El trillo, la tralla y la gacería. Estos tres son los símbolos de identidad la localidad segoviana de Cantalejo, donde están tratando de recuperar todos ellos para ponerlos en valor como algo único no solo en la provincia sino también en la región de Castilla y León y que sean considerados Bienes de Interés Cultural. Los briqueros, como se conoce a sus habitantes, se han propuesto extender y dar a conocer sus tradiciones. Pero, de forma muy especial, también su dialecto. La gacería nació entre los siglos XII y XIII, aunque es después cuando aparece en los primeros escritos, en torno al siglo XV, de mano de los trilleros de esta zona de Segovia.
Una lengua que surge cuando estos trabajadores comenzaron a usarla al encontrarse fuera de su pueblo y con el objetivo de que los demás no les entendiesen. Simplemente, se tomaba como una ventaja hacia el resto de los tratantes, ya que muchos de ellos tenían su propia forma de hablar. De esta manera, hicieron de la gacería su mejor herramienta de trabajo.
Todo ello teniendo en cuenta que se trataba de gente analfabeta que no sabía ni escribir ni leer, pero que tuvieron la capacidad de crear un dialecto propio en comunidad. Al comenzar a desaparecer el oficio de trillero también lo empezó a hacer la gacería. Por eso, el propósito del consistorio y de muchos de sus vecinos es recuperarlo y que se reconozca como Bien de Interés Cultural Inmaterial.
Los cachalotes hablan distintos dialectos que los diferencian por grupos
SINC
"No queremos que se olvide la gacería y queremos fomentarlo. Creemos que a partir de ahí podemos atraer más turismo, más industria, y, por tanto, mejoras para Cantalejo. Aquí tenemos grandes tradiciones y mucho valor heredado", explica Ana Rosa Zamarro, alcaldesa de Cantalejo y, también, autora de diferentes obras escritas en esta jerga.
De definitiva, "queremos ponerlo de moda. Yo la aprendí cuando era pequeña con mi abuelo. Para nosotros era como un juego y así queremos también que se transmita de generación en generación", destaca Zamarro, quien ha publicado ya dos libros en gacería, El pitoche engrullón y Güeno que me aterbes, aunque te pulas sorneando.
El primero de ellos se trata de la adaptación del famoso libro El Principito y nació fruto del contacto de la editorial con la briquera proponiéndole reescribir este clásico en esta jerga. Tras el éxito que tuvo vino su segunda obra, donde recoge la tradición de Cantalejo, a partir de recuerdos y vivencias en orden, hasta llegar al cielo, donde se encuentra su padre, quien fue trillero y tratante de ganado.
Aprender jugando
Y Garleando, su última creación, está enfocado a diferentes juegos, como sopas de letras o adivinanzas, que es la forma en la que los niños briqueros han aprendido siempre este dialecto. De hecho, así se enseña en el colegio público de la localidad, donde su director, Manuel Rodríguez, se encarga de que los más pequeños del pueblo sigan aprendiendo la gacería.
"Utilizamos los distintos materiales que se han publicado en papel como glosarios o diccionarios, además de otros libros publicados. También hemos digitalizado muchas recopilaciones de documentos que hay en muchas casas y así nos sirve de ayuda también para los profesores que llegan nuevos al colegio", sostiene el docente.
Rodríguez indica que lo que se quiere es que los niños jueguen con temas de interés y también se aprovechan los recreos o en ratos libres, ya que las costumbres y los temas de la región no tiene más que una hora a la semana asignada. Como el profesorado cambia mucho, a principio de curso, los profesores más veteranos tratan de introducir a los nuevos en este código lingüístico
"Hemos hecho un vídeo introductorio para que tanto los docentes nuevos como los niños lo conozcan. Lo difícil es que esto siga también fuera del colegio, pues después se pierde un poco, pero les gusta mucho y es fácil de enseñar, cuesta arrancar, pero luego no es difícil. Poco a poco vamos haciendo cosas persiguiendo que esto siga adelante para que no se pierda", reconoce Rodríguez.
Al colegio público de Cantalejo acuden alumnos de hasta 17 pueblos más de la comarca, por lo que a ellos también se les enseña. Todo ello teniendo en cuenta también las diferentes nacionalidades de muchos niños que también acuden a este centro público. "Es fácil que jueguen con la gacería y que se haga interacción, que salga del colegio y que se siga utilizando", agrega.
Nuevas palabras
“Es habitual que entre los vecinos cuando hablamos en gacería digamos palabras que quizá el otro no conoce, por eso vamos corriendo a apuntarlas y así ir aumentando nuestro propio vocabulario particular”, afirma José Ángel Bravo, artesano de la localidad de Cantalejo y uno de los principales divulgadores de este dialecto.
Bravo se encarga de enseñar la gacería en cada acto público que se celebra en Cantalejo, como el pregón que tiene lugar en sus fiestas populares y que suele acabar con esta frase: "Botardines y pitoches en la plaza hay que ringar y no pillarnos de pota que nos pueden atervar". O lo que es lo mismo: niños y adolescentes en la plaza, hay que bailar y no pegarnos, que nos pueden mirar.
Un guerrero rural contra el 'Madridcentrismo': "No existe la sierra madrileña"
Andrea Farnós
“Hay que transmitírselo a los chicos y que lo valoren, porque muchos aquí conocen las cuatro palabras típicas pero aisladas. Si hay que tener una conversación ya les cuesta mucho más”, sostiene el artesano al mismo tiempo que destaca que esta sigue siendo una lengua viva de la que pueden ir surgiendo nuevas palabras dado que muchas de ellas tienen su origen en su funcionalidad.
Los mordiosos son los dientes, los andantes son los zapatos o los rodosos son los coches, los carros de antes. También por la forma, las orejas son nícalos. "Y ahora, yo siempre trato de poner por Whatsapp NC en vez de OK. NC significa Nícalo Culisor, es decir, oído cocina. A la Eurocopa la hemos bautizado como la Eurocascosa e ir a jugar al frontón es quillar la botosa", concluye Bravo.
{getToc} $title={Tabla de Contenidos}