Bandadas de taxistas se agolpan a las puertas de un local. Sus vehículos monopolizan el paisaje de la terraza del bar. Ventanillas bajadas y algún motor arrancado con el coche vacío. Entran y salen, algunos a toda prisa. “Luego vengo a comer, que voy corriendo”, vocea uno de los taxistas al camarero tras beberse de un sorbo su café antes de salir trotando hacia su vehículo. Cada taxista tiene su lugar de culto en Madrid.
Las largas horas dentro de un pequeño habitáculo trasladando a personas de un punto a otro de la capital llevan a estos profesionales a buscar su vía de escape en bares de confianza. "Al igual que el coche, uno necesita repostar también el cuerpo y alma en estos sitios", cuenta Carlos, un taxista de mediana edad, mientras espera ser atendido en el bar Iberia (en la glorieta de Ruiz Giménez del barrio de Chamberí), el local con mayor popularidad entre los taxistas de Madrid.
"Podemos venir a diferentes horas, uno por la mañana, otro al mediodía y otro a cenar, pero lo que no perdonamos es el lugar"
Al abrir la puerta del Iberia, prácticamente toda la clientela se conoce entre sí. "Aquí yo he hecho multitud de amigos, es nuestro pequeño lugar en el gran mundo madrileño", cuenta Héctor, un taxista que va a diario al bar desde hace diez años. "Para muchos de nosotros venir es algo casi religioso. Podemos venir a diferentes horas, uno por la mañana, otro al mediodía y otro a cenar, pero lo que no perdonamos es el lugar, siempre aquí", explica el taxista.
No hay persona del gremio que no conozca el Iberia, o eso cuentan sus trabajadores. "Por aquí pasan tantos taxistas a diario que es imposible que no nos conozcan. De hecho, a veces vienen aquí diciendo que se lo ha recomendado algún compañero de profesión", narra un camarero mientras sirve apresurado varios cafés. "Gran parte de nuestra clientela son estas personas, nos sentimos un poco la meca del taxi", apunta otro empleado después de cantar una comanda.
Conversaciones cruzadas se entrelazan entre diferentes mesas y emerge una problemática a la que hacen frente a diario. "Me multaron el otro día por aparcar ahí en la parada el taxi y venirme a almorzar", cuenta uno de los taxistas. Desde la barra, interrumpe otro: "A mí y a Julián nos multaron también el mes pasado, últimamente están más encima, ya ni un poco de manga ancha nos dan". La queja es generalizada, pero eso no les disuade de seguir su rutina.
Al lado de la estación de Atocha se encuentra otro de los lugares de referencia para los taxistas. El Restaurante Asturias posee una situación geográfica que ha propiciado su popularidad dentro la profesión. Al lado de la estación de Renfe y justo pegado a una parada de taxis donde se aglomeran estos vehículos. "Muchas veces vengo aquí a cenar antes de hacer una jornada nocturna", cuenta Sergio, apoyado de pie en la puerta de su coche mientras fuma frente al local. "Cierra tarde y se come de forma contundente a un precio que no es desorbitado, muchos de nosotros tenemos muy fichado este sitio", argumenta el taxista.
También, otro de los puntos históricos donde se han reunido siempre los taxistas madrileños es el Restaurante Astur-Leonés que hay en el Barrio de la Concepción. Al lado de la boca de metro y enfrente de una parada de taxis se encuentra este pequeño local de apenas unos pocos metros cuadrados donde solo hay una barra y una pequeña mesa. "Esto se llena de taxistas, sobre todo a primera hora de la mañana y al mediodía. Llegan, piden y muchos se lo comen fuera al sol", expone Marisol, la camarera del local. “Yo llevo poco aquí, pero todos saben que este es un bar de referencia de taxistas desde hace más de treinta años”, añade.
Kilómetros y kilómetros hacen algunos taxistas para llevar a cabo su parada pertinente en el Astur-Leonés. Un taxista sale apresurado del bar después de aceptar un viaje por una app, pero antes de arrancar, confiesa: "Vengo desde lejos a hacer parada aquí, tengo que echar kilometraje de más, pero a este local venía también mi padre y es un sitio de confianza, merece la pena el esfuerzo".
Miles de taxistas ruedan a cada instante por las congestionadas calles de la capital española. Como un religioso en busca de su templo, este gremio halla su lugar de liberación en bares concretos, siendo este el epicentro del "mejor y más gratificante momento del día", tal y como reconocen varios de ellos. Un instante que les aporta la gasolina que necesitan a diario para que la movilidad ciudadana de la capital siga su curso.
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