En poco más de un mes, amarrará en Barcelona el que está considerado el evento deportivo más antiguo de la historia, con más de 170 años de historia, superando incluso a los Juegos Olímpicos modernos. No es otro que la Copa América de Vela, uno de los acontecimientos deportivos más exclusivos del planeta. Pero ni las buenas previsiones de asistencia de público, ni el gran impacto económico que está previsto que deje en la capital catalana parecen suficiente para apaciguar a unos vecinos que durante meses están viendo y verán su cotidianeidad seriamente afectada.
Entre el 22 de agosto y el 27 de octubre de 2024, las aguas catalanas acogerán la edición número 37 de la America’s Cup, el mayor evento náutico del mundo. Los organizadores esperan que en este tiempo lleguen a la capital catalana alrededor de 2,5 millones de personas para seguir en directo las regatas. La Copa América es el tercer evento deportivo que más dinero mueve, solo por detrás de un mundial de fútbol o unos Juegos Olímpicos.
La Generalitat catalana y el Ayuntamiento de Barcelona, que apoyaron la candidatura y que financian parte del evento, consideran que es una oportunidad de oro para el crecimiento y el reconocimiento internacional de la capital y de la propia Cataluña. Sin embargo, parece que el prestigio de alojar esta competición no es suficiente para unos vecinos que ya notan en su vida cotidiana las consecuencias de este macro evento.
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Aunque la America’s Cup se celebra entre agosto y octubre, en este tipo de competiciones los equipos se instalan en las sedes un año antes del inicio de las regatas. Es decir, muchos equipos participantes, o al menos una parte de ellos, ya llegaron a Barcelona en 2023.
La Barceloneta, en el ojo del huracán
Uno de los puntos más calientes donde se vivirá de lleno la Copa América es en el popular barrio barcelonés de La Barceloneta. Se trata de un barrio que en los últimos años ha estado en el ojo del huracán de las críticas al turismo masivo. La imagen de un turista completamente desnudo comprando en un supermercado fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los vecinos.
Ahora la presión sobre La Barceloneta se va a agravar por la gran afluencia de espectadores foráneos que llegarán con motivo del macro evento. Parte de la competición se celebra entre las playas de Sant Sebastià, la del hotel Vela, y la de Bogatell, en el extremo norte, por lo que tanto estas dos como las tres que se encuentran en medio (Sant Miquel, Somorrostro y Nova Icària) serán las que mejor visibilidad tendrán de la competición desde tierra.
Los vecinos de La Barceloneta observan como poco a poco el barrio se va difuminando y van perdiendo espacio público frente a la llegada masiva de personas. No solo hablan de subidas en el alquiler, también lo han notado en el encarecimiento de los precios de los comercios. “No es solo que sea más caro, que lo es, es que ya ves que el tipo de tiendas que hay abiertas y o los restaurantes no son los de antes”, explica María D., antigua vecina de la Barceloneta.
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“La Barceloneta está viviendo una expulsión silenciosa de sus vecinos", denuncia Gerard C., que forma parte de la plataforma ciudadana No Copa América. “No son desahucios que se ejecutan, son subidas de precio inasumibles”, explica. “Pisos de 30 metros cuadrados con un alquiler de 6.000 euros al mes… es una cantidad que la clase trabajadora de la Barceloneta, ni de Barcelona en general, puede asumir”, argumenta.
Los pisos de 30 metros son los conocidos como “Quart de pis” (Cuarto de piso), porque son el resultado de viviendas que originalmente tenían 120 metros cuadrados y que sus propietarios partían en cuatro apartamentos de 30 metros cuadrados para que pudiesen vivir más familias que llegaban a Barcelona en busca de trabajo. Un proceso que reforzó la popularidad del barrio.
Según Gerard C., el culpable de esta situación no es la persona que viaja a Barcelona. “Muchas veces se culpa y responsabiliza al turista individual o incluso a los espectadores que vienen a ver el acontecimiento, pero no lo creemos así. La responsabilidad de esta situación viene del modelo turístico y de ciudad que no es reversible dentro de este sistema”.
A contracorriente del modelo turístico
Según las previsiones de un informe elaborado por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, la Copa América de Vela dejará alrededor de 1.200 millones de euros en la capital catalana y generará hasta 19.000 puestos de trabajo. Aun así, los detractores de la celebración del evento en la ciudad condal señalan que esto no asegura que sean empleos de calidad y no precarios.
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“Nos dicen que la Copa América aportará riqueza, ocupación y prestigio a nuestra ciudad. Nunca ha sido así”, dice textualmente la hoja de constitución de la plataforma No Copa América, y sigue: “solo sirven para justificar grandes proyectos urbanos impulsados por lobbies turísticos y de la construcción”. Asimismo, señalan que la aprobación de este evento sigue el mismo patrón que otros macroproyectos como el Hard Rock, la ampliación del aeropuerto o la terminal de cruceros.
La plataforma acusa al consistorio y a la Generalitat de abrir las puertas a este evento de manera irresponsable y sin abrir un debate público, además de destinar un mínimo de 55 millones de euros de fondos públicos. Los activistas denuncian que se trata de un acontecimiento “elitista” que agrava las injusticias sociales, ambientales y climáticas y que hace sufrir, aún más, a la ciudad y el territorio.
El caos del transporte
En junio, el Ayuntamiento y el Puerto de Barcelona anunciaron un plan de movilidad para el evento deportivo. Un dispositivo que básicamente pronostica que, durante algunas regatas, podría prohibirse el acceso con vehículos privados al barrio y los vecinos y trabajadores deberán portar acreditaciones especiales para poder acceder al barrio.
“Los ciudadanos de Barcelona pasamos a actuar dentro del espectáculo de nuestra ciudad, en lugar de poder habitarla, poder disfrutar y poder visitar a nuestras familias sin restricciones”, explica Gerard C. Una de las principales quejas de los detractores del evento es que, precisamente, aquellos que han tenido que huir del barrio a causa de los alquileres imposibles no podrán acceder, por ejemplo, a visitar a sus familiares que sí que han podido conservar sus casas al contar con una renta antigua.
Pero no solo los que habitan o han habitado las estrechas calles de la Barceloneta se quejan de las consecuencias que pueda tener este evento, sino también aquellos que eligen sus playas miran con recelo las medidas que ha anunciado el ayuntamiento. “Me quedo en Barcelona porque tengo que trabajar todo el verano y ahora resulta que en mis días de descanso ni a la playa de mi ciudad voy a poder ir, es frustrante”, comenta Yolanda, que no vive cerca del mar, pero suele bajar en autobús para tomar el sol. “El V15 es perfecto, me deja de puerta a puerta prácticamente, pero a veces, especialmente en verano, va demasiado lleno”, añade.
Es tal la manera de volcarse con este acontecimiento que el Puerto, ante las predicciones de un posible colapso de la ronda del Litoral, permitirá que los autobuses atraviesen sus instalaciones. “Es evidente que colapsará, pasa cada día, son solo dos carriles”, dice un conductor habitual de esta vía, y ante la alternativa que propone el Puerto, se muestra crítico: “Es lo de siempre, ellos no sufrirán ninguna consecuencia, solo tragaremos los que vivimos aquí los 365 días”.
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