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Felipe González ha eludido pronunciarse hasta ahora sobre la situación generada por la investigación judicial sobre el caso de Begoña Gómez. Y este jueves lo ha intentado en Espejo Público, en una entrevista conjunta con Alfonso Guerra, pero no ha podido evitar lanzar un dardo a la gestión que ha hecho Pedro Sánchez del proceso que afecta a su esposa. "El Gobierno no tiene nada que decirle a los jueces sobre cómo tienen que hacer su trabajo", ha espetado el expresidente socialista, que se ha erigido como uno de los principales dolores de cabeza del actual Ejecutivo por sus críticas al líder del PSOE.
"Venimos de un proceso de permanente judicialización de la política", ha lamentado González, que ha criticado la práctica de "intentar recuperar" por la vía judicial "lo que se pierde en el debate y en las urnas". Pero tanto él como Guerra han coincidido en criticar las tentaciones que se destilan del Plan de Acción por la Democracia del Gobierno en materia de control de los medios. "Si se mantiene la libertad de prensa, no se le pueden poner puertas al campo", ha dicho González, que ha pedido responsabilidad a los medios "nuevos y tradicionales" que se dedican a dar "noticias falsas".
La dupla de exdirigentes sevillanos, largamente distanciados, ha vuelto a demostrar su recuperada sintonía para reiterar sus posiciones contrarias a Sánchez. Y ambos han defendido la capacidad de criticar los destinos del partido que dirigieron con mano de hierro entre 1974 y 1996 sin que ese cuestionamiento se considere una traición o que busque "beneficiar a los otros", en referencia al PP. "Se ha pedido el espíritu crítico en mi partido", ha dicho González, que cree que es una "obligación" debatir internamente las decisiones de la dirección si no se está de acuerdo.
González incluso se ha aventurado, a preguntas sobre Susanna Griso, a hablar de una hipotética sucesión a Sánchez cuando han pasado casi seis meses de los 5 días de reflexión que se tomó el presidente precisamente por la imputación de su esposa. "En el partido hay gente muy valiosa", ha dicho el exmandatario, que ha admitido que tiene "varios" en su cabeza. Pero acto seguido ha rechazado dar cualquier pista porque, cree, perjudicaría a cualquier posible alternativa. "Si se conoce lo que tengo en mi cabeza, está muerto", ha dicho González, mientras que Guerra ha rechazado que sea necesaria la derrota del PSOE en las urnas para replantearse el rumbo del partido.
El principal motivo del cuestionamiento a la actual cúpula está, sobre todo, a la política de pactos con los independentistas catalanes. Y al rechazo sobre la amnistía a los condenados por el procès, González y Guerra han sumado ahora el concierto económico, que el expresidente considera una "confederación por la puerta de atrás", como lo ha definido Josep Borrell. "Yo estuve a favor de los indultos, pero la amnistía es pedir perdón; y yo no estoy dispuesto a pedir perdón", ha dicho el expresidente, que cree que la norma "deslegitima" al Estado.
Guerra se ha centrado más en la crítica al posible cupo catalán y, sobre todo, a uno de los conceptos que figura en el acuerdo de investidura de Salvador Illa con ERC. "La ordinalidad es antisocialista", ha profundizado quien fuera su mano derecha, que considera un "ataque" a los principios de su partido la condición que se ha incluido en el pacto entre el PSC y ERC a la solidaridad dentro del nuevo modelo de financiación autonómica. "El socialismo busca un proceso de igualación", ha dicho Guerra, que asegura que la ordinalidad blindada en el pacto entre socialistas y republicanos busca que "el más rico nunca deje de ser el más rico y el más pobre nunca deje de ser el más pobre."
Ambos se han referido también a la polémica generada por la aprobación la reforma legislativa que redundará en la rebaja de penas a presos de ETA después de adaptar una legislación europea. Felipe González ha admitido que lo "razonable", es aplicar la norma de la UE, pero ha recordado que hay excepciones y, sobre todo, ha defendido que un asunto de esta índole se debe "por lo menos, discutir" y no solucionarlo con un "trapicheo". Para el expresidente del Gobierno, lo correcto sería aplicar la excepción si se tiene en cuenta que los condenados están condenados por un delito de terrorismo, aunque la banda a la que pertenecían no exista. "Y no hay que usar a las víctimas como materia de una discusión", ha zanjado el exsecretario general socialista.
"Yo ayudo a la coherencia del partido y cuando la pierde intento no perderla", ha dicho González en respuesta a las acusaciones que salen de la actual cúpula socialista sobre sus actitudes y el posible beneficio que tienen para la derecha, que hoy lo utiliza para atizar a Pedro Sánchez. Además del dardo sobre su sucesión y la crítica velada a la implicación del Ejecutivo en el caso de Begoña Gómez, el veterano socialista sevillano ha hecho una enmienda al camino que ha tomado el partido que él colaboró en resucitar en el congreso de Suresnes de 1974. "Nosotros nunca renunciamos a la autonomía estratégica y la vocación mayoritaria del partido", ha afirmado González antes de alabar la labor del portugués Antonio Costa con los socialistas lusos en los últimos años en una suerte de contraste con los postulados que defiende Sánchez.
Y la enmienda de González ha llegado incluso a la política económica de la que presume el Gobierno. "No sólo importa el crecimiento económico, sino también la redistribución, ahí vienen las desigualdades", ha zanjado el expresidente cuando falta poco más de un mes para que se celebre un nuevo congreso del PSOE en su ciudad natal. La dupla de sevillanos ha admitido que todavía no han recibido las invitaciones para el cónclave, aunque han reconocido también que todavía es pronto para que eso ocurra. "Yo no creo que me vayan a invitar", ha aventurado Alfonso Guerra, anticipando otro capítulo al libro de los desencuentros que acumulan estos dos veteranos socialistas con los actuales gestores del PSOE.
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