En noviembre de 2023, la revista Politico seleccionó a Donald Tusk como la persona más influyente del continente. En la lista, las otras 27 figuras elegidas se organizaban en tres categorías: hacedores, soñadores y disruptores. En este último apartado, entre la tecnócrata que salvó a Rusia del hundimiento económico y Viktor Orbán, los redactores de la revista destacaron a un político al que definieron como “el revolucionario”: Carles Puigdemont. Los lectores, si no lo conocían, supieron que el europarlamentario vivía en el exilio porque la justicia española intentaba arrestarlo desde “el referéndum de secesión ilegal”. Pero su capacidad disruptora no se vinculaba a la causa independentista. La elección de “ese hombre a la fuga” era por “su gran influencia en la política española”. Medio año antes, esa afirmación habría sido inimaginable.
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