Los amigos de mis amigas son mis amigos


         Los amigos de mis amigas son mis amigos

Hay un rasgo que caracteriza la política profesional, gregaria y mediocre de nuestros delirantes días: ante un hecho irregular o inmoral de características...

Hay un rasgo que caracteriza la política profesional, gregaria y mediocre de nuestros delirantes días: ante un hecho irregular o inmoral de características equivalentes, si quien lo comete es el contrincante, incurre en las inclementes penalidades del infierno, pero si ocurre en tu mismo partido, rige la regla de la ocultación, de la justificación y hasta de la omertá siciliana.

Es el sino del hooligan, al que no se le puede pedir coherencia ni respeto por la verdad, por mucho que sea una tarea estéril recordar a Ortega y Gasset cuando afirmaba que "la vida sin verdad no es vivible". Para un político profesional, lo que menos importa es la verdad, ya sea la de Hegel o la del Botones Sacarino. Es más, a diferencia de Ortega, no pueden vivir con la verdad, porque la verdad es, para ellos, cianuro en vena. Entrégueme un argumentario y viviré a expensas de lo que haya que decir, es su lema de campaña y de vida.

Pero, como la mediocridad no tiene límites en un milenio en el que la sociedad se ha empeñado en romper las barreras de la estupidez, ahora resulta que no es suficiente con defender felinamente la honradez del redentor presidente de un partido, sino que hay que defender, con uñas, dientes y vísceras a sus amigos, aunque no tengas ni idea de quiénes son ni de lo que han hecho. Son los amigos del jefe, y, por tanto, son mis amigos. Era Objetivo Birmania, a finales de los ochenta, el grupo que, entre letras banales y estribillos con sabor a chicle de menta, inauguró el himno de la canalla política de nuestros días.

En la España bicéfala de Broncanos y Motos, la adhesión morbosa al clan, a la corriente dominante o a la moda, hace que hayamos perdido toda posición crítica. Mientras tanto, las redes, plagadas de eslóganes de las dos Españas, convertidas en un duelo al sol de #YoconCano versus #YoconBego, simple y llanamente, porque lo dicta el imperio de los sentidos primarios del seguidismo palmero.

A algunos arribistas que viven de la política les va el sueldo en ello, y ya son mentes degeneradas e irrecuperables. Cuesta más entender a los pánfilos en redes que se asoman a esta partida de ajedrez, como sietemachos en medio de una trifulca que ni les va ni les viene, y comienzan a opinar como el juez Holmes o un experimentado inspector de trabajo, cuando son lerdos en Derecho Penal y en Derecho del Trabajo.

Si se impusiera la razón, se dejaría trabajar a los órganos que tienen la competencia y el conocimiento, no sea que el amigo de tu amigo no haya de ser tu amigo. En fin, en un país de Broncanos y de Motos, yo soy un perdedor natural porque prefería a Latre. Sin duda, el más inteligente y preclaro de los tres, pero en un mundo en el que los listillos presuntuosos han barrido a los inteligentes, nada se puede esperar.

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