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Con una confianza creciente de que no habrá repetición electoral en Cataluña y el propósito de estabilizar cuanto antes la legislatura, la Moncloa se afana en impregnar normalidad a la gestión y dar profundidad a la legislatura. Y en este plan para asentar su acción política juegan un papel esencial los empresarios.
Las relaciones con la CEOE han atravesado distintas fases. Del idilio de la reforma laboral al giro a la izquierda contra los poderes económicos. Del cabreo con Antonio Garamendi por su flirteo con Alberto Núñez Feijóo, a la reconciliación pública entre Pedro Sánchez y el jefe de los empresarios en septiembre pasado, tras la evidencia de que el PP no iba a llegar al Gobierno.
Ahora pasan otra vez por un momento malo por las negociaciones para rebajar a 37,5 horas semanales la jornada laboral y el manifiesto de Cepyme contra el "hostigamiento" del Ejecutivo de coalición. Pero en Moncloa no se dan por aludidos y la consigna es rebajar la tensión.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, sigue la estela de Nadia Calviño y mantiene engrasada la interlocución con los empresarios para que no se vea afectada por el vaivén político diario. Eso hizo que, pese a la dureza del comunicado de la organización que agrupa a la pequeña y mediana empresa, Cuerpo se limitara a calificar las críticas de "extemporáneas" y a defender la ayuda que el Ejecutivo presta a las pymes.
Ninguna hiperventilación. Frente a las prisas del Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz para sellar un pacto sobre la reducción del horario laboral, aunque no se sumen los empresarios, el ala socialista del Gobierno pisa el freno y aboga por "dar una oportunidad al diálogo".
La propia vicepresidenta segunda avanzó el martes que harían una propuesta a la patronal, a pesar de que la reunión del día anterior resultó un fracaso y, por primera vez, Trabajo verbalizó que podría aprobarse sólo con los sindicatos. El viraje de Díaz ya visualizó que la voluntad del Gobierno es de acuerdo.
Es de ella de quien dependen las conversaciones, pero la posición que ha transmitido el bloque socialista es que es mejor "no correr" y esperar el tiempo necesario para sellar el pacto, aunque eso supusiera que la reforma no entra en vigor en 2025 como se había planeado.
"Es un tema de legislatura", señalan fuentes del Ejecutivo, que sí ven posibilidades de pacto con la CEOE. Una opción que también contempla el ministro de Economía. Existen suficientes márgenes y "manijas de flexibilidad", aseguró.
Contar con la patronal, según las cuentas que hace la parte socialista del Gobierno, facilitaría el respaldo de PNV y Junts, las dos formaciones conservadoras que forman parte de la mayoría de investidura de Sánchez y que son indispensables si el PP rechaza la reforma.
El Ejecutivo tiene intención de aprobar la reducción de la jornada como proyecto de ley para su tramitación en las Cortes Generales y necesita contar con los votos suficientes para que este cambio no descarrile. Como sus apoyos son tan precarios, hace meses que en el seno del Gobierno se decidió no enviar nada al Congreso si no tiene un aval previo.
Pero el movimiento de no dejar fuera a los empresarios parece más de fondo. En plena pugna estos días entre Trabajo y la CEOE para reducir la jornada semanal, Sánchez salió este miércoles en auxilio de Díaz y dejó claro que el Gobierno ejecutará esta medida. Pero tanto el presidente como todo el bloque socialista se cuidó de sostener que podía hacerse con la patronal.
Ya a principios de este año, el jefe del Ejecutivo, en su intervención en el Foro de Davos, lanzó un mensaje a las empresas y proclamó que "somos aliados". "Debemos ser audaces y definir un nuevo paradigma de prosperidad", señaló. "Es posible crear riqueza y mejorar al mismo tiempo las condiciones de los trabajadores". Aunque ha modulado sus ataques a los poderosos, de este discurso no se ha movido. Y pretende asentarlo estos años.
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