En el límite de los distritos de Latina y Carabanchel, hay un descampado repleto de hierbajos, pequeñas sendas para pasear, una antigua vía pecuaria, excrementos de mascotas y litronas de cerveza. "Ahí me fumé mi primer porro", reseña un vecino del barrio de Oporto. El lugar es peculiar. A un lado, el último resquicio de ladrillo de la antigua cárcel franquista de Carabanchel y el CIE de Aluche; al otro, la ermita más antigua de la región, datada del siglo XIII. Este templo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1981 y dicha protección se amplió al entorno en 2021.
No obstante, la parroquia solo abre al público los sábados por la mañana. "Reservado el derecho de admisión", versa un cartel en el entorno de la ermita. A las once, además, hay misa; por lo que el acceso debe ser en silencio para respetar la oración. El párroco, Alberto Jerónimo Couto, tiene ahora una guerra judicial abierta con un grupo de ecologistas septuagenarios. Les culpa de causar revuelo en el interior del templo y llenar el entorno de escombros y litronas de cerveza.
Para el eclesiástico, la acumulación de basura es solo una estrategia de coacción que lleva ocurriendo desde 2023. "En fechas posteriores al cuatro de noviembre han venido sucediéndose congregaciones cada sábado por parte de los activistas haciendo caso omiso a las indicaciones del personal, accediendo al interior del edificio [...] manifestando literalmente Vamos a entrar por nuestros cojones y nadie nos lo va a impedir”, versa la denuncia que interpuso ante la Policía Nacional a finales del mes de enero.
Pero, ¿por qué querían entrar al templo? Según el testimonio de Juan García Vicente, uno de los denunciados, de 76 años, lo hacían para mostrar "las valiosas pinturas policromadas del siglo XV a los interesados, sin cobrarles". El caso está judicializado en el Juzgado número 6 de Plaza Castilla. Este periódico no ha podido hablar con el párroco, pero sí con alguien de su entorno cercano: "Los ecologistas quieren entrar y dar sus mítines".
Antes de desentrañar todas las aristas de esta historia, será necesario situar al lector en el espacio.
El origen de la basura: un descampado
Entre la Ermita y la antigua cárcel, existe un refugio para los adolescentes. "Desde que tenía 17 o 18 años, después de clase, íbamos ahí con unas litros. Había que pasar una verja y se estaba muy tranquilo, se escuchaban los pajaritos. Además, no venía la policía", confiesa Lorena, una joven del barrio de toda la vida de 26 años. Cecilia, residente durante los últimos 58 años en la única vivienda individual del entorno, relata que todos los fines de semana se hace botellón y se tiran escombros. Por suerte, a ella no le da mucho la tabarra ni una cosa ni la otra. La zona sirve como ciudad sin ley para beber y tirar deshechos.
No es la primera vez que en esta explanada aparecen neumáticos, plásticos o restos de basura. Para tratar de visibilizar la suciedad acumulada en el entorno, un grupo de Ecologistas en Acción comenzó a trasladar los desechos a las puertas de la Ermita. "Desde que se derribó la cárcel, toda la zona ha estado descuidada", señala Juan, ecologista denunciado por Alberto.
Además, existen unos 800 metros de vía pecuaria que conecta dos distritos, pero no está incluida en la red de vías protegidas la Comunidad de Madrid. ¿Por qué? Por su pequeño tamaño y desuso. Fuentes de la consejería de Medio Ambiente explican que es una vía menor que solo se utiliza en determinados momentos como "nexo de territorios" y para "conexión ganadera".
Los tres objetivos de los ecologistas
Los ecologistas, por tanto, se marcaron tres objetivos: transformar el sendero en una vía verde, visibilizar que el descampado estaba lleno de escombros y ampliar el horario de visita de la ermita se ampliase. Ahí empezó la gresca con el cura. "Nosotros no llevábamos ahí los vertidos, los depositábamos para que se viera, porque el ayuntamiento no los recoge. No queríamos molestar al párroco", continúa García.
La cuestión es que gran parte del terreno pertenece al Ministerio de Defensa, es decir, que los servicios de limpieza del ayuntamiento no pueden acceder a todos los rincones donde se acumula la basura. Fuentes del área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid explican que sus profesionales tienen competencias para limpiar hasta la explanada de la iglesia. Todas las semanas recogen escombros, pero hasta ese límite.
"Mira, los videos están ahí", defiende una de las personas del entorno cercano del párroco que no ha querido dar su nombre. Se refiere a unas grabaciones que publicó Telemadrid donde puede verse a una persona depositando residuos frente a la Ermita. "Tenemos cámaras y se ve todo", continúa. Dichas imágenes también fueron entregadas a la policía. Para los eclesiásticos, la labor de estos activistas no es más que una pantomima con tono político: "Para ellos, la culpa de todo siempre la tiene la iglesia y el PP".
El protagonista de dicho video es Juan García Vicente: "Soy yo. Acumulamos ahí los escombros para que se vean porque ahí sí le compete al Ayuntamiento. El cura lo ha interpretado a su manera. Además, también plantamos 300 árboles en la vía pecuaria para transformarla en una vía verde. Nos amenazaron con cortarlos", explica el hombre.
"Ese es su relato", defiende el amigo del párroco. Al preguntarle si el cura quería cortar los árboles de los ecologistas, su rostro de sorpresa y estupefacción lo dice todo. "Todo eso forma parte de su relato", repite. Desde su punto de vista, lo que quieren los ecologistas es en realidad utilizar el espacio para armar bronca y dar sus discursos. Lo de visibilizar los escombros o plantar árboles está, otra vez, "dentro de su relato".
Al final, el hartazgo del cura culminó en una querella contra tres miembros de Ecologistas en Acción. En el escrito, al que ha tenido acceso El Confidencial, se denuncia que "los activistas han ido organizando reuniones en los exteriores de las instalaciones parroquiales con el fin de congregar diferentes personas y acceder posteriormente al interior de la propia parroquia con la intención de hacer una visita guiada dentro de las instalaciones [...] el grupo de personas no respeta el silencio solicitado por respeto a las personas que están orando". Y continúa. "Tales hechos están causando en el personal del cementerio una situación de inseguridad y ansiedad de acudir a su puesto de trabajo". Juan se defiende: "Pero si somos tres septuagenarios. Yo solo me dedico a regar los 300 árboles que hemos plantado en estos siete años". Ahora, está en manos de la justicia resolver el conflicto.
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