Subir un puerto en bici es un reto para cualquier deportista amateur. Emular a Pogacar, lanzarse a la carretera y pelear contra las rampas de puertos míticos como el Portalet, el Tourmalet o el Aubisque lleva al límite a cualquier cicloturista. Pues bien, el protagonista de esta historia decidió ir un paso más allá. Una vez recorridos la mayoría de puertos del Pirineo, tanto de su vertiente española como francesa, con su BH carretera, cogió su bici de montaña y empezó a subir a los picos y montes del Pirineo aragonés por las rutas más desconocidas, es decir, por las pistas forestales, caminos y senderos del monte.
La mecha prendió en pandemia. "Mi empresa hizo un ERTE y me vi en mitad de un paraíso natural y con mucho tiempo libre. Tenía todo el Pirineo aragonés para mí y empecé a desplazarme y a registrar las subidas que hacía. Así empezó todo", cuenta Marcos Belled, el hombre que está detrás de Puyatas Maestras, una iniciativa que comienza a hacer mucho ruido en Aragón y que ya consultan cicloturistas de otras partes de España. Se trata de una web que ofrece las rutas y las altimetrías detalladas de decenas de puertos de la zona para que las pueda tener como referencia todo aquel que quiera subirlos en bicicleta de montaña o gravel.
"Llevaremos ya como 80 puertos completos publicados, con su altimetría, el mapa y otros datos, como pueden ser curiosidades de la zona y fotos de la subida. Además, también le ponemos banda sonora a cada puerto y sugerimos una canción para acompañar el recorrido", relata Marcos, quien, sin embargo, asegura que tendrá "unos 200 puertos en sucio", es decir, en sus libretas y archivos digitales y listos para ser editados y publicados con la ayuda de su hermana Sara, que se encarga de la parte visual del trabajo: "Necesitas cinco vidas para recorrerte entero el Pirineo aragonés".
A veces va solo, a veces con su perro Boni. En este último caso, la estampa es curiosa. En un recóndito lugar, en alguna pista forestal perdida del Pirineo aragonés, se distingue a lo lejos a un hombre en bici seguido por un border collie. Para comparar y entender la magnitud del desafío que supone subir un puerto en plena montaña por una pista forestal, Belled explica que la cota más alta de todas las que ha subido es Punta Liena: "Está a casi 2.600 metros. Parece un puerto alpino en el Pirineo aragonés. Además, pasas por unas antiguas minas de plata que están a 2.200 metros". La cima del Tourmalet, mítico puerto del Tour, está a 2.115 metros. Y allí el asfalto es mucho más firme que la piedra suelta de cualquier pista forestal.
"Siempre me ha encantado andar en bici, siempre he sido un friki de los puertos del Tour y de la Vuelta. Me han gustado mucho los datos de las gráficas de los puertos, las altimetrías, y quería llevar un poco todo eso a las pistas forestales que tenemos en el Pirineo aragonés, que es un paraíso para esto", relata Belled, quien una vez que termina el esfuerzo, recibe un premio mayor que los cicloturistas que se dedican a subir los puertos de carretera.
En este caso, cuando llegan a la cima, se ganan una foto con el cartel de carretera que anuncia el final del puerto. Sin embargo, cuando Marcos culmina sus ascensiones, que registra con detalle con su viejo GPS, en muchas ocasiones puede disfrutar del bocata a orillas de un ibón -como el Ibonciecho o el de Plan- o frente a unas vistas montañosas que son la envidia de los amantes de la naturaleza.
El trabajo, sin embargo, no acaba ahí. Una vez superado el esfuerzo, toca bajar y llegar a casa, momento de la ducha y de seguir con el trabajo de oficina: “Cada puerto que publicamos supone el desplazamiento, subir y bajar el puerto, y luego pasarlo a limpio en casa. No sé las horas, pero entre el trabajo en la montaña y el trabajo del ordenador en casa, creo que un puerto puede llevarme un día entero".
"Mi empresa hizo un ERTE y me vi en mitad de un paraíso, con mucho tiempo libre y empecé a registrar los puertos. Así empezó todo"
Otras rutas terminan a las puertas de un refugio de montaña, lo que invita a los más intrépidos hasta a pasar la noche allí, con la única compañía de su bici y el monte. De hecho, en uno de los casos, incluso se unió con varios colectivos de la zona para rehabilitar uno de estos casutaños, el Coll de Vent, que está ya adecuado con temática ciclista.
Como reconoce, todavía le siguen quedando ganas -y piernas, como dicen los ciclistas- para seguir recorriendo los puertos del Pirineo. Eso sí, por las rutas más desconocidas, aquellas por las que abre camino para que otros puedan descubrirlas después: "Es un placer para mí. Y si además le puede servir a la gente, todavía mejor".
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