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La celebración de Halloween, tan popular hoy en el mundo, ha ganado gran protagonismo en España en los últimos años. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que Murcia ya tenía una tradición similar hace más de un siglo. En la Huerta murciana, en la víspera de Todos los Santos, los vecinos celebraban una fiesta con calabazas talladas, ofrendas y cantos tradicionales, que compartía elementos curiosamente parecidos al Halloween moderno.
La “orillica del quijal” consistía en que los niños de la Huerta recorrían el vecindario con calabazas vaciadas y talladas, dentro de las cuales se colocaban velas que iluminaban sus caras sonrientes o de apariencia tenebrosa. Los pequeños entonaban rimas tradicionales, similares a un “truco o trato,” como “la orillica del quijal, si no me la das te rompo el portal”, y recibían frutos locales y dulces caseros de los vecinos. Se cree que esta tradición surgió por la abundancia de calabazas y otros productos de temporada que se cultivaban en las tierras murcianas.
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El Confidencial
Las calabazas, talladas con caras y usadas como linternas, no solo añadían un elemento visual, sino que servían para dar un aire misterioso a la festividad, ambientando la celebración nocturna y creando un momento de entretenimiento y misterio.
El origen de las calabazas en Murcia y en Halloween
El uso de calabazas en esta tradición y en Halloween tiene raíces prácticas y simbólicas. En Irlanda y Escocia, de donde proviene Halloween, originalmente se usaban nabos o remolachas, pero al llegar la celebración a Estados Unidos, se sustituyeron por calabazas, más comunes en América. En Murcia, las calabazas de la Huerta, especialmente la variedad totanera, se usaban por su tamaño y la facilidad de vaciarlas, aunque el propósito era más folclórico que espiritual.
Algunas características adicionales de la "orillica del quijal" incluyen su componente social y el hecho de que esta tradición servía como una oportunidad para que los vecinos compartieran alimentos locales, reforzando los lazos comunitarios. En algunas versiones de la tradición, los niños entonaban versos divertidos, prometiendo pequeñas travesuras a quienes no les ofrecían algo, como “si no me la das, te meo en el portal.” Este tipo de juego simbólico de “truco o trato” local reflejaba una mezcla de diversión y tradición, y era una forma de conectar generaciones alrededor de costumbres típicas de la huerta.
¿Sabíais que en la huerta de #Murcia también los niños iban de casa en casa el #DíaDeTodosLosSantos? Pero nada de "truco o trato". Lo que decían era "la orillica del quijal; si no me la das, te rompo el portal" y recibían lo que se cultivaba en los quijeros, frutos y comidas 😋 pic.twitter.com/whUBrEjAwD
— EnClave Cultura (@enclavecultura) October 31, 2022
Con el paso de los años y con la expansión de Halloween, “la orillica del quijal” quedó en desuso. No obstante, varias peñas huertanas han comenzado a rescatar esta tradición en festividades locales, organizando eventos donde las familias participan en talleres de tallado de calabazas, desfiles y degustación de productos locales, como tostones y dulces de membrillo. La peña “La Crilla” en Puente Tocinos, por ejemplo, organiza actividades en las que pequeños y mayores redescubren este legado murciano.
Paralelamente a esta celebración, en la Huerta murciana es tradicional en noviembre la presencia de los animeros, personas que entonan salves y cantos por las almas en el mes de las ánimas. Recorren los caminos de la Huerta, cantando en honor a los fallecidos, lo que refuerza el carácter místico y de conexión con los ancestros en este tiempo. La recuperación de “la orillica del quijal” recuerda a Murcia su rica herencia cultural y la conexión con el mundo de los vivos y los muertos en estas fechas.
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