La investigación del tiroteo de Maine concluye que la Policía desperdició la oportunidad de evitarlo


         La investigación del tiroteo de Maine concluye que la Policía desperdició la oportunidad de evitarlo

El cuerpo del atacante fue encontrado con un disparo en la cabeza en un bosque cerca de su lugar de trabajo.

La investigación sobre tiroteo que el pasado 25 de octubre acabó con la vida de 18 personas en la localidad estadounidense de Lewiston (Maine) concluyó este martes que la policía y el Ejército desaprovecharon las oportunidades que hubo para haberlo evitado. Robert Card, un militar en la reserva de 40 años, mató ese día a dos mujeres y 16 hombres en un bar y una bolera con un rifle de asalto. Fue el ataque con armas de fuego más mortífero de 2023 en Estados Unidos.

Posteriormente el agresor huyó y su cuerpo fue hallado muerto 49 horas después con una aparente herida de bala autoinfligida en un camión de reciclaje de una planta en la que había trabajado, en el vecino municipio de Lisbon. Una situación que provocó que miles de vecinos de la zona se mantuvieran encerrados en sus domicilios durante las mencionadas 49 horas, por miedo a que pudiera volver a atacar, hasta que se encontró el cuerpo.

Conscientes de sus alucinaciones

La comisión independiente para investigar lo sucedido apuntó que tanto la policía local como el Ejército pudieron haber intervenido antes de que tuviera lugar la matanza para confiscarle las armas y hacer frente a su crisis mental. Su investigación concluyó que, aunque puede que hubiera cometido de todas formas un tiroteo masivo si alguien hubiera conseguido retirarle el armamento antes de ese fatídico 25 de octubre, "se perdieron varias oportunidades que podrían haber cambiado el curso de los hechos".

Los superiores de Card, según ese texto, eran conscientes de sus alucinaciones, su comportamiento cada vez más agresivo, su colección de armas y sus comentarios acerca de sus intenciones. Y a pesar de ello "ignoraron" las recomendaciones del servicio de salud mental del Ejército para que fuera tratado y para asegurarse de que se le quitaban las armas. Los investigadores admitieron que aunque la autoridad que se tiene sobre un reservista no es tan amplia como la que se puede ejercer sobre un miembro en activo, se desaprovecharon las oportunidades disponibles para ejercer ese poder.

La comisión basó sus pesquisas en testimonios de familiares y sobrevivientes de los tiroteos, funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y en personal de la Reserva del Ejército de Estados Unidos, entre otros. Revisó además informes y registros de distintas agencias de las fuerzas del orden. Sus miembros subrayaron que pese a que Card "es el único responsable de su propia conducta", había pruebas suficientes para ponerlo bajo custodia e iniciar una petición para confiscarle las armas que tuviera bajo su control o posesión.

Este informe independiente se suma al emitido el pasado julio por el Ejército estadounidense, que también estableció que hubo fallos de comunicación que en caso de no haberse producido podrían haber servido para hacerse una mejor idea de la amenaza que presentaba e intervenir. "Creo que va a cometer un tiroteo masivo", dijo su mejor amigo a sus superiores un mes antes de esos dos ataques consecutivos que también hirieron a 13 personas. En ese momento se consideró que la situación no era tan urgente como parecía.

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