencia como parches con los que completar el monolítico relato capitalino: la Malvarrosa era esa playa bucólica donde Antonio Vega había compuesto 'La chica de ayer', y las discotecas del litoral valenciano, el patio trasero mesetario para las escapadas de fin de semana bañadas en éxtasis.

La realidad es que, en 1978, los solares del barrio de la Malvarrosa albergaban más cucharas hirviendo heroína que musas, y que desde la primera mitad de los años ochenta las salas Barraca, Chocolate y Spook irradiaron más vanguardia musical que ningún otro foco del país. En el malasañero Penta cabían 70 personas, en los templos de la carretera del Saler miles, pero sin los contactos ni los medios de comunicación adecuados. Hacer de la cultura local un dogma de fe nacional necesita de buena financiación y de una gruesa red clientelar de la industria.

En un momento indeterminado entre el instante en que unos contados punkrockers valencianos forman sus primeras bandas en 1978, los pinchadiscos locales comienzan a poner la nueva música foránea en 1979-1980, en las discotecas Oggi, Metrópolis y Barraca, y los concierto de los Ramones y los Stray Cats, estos teloneados por Glamour, en la sala Bony de Torrent, en noviembre de 1981 y febrero de 1982, respectivamente, se encuentra el punto fundacional de la Movida valenciana. Buena parte de los cimentadores de la nueva cultura juvenil valenciana de la época y de los años posteriores se citaron en estos contextos espaciotemporales.

Begoña Kanekalón (Imagen cedida)Begoña Kanekalón (Imagen cedida) Begoña Kanekalón (Imagen cedida)

Las mujeres partícipes del movimiento sufrieron un doble olvido. Tras la recuperación y revitalización del legado musical propio, las historias orales y la bibliografía se plagó de testimonios masculinos acaparando el relato. La gran mayoría del empresariado valenciano, los músicos y los deejays fueron hombres, pero no el público, ni el personal del ocio nocturno ni las voces de la escena que lograron momentos de gloria más allá de los límites del territorio valenciano.

Pepa Villalba y Sissi Álvarez Ossorio triunfaron con Vídeo en 1983, 'La noche no es para mí' resultó un ejercicio de tecnopop al nivel de los discos contemporáneos de Mecano. Sole Giménez despuntó como vocalista en los primeros trabajos de Presuntos Implicados, publicados en 1985 y 1987, e incluso la periodista Cristina Tárrega formó parte de la banda femenina Mamá Ya Lo Sabe, que actuó en diversas ocasiones en RTVE.

El resto de figuras femeninas de la época suelen aparecen como notas a pie de página en el registro de la cultura pop valenciana. Sin embargo, la trayectoria vital y profesional de muchas de ellas constituye una constante de continuidad histórica en la cultura musical y de ocio de Valencia, ininterrumpida desde hace más de cuatro décadas. Los próximos días 24, 25 y 27 de octubre, el periodista Rafa Cervera organiza en Rambleta el ciclo 'Trastornados por la Luna: Oh, Valencia!' en el que participarán Begoña Kanekalon, del grupo Bongos Atómicos, Isa Terrible, de Las Terribles y Reme Maldonado. Además, realizarán conciertos y exposiciones enfocados para escapar de la nostalgia, tan habitual en el tratamiento de la cultura ochentera, y con la intención de compartir la memoria del pasado con los jóvenes de hoy.

Reme Maldonado comenzó a pensar en planes de fuga para acudir a conciertos a finales de los años setenta, cuando era menor de edad. Desde entonces, ha estado involucrada en algunos de los locales punteros de la noche valenciana, ya sea como empresaria o como trabajadora.

La tarde del jueves 18 de febrero de 1982 asistió a la primera visita de los Stray Cats a Valencia. “Acudí con mis amigos roqueros y, al principio, lo pasé mal porque parte del público se metió con los teloneros, Glamour. Era una gran banda valenciana de estilo new romantic donde tocaban dos músicos de mi pueblo, Aldaia, a los que conocía, como Adolfo Barberá y 'Nano' Payá. La situación fue algo agobiante, pero se solventó”. La extraña filia de algunos promotores por armar conciertos con teloneros radicalmente alejados del estilo del grupo principal causó altercados sangrientos en la época. Las agresiones a Glamour y a Los Secretos en los conciertos barceloneses de Stray Cats y Ramones ejemplifican los disparates al configurar el cartel.

A mitad de los años ochenta, Maldonado montó junto a otros socios la sala Kaos en la periferia metropolitana del Turia, entre Aldaia y Alacuàs. Fue un espacio innovador en su época. Un viejo cine al que vaciaron de butacas y techaron con decoraciones de vanguardia. “Con Kaos descubrí que mi trayectoria profesional se iba a centrar en la música en directo y en el ocio nocturno, pero la experiencia fue ruinosa. El local era impresionante, pero la ubicación escogida fue un error. En Valencia ciudad habríamos arrasado”.

Reme Maldonado este año (Imagen cedida)Reme Maldonado este año (Imagen cedida) Reme Maldonado este año (Imagen cedida)

Tras aquella experiencia, Reme se incorporó a uno de los espacios lúdicos referenciales de la Valencia antigua, La Marxa. La modernidad local bailó en un decadente palacio gótico del centro durante varias décadas hasta que el nuevo milenio alumbró una nueva realidad social. “Fueron catorce años en La Marxa, hasta el cierre”, comenta Maldonado, “a partir de ahí, estuve junto a Juanjo Almendral en La Edad de Oro, primero en El Carmen y después en la nueva ubicación del distrito de Extramuros, como sala de conciertos”.

Reme y Juanjo alzaron la persiana del club King Creole antes de la pandemia. Un punto de encuentro para los amantes del rock & roll clásico en pleno tumulto del actual moderneo de Ruzafa. “No he parado de trabajar desde que salí de casa a los dieciocho años, como muchas otras mujeres de mi generación. Estar detrás de la barra, celebrar conciertos y disfrutar de la música en mis clubs nunca fue una idea pasajera, sino una vocación”, concluye la valenciana.



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