Localizar a un pasajero afectado por el caos de los trenes de Cercanías de Madrid es muy sencillo. En la estación de Aluche, uno de los intercambiadores de transportes más importantes del sur de la capital, bastan apenas cinco minutos para encontrar a cinco afectados dispuestos a quejarse. Los relatos de las consecuencias son variopintos, pero las causas son las mismas: la degradación del servicio de la Renfe. "El lunes tuve que pedir un Uber que la empresa no me va a pagar", dice Ludmilla. "El otro día me fui andando hasta mi casa porque no pasaban trenes", explica Miguel. "Yo he llegado hoy tarde al examen", sentencia Lucas.
Lo que tienen en común estos usuarios es que son gente trabajadora, residen en barrios del sur y están hasta el gorro de este medio de transporte. Sin embargo, más allá de los miles de pasajeros afectados, existen otras víctimas invisibles para los que esta semana ha supuesto un calvario: los maquinistas, los taquilleros y los controladores de gestión ferroviaria.
"Los viajeros han llegado a aporrear las puertas de los maquinistas", denuncia CGT
La polémica en torno a los trenes de Cercanías lleva meses encima de la mesa. Los retrasos y deficiencias en el servicio no cesan de acumularse sin encontrar una solución eficiente a largo plazo. Y este lunes rozó la distopía: los usuarios, ante el hartazgo de la demora, echaron a andar por las vías del tren hasta la estación de Atocha para continuar con su destino. El suceso inició el fuego cruzado entre administraciones; pero también dejó entrever la saturación de quienes lo viven desde dentro de la empresa pública. Un conductor de uno de los trenes de Cercanías de Madrid se dirigió de esta forma a los pasajeros este lunes: "Les insto a que pongan hojas de reclamaciones o quejas porque este servicio se está degradando día a día [...] es algo que nos afecta a todos [...] vamos a esperar a que nos abran las señales [...] he solicitado tres veces que digan algo para que se enteren ustedes de qué pasa y enterarme yo también".
Agresiones
Fuentes conocedoras del día a día de estos profesionales explican que las averías y altercados del servicio también les afecta. Los parones retrasan la salida de sus puestos de trabajo. Pero, una vez han abandonado su jornada, el efecto dominó de las incidencias repercute en quienes trabajan de cara al público y quienes tienen que reorganizar todos los vagones. "Estos días han estado desbordados", reseña Carlos Santos, portavoz de transportes de Comisiones Obreras. Además, hay que tener en cuenta que los conductores son la única cara visible de la empresa pública durante los trayectos. Y esto tiene consecuencias: "Los viajeros han llegado a aporrear las puertas de los maquinistas", denuncian fuentes del sector ferroviario de CGT.
Despues de mas de 50 minutos parados en @Renfe atocha sin aire acondicionado y hasta desmayos, ha acabado así la cosa, todos los vagones saliendo caminando por las vías, en ningún momento nos han dicho que pasaba ni todavía sabemos si se va a mover. Es lamentable pic.twitter.com/rHy9boNWji
— marta🫀 (@mamiyonofum0) May 6, 2024
No son los únicos. Quienes tienen que lidiar con los miles de afectados cabreados son los guardianes de las ventanillas. “Los clientes llegan enfadados y ellos tienen poca información más que los usuarios,” continúa Santos. Desde CGT, además, llevan meses denunciando el incremento de las agresiones tanto verbales como físicas a los trabajadores de atención al cliente. El problema es una pescadilla que se muerde la cola: "Durante años la inversión en el mantenimiento ha sido escasa", afirman. Esto, desde su punto de vista, repercutió en el estado de las infraestructuras, aumenta las incidencias y enrabieta a los usuarios. ¿El problema? Que lo pagan con los empleados.
Según los cálculos de la Comunidad de Madrid, las incidencias en el servicio de Cercanías superan las 900 en un año y medio. Ahora, ¿quién se encarga de resolver todo este jaleo? Los centros de gestión de Atocha y Chamartín. Su objetivo es reorganizar los recursos con los que cuenta la empresa pública para solventar las averías. Conseguir otro vagón en las bases, hablar con los talleres, etc. Un total de 60 personas, repartidas en tres turnos –mañana, tarde y noche– tienen que darle la vuelta al plan de transporte con el que contaban. Son esos 20 operarios por turno quienes tienen que resolver el desastre. "La carga de estrés es brutal", continúa Santos.
Sin embargo, y aunque desde los centros de gestión se traten de resolver las incidencias lo más rápido posible, muchos ni siquiera tienen opción de buscar un plan B. Lo explica Luis, un estudiante de 20 años que viaja a diario desde Villaverde a Somosaguas: "Para mí el problema es que se quedan parados entre estaciones y no tienes alternativa. Si por lo menos llegaran a alguna parada, podría intentar buscarme la vida", reseña desde Aluche. Lucas, por su parte, tarda una hora y media "si se da bien" en llegar desde Parla a la Universidad. Utiliza el combo completo: tranvía, tren, metro y bus: "Hoy he llegado tarde", confiesa.
Luis, además, está especialmente cabreado con el tema y tiene un mensaje para el ministro Óscar Puente: "Y encima dice que la culpa es de los viajeros por bajarse del tren… que no se ponga tan chulito".
No obstante, desde CGT reconocen la inversión realizada en nuevas infraestructuras por la cartera de Transportes. "Se está haciendo mucho esfuerzo en materiales, por ejemplo". Pero el hándicap no es ese: "Los ferrocarriles no son coches. Se ha estado años sin invertir correctamente en mantenimiento y lo llevamos meses denunciando", sentencian.
Conflicto entre administraciones
El servicio público de transporte es uno de los grandes focos de discusión entre las administraciones. Los trenes de Cercanías, dependiente de la empresa estatal Renfe, es gestionada por el Ministerio de Transportes del Gobierno central. Óscar Puente, el titular actual de dicha cartera, saltó en su defensa tras el descalabro de esta semana: "Las incidencias de Metro Madrid multiplican por diez las de Cercanías", sentenció. Además, y para explicar lo sucedido, apostilló que el camino que los pasajeros tuvieron que realizar andando por las vías dinamitó el caos e incrementó "la bola de nieve".
Por su parte, la presidenta de la Comunidad de Madrid, -de la que depende dicho servicio-, Isabel Díaz Ayuso, respondió que el líder de Transportes tenía que "informarse" mejor. El cruce de acusaciones continuó hasta que, este miércoles, el Gobierno regional solicitase la dimisión del ministro y un responsable del equipo de la presidenta llamase "cabrones" a miembros de Moncloa.
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