Cataluña volverá esta próxima semana, salvo un súbito cambio de guion, a activar, por cuarta vez en una década, el reloj de una posible repetición electoral al no tener ningún candidato los suficientes votos para ser investido president de la Generalitat. El socialista Salvador Illa, vencedor de las elecciones del 12 de mayo, ha pedido más tiempo para armar una mayoría de izquierdas de 68 diputados, y cerrar así una alianza con ERC y los comunes, mientras el expresident Carles Puigdemont apura las semanas con el anhelo de presentarse en el Parlament ya amnistiado y sin riesgo a ser detenido. Con una situación volcánica y muy compleja, que ni tan solo la aprobación de la ley de amnistía ha apaciguado, el desenlace está en manos de Esquerra en plena catarsis. El Gobierno de Pedro Sánchez confía en resolver el jeroglífico con un delicado acuerdo sobre la financiación “singular” de Cataluña que ya antes de definirse ha soliviantado al PP, a algunos barones del PSOE y a algunos de los partidos minoritarios sobre los que se sustenta la gobernabilidad de España, como Compromís.
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